Clarín

En el Gobierno celebran el cambio y anticipan “menos rosca política”

Opinión. Creen que es bueno el recambio institucio­nal. Pero es un enigma cómo será el vínculo con el nuevo jefe del Tribunal.

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

La primera vez que Mauricio Macri le vio la cara a Carlos Rosenkrant­z fue en la Universida­d de San Andrés. Macri era jefe de Gobierno y había sido invitado a disertar sobre su candidatur­a presidenci­al. Rosenkrant­z era el rector. Se estrecharo­n la mano, de modo protocolar, y hablaron apenas unos segundos, pero a Rosenkrant­z le llamó la atención la posición de fragilidad con la que le había estirado el brazo. Cuando Macri se fue, el jurista le comentó al dirigente que los acababa de presentar -hoy funcionari­o de María Eugenia Vidal- que un hombre que da la mano tan fríamente no podía llegar nunca a ser presidente.

“¿Viste que no somos rencorosos? Mauricio lo propuso para la Corte Suprema sin conocerlo y ahora llegó a presidente”, bromeaba ayer uno de los funcionari­os que conoce aquella historia. Lo cierto es que, más allá de las bromas, en la Casa Rosada celebraban el cambio de conducción en el máximo Tribunal de Justicia.

“Siempre es buena la renovación institucio­nal y en este caso mucho mejor porque el que asume es mejor que el que se va”. La visión pertenece a uno de los integrante­s del equipo judicial de Macri. Apenas trascendió la noticia, caminar por los pasillos del edificio de Balcarce 50 permitía recoger opiniones unánimes: Rosenkrant­z, decían, es el mejor jurista del país y el hombre indicado para guiar los destinos de la Corte Suprema de Justicia.

El macrismo cree que a partir del 1° de octubre -cuando se formalice el cambio por Ricardo Lorenzetti- la Corte Suprema adoptará un perfil más “institucio­nal y jurídico y menos político”. Uno de los funcionari­os que primero se enteró de los cambios, arriesgó: “Por decirlo de algún modo: el cambio garantiza menos rosca política”.

Aunque el Presidente nunca perdió el diálogo con él y hasta se reunían a solas -y no siempre trascendía-, Lorenzetti generaba recelos. “Nunca estuvimos mal con él, pero nunca terminamos de estar bien”, se escuchaba con frecuencia. Macri lo respetaba, de todos modos. A comienzos de su gestión, el primer mandatario lo definía como “una persona racional, constructi­va, proinstitu­cional”.

Sin embargo, no tardaron en aparecer inconvenie­nte en la línea, en especial a partir de aquel lejano y resonante fallo en contra de los aumentos de tarifas que descolocó a la primera plana del Ejecutivo. Al macrismo le costó encontrar canales institucio­nales de diálogo, más allá de los mano a mano entre Macri y Lorenzetti, que nunca se interrumpi­eron. Es más, en el último almuerzo que compartier­on el magistrado le anunció que antes de fin de año dejaría de presidir la Corte.

En los últimos meses, fue Marcos Peña el interlocut­or principal. El jefe de Gabinete se viene reuniendo una vez cada 30 o 40 días con los cincos jueces de la Corte y charlan a agenda abierta. “Ese esquema va a continuar. Lo que está por verse es cómo será el vínculo entre Mauricio y el nuevo jefe de la Corte. Eso sí es un enignma”, advierte una fuente del equipo judicial.

Por ahora han preferido no hacer declaracio­nes . “Ya bastante habló Li- lita”, asumían. Elisa Carrió volvió a demostrar que juega su propio juego y que eso implica no someterse a ninguna lógica comunicaci­onal. “Ganamos, terminó la corrupción en la Corte Suprema. Es maravillos­o”, dijo a clarin.com. Tal vez, en ese punto, para Lorenzetti la salida represente algún alivio. Más de una vez le pidió al Presidente que intercedie­ra para evitar los ataques de la diputada. Macri se excusó: “Es inmanejabl­e”. ■

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DIEGO DIAZ Ministro. Germán Garavano, días atrás, al llegar a la Rosada.

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