Por ley, ya pueden entrar más de dos personas a un albergue transitorio
La actividad estaba regulada por una norma que sólo autorizaba el ingreso de parejas. En el ambiente celebran que ya no tendrán que esconderse. Los dueños de los hoteles también apoyan la medida porque el sector viene perdiendo clientela.
Reformaron el Código de Habilitaciones que estaba vigente desde hacía cuatro décadas, época de la dictadura, y sólo autorizaba el ingreso de parejas a los hoteles alojamiento. La Legislatura porteña aprobó por unanimidad el cambio. Y éste fue festejado por el ambiente de los “swingers”, que ase- guran que ahora ya no tendrán que ocultarse. En la última década se habían cerrado 50 establecimientos y esperan que, por la nueva normativa, recuperen huéspedes y haya una reactivación del sector. Otra novedad: se les permitirá publicitar sus servicios, algo que hasta ahora estaba vedado.
Muchas veces Cristian y Mirna debieron escabullirse detrás de los asientos de un auto con vidrios polarizados para entrar a un albergue transitorio. Muchas veces tuvieron que correr por los pasillos para evitar ser vistos entrando en grupo a una habitación. Muchas veces hablaron con las parejas con las que hacen intercambios en la cama y se preguntaron por qué: por qué debían esconderse. Muchas veces fue así, pero ya no lo será.
La Legislatura porteña aprobó ayer una serie de cambios al Código de Habilitaciones y Verificaciones. Las modificaciones fueron sobre los artículos que regulan el funcionamiento en albergues transitorios. En especial, aquel que imponía un máximo de hasta dos personas por habitación. Ahora la cantidad se adecuará al espacio máximo de la habitación, sin limitaciones. Así se permitirán tríos y parejas swingers.
“Estamos muy contentos. Levantar la restricción equilibra las normas a los tiempos actuales, más abiertos”, dice Mirna, de 36 años. Con Cristian llevan 15 de pareja y 13 en el ambiente -así lo llaman-. Dicen que el ambiente es más grande y cotidiano de lo que la mayoría imagina. Que hay parejas de 25 y de 70, o incluso más. Que se puede creer en el matrimonio, en el amor de familia y también vivir una sexualidad libre.
También dicen que la actualización de la ley es una ganancia doble: a los dueños de los hoteles de alojamiento les retribuye en sus bolsillos, al captar un nuevo público; y a ellos, los swingers, les da un lugar de pertenencia, por fuera de la clandestinidad. Cristian amplía: “A veces tenés atracción con otra pareja y no querés tener sexo en un reservado de boliche y se complica conseguir otro lugar, tenemos chicos y no podemos venir a casa”.
No por hijos, pero a Sebastián y a Cielo, también se les complica. Tie- nen 33 y 36 años, viven juntos y cuando abrieron la pareja a otros lo hicieron en su casa, por no tener otro espacio. “Lo bueno de la reforma es que ahora no tenemos que estar entrando desconocidos a nuestra cama”, dice él. Ella agrega: “Es más seguro, para nosotros y para el que se suma. Si hay una fantasía, se va a concretar. El tema es que se haga en un lugar seguro y con reglas claras”.
El Código que regulaba la actividad regía desde 1978, tiempos de la Dictadura en los que el sexo también era tabú. En la antigua ley, los hoteles alojamiento formaban parte de actividades consideradas “no honorables ni útiles”. Esa concepción cambió ayer, después de 54 votos positivos y dos abstenciones. Y junto a la aceptación de tríos y swingers, también se habilitó hacer publicidad de los albergues, y el hospedaje por horas y no sólo para tener sexo.
“Más que una real aceptación de nuestra amplitud sexual, la restricción numérica se levanta por un tema económico. Son épocas difíciles, los albergues tienen cada vez menos clientes y sumarnos podría ayudarlos”, evalúa Daniel Bracamonte. Hace 40 años está casado con Beatriz Musachio, desde hace más de dos décadas son swingers. El matrimonio es uno de los más conocidos del ambiente: a principio de los 2000 intentaron crear la Asociación Argentina de Swingers. La Inspección General de Justicia no se los permitió. Fueron a la Justicia y también se lo negaron.
La lectura de Daniel no parece alocada en los números. En los últimos diez años cerraron 50 hoteles. Sus dueños dicen que la pérdida de la rentabilidad ya superó el 60%, a partir del aumento de las tarifas, los juicios la- borales y otras cuestiones sociales, como la inseguridad, por la que los padres aceptan que sus hijos pasen la noche junto a sus parejas en la propia casa.
El legislador porteño Sergio Abrevaya escuchó a propietarios y clientes. Fue el autor del proyecto. Esta vez logró lo que en 2009 no se había podido. Porque no fue la primera vez en la que el sexo grupal en albergues se discutió en la Legislatura. “Ahora hay mayor aceptación e información. Hay muchas películas, lo de poliamor que nada tiene que ver con los swinger, pero habla de mayor apertura”, dice Laura, de 52 años. Es coordinadora de un boliche del mundo swinger. Sobre la aprobación de la ley, sintetiza: “Me parece buenísimo porque es como que uno tiene que estar escondiéndose para todo. Esconderse para ir a un boliche, a un hotel. Se esconde uno en el baúl, uno atrás. No vamos con un cartel que dice soy swinger pero tampoco nos tenemos que esconder”. ■
La cantidad de gente que podrá pasar dependerá del espacio de las habitaciones.