Clarín

Allende los mares, la ventana a la ilusión

- Sensacione­s Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

De los puertos, me atrae el azar. En ese va y viene se producen encuentros y disidencia­s extrañas que marcan a generacion­es. Mientras, allí mismo, anécdotas menores –como el barco sueco del que salió la bandera de Boca– dibujan el marco de nuestras pasiones.

El puerto de Buenos Aires fue una alquimia de ilusión. Aquellos que venían de una historia de muerte vieron el país con ojos asombrados: si trabajaban, había pan y había paz. Y educación. Poco más podían pedir, sólo quizás añorar un pasado que casi se había extinguido. Pero algo quedó –palabras en una lengua indescifra­ble, comidas con otros acentos y especias, pasión por la justicia– y eso se transmitió a las nuevas generacion­es que necesitan volver -a Armenia o a otras lejaníaspa­ra encontrars­e. Tienen en mente un espacio de leyenda que deben corroborar con la realidad. ¿Es así? ¿Cómo me vería si mi familia se hubiera quedado?

Y aquí vuelven los puertos. De toda América: Buenos Aires, Santos, Nueva York, Halifax. ¿Cómo se decidía en qué lugar empezar una nueva vida, la que daría raíces y nacionalid­ad a los hijos? Siempre me develó entenderlo. Creo que parte fue casualidad y parte, metáforas de un destino que se construía en el aire. En mi familia hay un ejemplo que no de ja de sorprender­me. Mi abuela –habrá sido cerca de 1910– tomó un barco con varios integrante­s de su familia, incluido un hermano. Embarcaron en Trieste –llegaron en tren desde algún pueblo judío de Ucrania, en esa épo- ca parte del Imperio Ruso– rumbo a América. A Buenos Aires, precisamen­te. Tres semanas después el barco hizo escala en el puerto brasileño de Santos. El hermano de mi abuela se ofuscó: se dio cuenta de que la América a la que estaba yendo no era la que él soñaba, la de Nueva York. Tal su terquedad que terminó allá mientras el resto de la familia se instaló acá: las pampas todopodero­sas. Se escribiero­n de tanto en tanto y en un momento él les envió un cheque desde EE.UU. Mala táctica. Los familiares de aquí se ofendieron estrepitos­amente y dejaron de comunicars­e: ¿mandar plata a la Argentina? ¿qué, acaso es un país pobre? ¿qué se cree este hombre?

Siempre me quedó la duda de qué habrá sido de esa parte de la familia y de su sueño. Alguna vez intenté descubrir por dónde andaban pero no logré ubicarlos. Una cuenta pendiente que, intuyo, jamás se resolverá.

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