UNA ESCRITORA ARGENTINA EN ESLOVENIA
La autora, descendiente de eslovenos, inspiró el documental que rescata el valor de la interculturalidad.
Alejandra Laurencich, descendiente de eslovenos, inspiró un documental sobre su historia.
Hay veces en que los finales terminan siendo comienzos inesperados. En el caso de la escritora argentina Alejandra Laurencich –novelista y directora de la revista La Balandrala muerte de su padre dispararía una sucesión de hechos imprevistos que la tienen hoy como protagonista de un documental sobre su vida que se estrena este mes en Europa. Desde allí partieron sus antepasados en las primeras décadas del siglo XX rumbo a la Argentina: la película, en este sentido, completa la historia de aquellos que llegaron a estas tierras persiguiendo un destino, en el período de entreguerras.
Todo comenzó en 2009, mientras el estado de salud de su padre se agravaba cada día. Entonces, Laurencich recibió una invitación a participar del Festival Internacional de Literatura de Vilenica, en Eslovenia, en calidad de invitada especial. “Daba la casualidad de que el Festival se hacía a pocos kilómetros de la tierra donde había nacido mi viejo, e incluso parte del mismo festival -un encuentro inolvidable entre Claudio Magris y Boris Pahor- se realizaría en Trieste, el puerto desde donde mi papá, mi tía y mi abuela dejaron Eu- ropa en el año 1935 para venirse acá, siguiendo los pasos de mi abuelo, que había llegado en el 29. Trieste queda a 30 kilómetros de donde habían nacido ellos: Doberdob del Lago”, relata ella.
Era la primera vez que la autora de Vete de mí (Norma, 2007) y Las olas del mundo (Alfaguara, 2015) visitaría esas ciudades. La muerte de su padre se produjo dos días antes de que partiera hacia allá. “Llegué conmocionada –admite-, buscándolo en todas partes, tratando de reconstruir su vida anterior a la que yo conocía, que era su vida argentina”.
La experiencia terminaría superando sus expectativas: “Fue alucinante, tanto en lo personal como en lo profesional –recuerda ahora-. Mis textos gustaron mucho y eso fue determinante.” Lo que no podría haber imaginado fue que al año siguiente una editorial eslovena publicaría Ve- te de mí –una historia de pasiones cruzadas, que había empezado a escribir muchos años antes y pasó a llamarse llamarse Pusti me pre miru (Déjame en paz), editada por Študentska založba-. Y mucho menos que la lectura del libro por parte de un bibliotecario de Maribor –una de las ciudades más activas de la escena cultural de ese país- redundaría en una película inspirada en ella, que impulsó su retorno voluntario a la tierra de sus antepasados.
“Klemen Brvar –el bibliotecario esloveno- se iba de vacaciones por lo que se llevó el libro para leerlo. Lo leyó en un fin de semana y ahí mismo decidió algo disparatado: quería conocer a esa autora, quería conocer los sitios en los que había sido ambientada la novela (entre ellos, la Patagonia), quería invitar a la autora (yo) a viajar a Eslovenia para filmar un documental sobre ella. Locura absoluta, pero el hombre ‘ se puso las pilas’, y en el año 2012 ya tenía armado un equipo de producción y me escribía contándome su ‘sueño’ y preguntándome si estaba interesada en el proyecto”, cuenta Laurencich, que confiesa que no lo tomó demasiado en serio.
“Pensé que todo caería por sí mismo –dice-. Pero unos años más tar- de, en 2015, Klemen Brvar me escribía diciéndome que habían conseguido los sponsors para invitarme a viajar allá, para financiar la gira por Eslovenia y una parte de Italia, presentando el libro en diversas ciudades, y filmando la parte europea del documental llamado Alejandra”.
Le pusieron un micrófono en el tapado y Laurencich empezó a experimentar en carne propia lo que podría sentir una estrella de cine, en escenarios que progresivamente empezaron a volverse familiares para ella, entre ellos el pueblo donde había nacido su papá, y había habido vida familiar antes de la emigración.
“Sitios donde ocurrió la guerra que determinó la miseria y la ocupación por la que la familia dejó Europa -explica-, todo eso en pleno momento de los refugiados que llegaban a ese mismo continente escapando de Si- ria, por todas partes yo veía esa similitud, los que se van para sobrevivir”, recuerda ahora.
Ese es, para ella, el valor de este trabajo documental que comenzará a exhibirse el mes próximo en Eslovenia, para continuar por otras ciudades europeas y recalar, finalmente, en la Argentina, donde continuaron las filmaciones a partir de 2016.
En el país, tres de los cuatro integrantes del equipo de filmación -Klemen Brvar, devenido director del proyecto; el cineasta Vid Hajnsek, la sonidista Asja Grauf -el cuarto, el productor Primož Ledinek, no pudo venir- la seguirían por locaciones que le son familiares, o que son parte del escenario de la novela, incluidas la Patagonia, el Abasto y la ex Esma, donde dio una charla sobre su novela Las olas del mundo.
“Yo tomo esto más que como un logro personal, como una reivindicación de los inmigrantes, demostrar que hay vueltas inesperadas, superadoras de toda previsión”, señala ella.
“Hay momentos conmovedores, como el recorrido que hicimos por Doberdob, uno de los más castigados por la guerra, donde nació mi papá, luego invadido por Mussolini: dicen que ese arbusto que crece ahí, el ruj, está teñido de la sangre de todos los jóvenes que murieron en la guerra”, cuenta la autora.
La película podría leerse como la revelación de lo que fue de la vida de la hija y nieta de inmigrantes, lejos de las tierras de sus antepasados, a las que regresa: “Acaso, una lección para quienes se oponen a las políticas de recepción de inmigrantes –define Laurencich-: mi caso es uno más, pero también demuestra que la recepción de mis antepasados redundó en la unión de dos culturas”, define ella.
Ella juzga ese regreso voluntario -y temporario- y la construcción de nuevos vínculos, que también registraron las cámaras, como “parte de la justicia de la vida, porque de allí se fueron porque se tuvieron que ir (...). No sé si voy o vengo, pero los hilos vuelven a unirse. No hubo una ruptura definitiva”. ■
“Mi caso es uno más, pero también demuestra que redundó en la feliz unión de dos culturas”.