Dos ópticas para la máquina de ser feliz
Un periodista especializado y una “primeriza” cuentan cómo fue el espectáculo del artista, que una vez más cautivó a sus seguidores. Cómo ser un adolescente a los 66 años
Posiblemente una de las cosas más impactantes de un show de Charly García sea su público. Su recital en el Gran Rex, La Torre de Tesla, agotó entradas en menos de media hora. Hoy, la calle está invadida de aquellos afortunados que vienen a verlo, y la vereda recientemente ensanchada de calle Corrientes ya les queda chica a los seguidores del maestro del rock.
Pero no se trata sólo de cantidad, sino de edad: casi la mitad del teatro está repleto de chicos y chicas que terminaron la secundaria hace no más de 10 años. Lejos de ser arrastrados por sus padres o abuelos, vienen en grupos de amigos, con hermanos, y hasta con su pareja. Son los jóvenes que llegaron cuando el bigote ya estaba canoso, que se perdieron al Charly de Sui Generis y de Serú Girán, y que aún se siguen contagiando de esta fiebre de rock que parece no tener final. ¿Qué es lo que verdaderamente los convoca ante la figura de un tipo que apenas llegaron a conocer?
Sin preámbulos, comienza con El aguante y desata un pogo imparable en las primeras filas de la sala. No le va a quedar ni una sin tocar: Rezo por vos, Cerca de la revolución, Los Dinosaurios. En pocos minutos, García logra que no haya uno solo en toda la sala que esté quieto: el que no está saltando está bailando, el que no está bailando está cantando, y el que no está cantando está moviendo la cabeza o el pie desde la butaca.
La nostalgia de un recuerdo que muchos nunca vivieron se apodera de cada uno de los presentes, y los himnos de rock hipnotizan a todos los espectadores. Los aplausos se superponen con las melodías y los gritos no cesan. Caen lágrimas, crecen las sonrisas, no para de agitarse esa mano en el aire. Charly disfruta cada segundo. Juega a interrumpir las canciones, habla en inglés, y hasta encuentra un doble suyo en la primera fila. Su autenticidad e ironía están intactas.
Y precisamente ese es el componente que tanto atrae a los jóvenes a verlo: Charly es igual a cada uno de ellos. Porque a pesar de que pasa los 60, su esencia siempre será la de un veinteañero apasionado, encerrado en el cuerpo de un hombre que hoy no puede levantarse de su asiento. ■