“Apellidos manchados, ensuciados por el deshonor y por la bajeza”
Se creían todopoderosos. Creían que se llevaban el mundo por delante; empresarios y funcionarios que durante su época de esplendor se burlaban de la gente en la forma más grotesca. Se creían los amos del Universo, los dueños de miles de vidas de hombres y mujeres que se postraban ante el falso señorío y oprobiosa majestuosidad de la que alardeaban en forma obscena. Vidas fastuosas, autos de alta gama, propiedades pornográficamente lujosas, estancias obscenas. Eran poderosos, arrogantes, altivos, soberbios; gozaban con someter, con humillar; disfrutaban de su poder omnímodo para salpicar de barro a los débiles y desamparados. Dueños de fortunas adquiridas por medios impúdicos y escandalosos.
Pero de golpe chocaron contra un muro sólido, un muro implacable que los devolverá a la realidad más estremecedora. Todo acaba, pues ese poder y esa impunidad de la que gozaban se les escurrió como el agua entre los dedos. Las rejas serán el futuro hogar de esos bandidos de lujo. Tal vez dejarán grandes herencias a sus hijos, pero éstos heredarán lo peor que le pueda ocurrir a todo ser humano que quiera vivir con un poco de dignidad: apellidos manchados, ensuciados por la mugre, por el deshonor, por la bajeza. Apellidos que serán sinónimos de robo, de saqueo, de coima; apellidos que serán rechazados y despreciados. Apellidos que tardarán años en purificarse si es que sus infortunados portadores comienzan a proceder con decencia, con honestidad, con dignidad. Serán muchos años de un suplicio que deberán llevar a cuestas; un calvario doloroso y trágico. Kirchner, De Vido, López, Baratta, Parrilli, Uberti, Clarens, Wagner, Thomas, Báez, Jaime, Pérez Gadín, Manzanares, Ulloa, Calcaterra, Roggio, Pescarmona...Y siguen muchos más.
Todos apellidos vergonzosos, todos apellidos ensuciados por ese monstruo al que adoraron sin disimulo y en forma obsesiva: la corrupción.