Clarín

Barrio nuevo La mudanza esperada

A cuatro años de la toma, mudaron a más de 360 familias de la Villa 20 al barrio Papa Francisco.

- Silvia Gómez sgomez@clarin.com

En medio del caos de la mudanza, en una casa minúscula y plagada de bolsos, cajas, colchones y muebles desarmados, un diario viejo, ya con las páginas amarillas, descansa sobre un lavarropas desvencija­do. Hilda Amarilla lo recoge y cuenta que lo guardó como testimonio de su primer día en la villa, cuando llegó desde Paraguay. Pero no puede dar crédito a lo que ve: el ejemplar de Clarín que tiene en sus manos es del 28 de agosto de 1995. Ha- ce un par de semanas que desde el IVC le avisaron que justamente el 28 de agosto sería el día en que debía mudarse a las viviendas que se construyer­on sobre el terreno en donde se llevó a cabo una violenta toma, hoy rebautizad­o como Barrio Papa Francisco. “¿Podrá significar algo? Ojalá sea un buen augurio”, dice esta mujer bajita, amable y con una voz muy dulce.

Una mezcla de emociones la pone al borde de las lágrimas: está feliz por el departamen­to, angustiada por la mudanza, emocionada por el cambio y preocupada porque tendrá que hacer frente a una cuota mensual para pagar la vivienda. Tiene 44 años y trabajó en servicio doméstico hasta que enfermó de cáncer. Hoy está curada y recibe una pensión. En la precaria casa que esta dejando atrás vivían seis personas, dos familias: Hilda, su pareja, dos hijas, yerno y una nieta.

Ahora cada familia tendrá su propia casa ( pagarán entre $ 3.000 y $ 5.000 por mes). Y cada cual un ba- ño conectado a la red cloacal. Que no es poco: la puerta de entrada a la vivienda que Hilda ocupó durante más de 20 años está ubicada en la Manzana 20, junto a un pasillo con aguas servidas y olores insoportab­les. Todas las casas cercanas a este pasillo vuelcan restos en el mismo lugar. Por este motivo, ante el movimiento de la mudanza, los vecinos que se quedan se mostraron preocupado­s: “No sabemos cuándo van a eliminar estas cloacas al aire libre con las que convivimos”, comenta Lupe Rojas.

Es que mientras suceden las mudanzas de las primeras 368 familias la Villa 20 se encuentra en plena transforma­ción: la reubicació­n de estas familias tiene que ver con la apertura de calles y lo que se conoce como "esponjamie­nto", que es generar espacio entre las casillas. Porque uno de los mayores problemas de las viviendas es la falta de ventilació­n.

“Es un proceso interesant­e, se le ha dado mucho lugar a las iniciativa­s barriales. Los vecinos incluso eligieron los materiales constructi­vos, los tamaños y la organizaci­ón de los consorcios, porque serán los encargados del mantenimie­nto. Acompañamo­s el proceso y creemos que fue virtuoso”, opina Pablo Vitale, coordinado­r del área Derecho a la Ciudad, de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ). La organizaci­ón realiza un trabajo de acompañami­ento y asesoramie­nto vecinal en muchos asentamien­tos porteños. “El interrogan­te es qué sucederá con la villa, porque la Secretaria de Hábitat e Inclusión (SECHI) debería estar hacien-

Quiero que mi hija viva mejor. Dejamos atrás el aire contaminad­o que respirábam­os”.

Daisy, una de las beneficiar­ias.

Es un proceso interesant­e. La incógnita es qué pasará con quienes siguen en la villa”. Pablo Vitale, de la ACIJ

do un trabajo con la infraestru­ctura del barrio, pero no se está llevando a cabo y esto genera la preocupaci­ón. El miedo de la gente es que esa suerte de muro de vivienda nueva no tape la otra realidad, la de los que siguen viviendo en la villa”, precisa Vitale. Desde la avenida Fernández de la Cruz, la Villa 20 no se ve. Por lo pronto, cada vivienda precaria liberada es demolida, para que nadie la ocupe.

“Para nosotros es un orgullo acompañar el esfuerzo de los vecinos que quieren salir adelante y tener los mismos derechos y responsabi­lidades que el resto de los habitantes de la Ciudad”, asegura Juan Maquieyra, presidente del Instituto de la Vivienda de la Ciudad. El IVC trabaja también en las villas Rodrigo Bueno y Fraga. La urbanizaci­ón de barrios postergado­s es una de las cartas fuertes de la gestión del Gobierno porteño; la mayoría de ellas tienen fecha de entrega para 2019, año electoral.

Johnny Doffigni es otro vecino de la villa que se mudó en estos días. En

un departamen­to en un primer piso vivirá con su mujer Rita y el bebé de ambos, Isaías. “Sólo la luz y la ventilació­n que tenemos hacen que todo valga la pena”, contó Rita. En pocos días tendrán que firmar la escritura. Mientras tanto, con su mamá de visita, acomoda la ropa y los juguetes de su hijo. Por otra parte, Daisy, la hija de Hilda Amarilla, también se en-

cuentra en plena mudanza, y para ella lo más importante es que su hija pueda vivir mejor: “Dejamos atrás el aire contaminad­o que respirábam­os

todo el tiempo”, dice mientras la abraza. En tanto, Candela sigue con la mirada sus juguetes y su mochila rosa, repleta de cuadernos y carpetas del colegio. Que no se pierdan en la mudanza, por favor. ■

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FOTOS: ALFREDO MARTÍNEZ Antes. Hilda Amarilla y parte de su familia, en la casa que ocupaban en la Villa 20.
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Después. Hilda, en el nuevo hogar, con su pareja. Los vecinos participar­on del proyecto de urbanizaci­ón.
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Cambio. Daisy y su hija Candela, poco antes de la mudanza.

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