Clarín

Usan “cañones de estruendo” para frenar el ataque de gaviotas

- Carlos Guajardo

La utilizació­n de “cañones de estruendo” es el nuevo método puesto en práctica para evitar el ataque de la gaviota cocinera a la ballena Franca Austral en Península Valdés. También la utilizació­n de enzimas sobre los restos de pescados y mariscos, el alimento preferido de esas aves. “Hasta ahora nos está dando un buen resultado”, le dijo a Clarín Facundo Ursino, secretario de Ecología y Protección Ambiental de Puerto Madryn.

“Se trata de un caño de determinad­o diámetro conectado a una garrafa. Está unido a una especie de panel analógico. Se programa el tiempo en que se realizará el disparo que provocará el estruendo y ahuyentará a las gaviotas. Se han hecho estudios de impacto ambiental y también se conversó con la gente del aeropuerto El Tehuelche (de Madryn) para no pro- vocar inconvenie­ntes”. Los disparos se realizan entre las 7 y las 19 todos los días. Y con una frecuencia de entre 15 y 30 minutos. La metodologí­a está tercerizad­a. La realiza una empresa especialis­ta en la conservaci­ón de fauna en el Oeste de Madryn, sobre la ruta 4 que conduce a la meseta central. Es decir, lejos de la costa.

La nueva estrategia que cuenta con el aval del Instituto de Conservaci­ón de Ballenas (ICB) trata de mitigar el impacto de la gaviota cocinera sobre los cetáceos, cada vez más frecuentes y que en casos extremos puede provocar la muerte del animal. En el caso de la utilizació­n de enzimas Ursino explicó que “provoca un gusto diferente al residuo tanto olfativo como gustativo. Entonces las gaviotas se alejan porque no es el mismo gusto al que están acostumbra­das”.

La lucha contra los ataques tiene otros antecedent­es. Como por ejemplo la utilizació­n del “rifle sanitario” consistent­e en tirarle con rifles a las gaviotas durante el ataque con tiradores expertos y desde un barco. Pero no dio el resultado esperado.

Las gaviotas cocineras han aprendido a alimentars­e de la piel y la grasa de las ballenas francas vivas en Península Valdés. Se posan sobre la es- palda de las ballenas y con sus picos abren la piel para comer la grasa viva, un alimento muy energético. Los picotazos causan dolor a las ballenas, alteran su comportami­ento e incrementa­n su gasto de energía durante un período muy sensible de su ciclo vital: la crianza de los ballenatos. Así se ven obligadas a cambiar su postura de descanso arqueando la espalda para evitar los picotazos, que interrumpe­n el amamantami­ento, según informes del ICB.

El comportami­ento de ataque se presenta mayormente en gaviotas adultas, pero también en juveniles que lo aprenden por imitación. Además, los basurales urbanos y el descarte pesquero en el mar proveen alimento extra a estas aves, favorecien­do que crezcan las poblacione­s.

Los primeros ataques de gaviotas se observaron a fines del ’60. “En 1974 sólo el 1% de las ballenas francas tenían en sus lomos heridas producidas por las gaviotas. Sin embargo, ese porcentaje se incrementó al 38% en 1990, al 68% en 2000 y al 77% en 2008. No hay otro sitio en el mundo donde se registren ataques de gaviotas a ballenas con la intensidad y frecuencia de Península Valdés”, dice el ICB. ■

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Picotazo. Una gaviota cocinera, a punto de atacar a una ballena.

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