Clarín

Un estado de ánimo compartido

- Ricardo Kirschbaum

Así no vamos a ningún lado. No estamos hablando de economía con un horizonte, prometido, para dentro de cuatro años ni de los juicios por corrupción que avanzan un paso y retroceden dos. Se trata, simplement­e, del tránsito: ir de un lado a otro de la Ciudad de Buenos Aires es una epopeya. La ciudad del tránsito lento, complicado, y por momentos verdaderam­ente exasperant­e.

El Gobierno porteño se lanzó a competir por cerrar calles con los piqueteros, y a veces les gana. Lo hace con fervor (pero nada que ver con el Fervor de Buenos Aires de Borges) y consigue hacerle hervir la sangre a la gente. Hay obras que son necesarias y han sido reclamadas largamente, como el Paseo del Bajo, otro caos necesario. Hay otras que pueden ser polémicas como el angostamie­nto de la calle Corrientes, que convierte al tránsito en una verdadera tortura en una obra que se extiende en el tiempo y en varios barrios atravesado­s por esa avenida.

Al mismo tiempo, ahora clausuran Juan B. Justo para eliminar el puente sobre la avenina Córdoba. Tendrá sus razones urbanístic­as -el bajo del puente era una “no-zona”- y también estéticas. Otra obra que puede ser considerad­a imprescind­ible para eliminar los pasos a nivel que provocaban un atasco periódico por la circulació­n del tren.

Como si fuera poco, se ha dispuesto que la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de la Juventud se realice en la Avenida 9 de Julio. Por los preparativ­os, quedó cerrada. El tránsito, otra vez, un problema serio.

Ahora sumemos. Si el Bajo está afectado por obras, Corrientes también y las avenidas Córdoba y Juan B. Justo con problemas por la demolición del puente, el lugar elegido para la ceremonia de los Juegos parece un exceso.

Tres días con la 9 de Julio de medio cerrada a cerrada del todo es mucho.

Para inaugurar estas Olimpíadas de la Juventud, que son bienvenida­s, ¿realmente hacía falta clausurar el nudo del Obelisco?

Se dirá que esta fiesta estaba programada desde hace mucho tiempo y que se pensó como una plataforma para atraer a Buenos Ai- res más turismo, tan necesario, utilizando el emblema del Obelisco. Eso para explicar por qué no se hizo la ceremonia en un estadio, como ocurre en cualquier parte del mundo cuando se abren o cierran estos Juegos Olímpicos. Sobran estadios para que este tipo de aperturas se luzcan y también hay recursos y talentos para promociona­r la Ciudad, si ese es el objetivo, para el turismo extranjero.

Y en todo caso la pregunta sería: ¿por qué no se programaro­n algunas obras teniendo como dato que la ceremonia inaugural se iba a hacer en el Centro mismo de la Ciudad? Una política de administra­ción y de anticipaci­ón de los problemas que acarrea realizar obras simultánea­s y muchas veces contiguas, como es este caso. Y que están a la vista.

Si hay que sumar, además, los cortes de calles por protestas políticas o de otro carácter, hay que convenir que el desplazami­ento es una aventura cotidiana. Muchas veces agravado por la propia conducta de los porteños que en su afán de avanzar por las calles atestadas crean muchos problemas adicionale­s que fogonean el mal humor ciudadano.

Buenos Aires es la ciudad del corte agregado. El problema que no se mide: los otros cortes que provocan los cortes. En abril, Rodríguez Larreta, incansable recorriend­o la Ciudad y las obras, se sinceró brutalment­e: “Estoy hinchado las pelotas con los cortes de calle”. En ese estado de ánimo, no está solo. ■

Desplazars­e por Buenos Aires es muy difícil. Hay empeños que aumentan mucho esa dificultad.

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