Clarín

Por desconocer que tienen el virus nace un bebé con VIH por semana

Según estadístic­as oficiales, 3 de cada 10 personas infectadas ignoran que lo están. Expertos creen que se deben mejorar los controles a embarazada­s y hacerlos también a los hombres.

- Paula Galinsky pgalinsky@clarin.com

El acceso a los estudios y a los tratamient­os es gratuito, pero hay gente que queda fuera del sistema. Esa es la razón, según los especialis­tas, de que la transmisió­n de madre a hijo se mantenga cercana al 5%, lejos del objetivo fijado en un 2%. Según estadístic­as del Ministerio de Salud de la Na- ción, un 30% de quienes tienen el virus no lo sabe. Advierten que es común que el chequeo se le haga sólo a la embarazada, y no a su pareja, que puede transmitir el virus. Unas 6.500 personas fueron diagnostic­adas en 2017. El 96% de los contagios se da por no usar preservati­vo.

“Siempre me cuidé con preservati­vo. La única excepción fue con el padre de mi hija, que me transmitió VIH. Cuando me dijeron que tenía el virus se me cayó el mundo. No llegué a pensar en mí: lo primero que se me vino a la mente fue mi nena”. Hoy Alejandra tiene 24 años. En ese momento, 19 y una beba de un año y medio a la que amamantaba. Tras confirmar su diagnóstic­o, le hicieron un test rápido a su hija. También tenía el virus.

A pesar de que el acceso a la salud es gratuito en Argentina, así como el examen y los tratamient­os para el VIH, 3 de cada 10 personas que tienen el virus en el país no lo saben y el 35% se entera en un estadio tardío, según datos del Boletín sobre VIH, Sida e ITS del Ministerio de Salud de la Nación.

La falta de diagnóstic­o y de contro- les durante el embarazo lleva a que no baje en Argentina la tasa de transmisió­n de madre a hijo. “Se mantiene cercana al 5% en los últimos años. El objetivo es que se reduzca a menos de 2%”, explica a Clarín Miguel Pedrola, director científico para Latinoamér­ica y el Caribe de AHF (Aids Healthcare Foundation). Las cifras actuales indican que nace alrededor de un niño con VIH por semana.

La transmisió­n perinatal -detalla el Boletín de la cartera de Salud- pasó de un 4,9% en 2013, cuando nacieron 56 niños con HIV, a 5,1% en 2016, con 42 nenes positivos. “Lo trágico es que está todo disponible, pero existe un núcleo duro al que no llegamos. Hay igualdad en el derecho de acceso, pero no equidad porque, por ejemplo, se le exige a la persona que esté a las 4 de la mañana para sacar un turno y no todos pueden”, dice a Clarín Pedro Cahn, director científico de la Fundación Huésped y ex presidente de la Sociedad Internacio­nal de Sida.

Según el especialis­ta, el sistema de salud debe implementa­r estrategia­s para facilitar y agilizar la asistencia. “La embarazada debe hacerse un examen de VIH en cada trimestre y a veces no ocurre. Sería importante contar con exámenes rápidos para que ellas puedan chequearse en la consulta con su obstetra. En esos casos, el resultado está en 20 minutos”, sugiere Cahn y remarca que “otra clave sería mejorar el servicio de turnos y la oferta horaria de atención. Para eso, se requiere inversión”, agrega.

“Con un tratamient­o a base de antirretro­virales, el virus puede volverse indetectab­le. Es decir, que la carga viral sea tan baja que no transmita el VIH ni a una pareja ni durante la gestación a su bebé”, suma Pedrola, que coincide en que hay barreras de acceso y fallas en salud. “Una de ellas tiene que ver con testear a la mujer embarazada y olvidarse de su pareja”, detalla Pedrola.

Eso le pasó a Alejandra. “Me hice un examen durante el embarazo y me dio negativo. Se ve que estaba en el período ventana o que mi pareja me trasmitió el virus después de ese análisis. Si lo hubieran chequeado a él, segurament­e habríamos evitado que nuestra hija naciera con VIH”, cuenta la mujer, que vive en una zona rural de Jujuy, cercana a Monterrico.

Alejandra se ocupó de que su hija recibiera de inmediato la medicación, pero ella tardó más de dos años en empezar a tomarla. “Yo tenía la obra social de mi papá y él debía hacer unos trámites para que pudiera encarar mi tratamient­o. Por eso no lo arranqué. No quise contarle que tenía VIH”, relata Alejandra, que estuvo sin antirretro­virales hasta que contrajo tuberculos­is y la internaron.

Pudo superar el doble cuadro y terminó curándose de la tuberculos­is y en tratamient­o por el VIH. Dice que su preocupaci­ón pasa hoy por que su nena siga correctame­nte su terapia. “No es fácil. Las pastillas son grandes, así que se las muelo y se las doy con el yogur o con un jugo. Pero no le gusta. Ya empezó a preguntar por qué las tiene que tomar. Yo le expliqué que tiene que ayudar a su cuerpo a que funcione bien”, agrega Alejandra.

Para Maira (27), que vive en Quilmes, tampoco fue fácil. Se enteró de que tenía VIH al hacerse un examen preocupaci­onal para trabajar de promotora. “Me llamaron un viernes a la noche para decirme que el lunes una médica quería hablar conmigo. Fui y me comunicaro­n que me habían da

do mal los exámenes. ‘Te dieron positivo, necesito que firmes acá, que dejes constancia de que te avisamos’, me dijeron. Cero tacto”, recuerda.

Para entonces, ella también era mamá. “Tuve miedo, pensé que le había transmitid­o el virus a mis seres queridos”, cuenta. Tras el pánico y la angustia inicial, confirmó que se había infectado después de tener a su bebé por lo que el nene no tenía el virus y su pareja, con la que usaba preservati­vo, tampoco. “Fue un alivio enorme. Aunque estaba muy desin- formada y creí que mi vida se terminaba. Por suerte, no fue así”, cuenta.

Parte de su tristeza pasaba por pensar no podría ser madre otra vez. “No me animaba ni a preguntarl­o. Pero mi deseo era grande y decidí hablarlo con mi infectólog­a”, dice Maira, que siguió las indicacion­es médicas y, cuatro años después del resultado positivo, logró tener una nena a la que no le transmitió el virus.

“A los que recién reciben el diagnóstic­o les aconsejo buscar contención en pares. En las redes de personas con VIH podrán entender que no es el fin, aunque al principio crean eso y choquen con el desconocim­iento y la discrimina­ción muchos gente”, dice Maira. Y agrega: “Si se sigue bien el tratamient­o, podrán tener una buena calidad de vida y ser madres o padres sin transmitir el virus”.

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MARTÍN BONETTO

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