Clarín

Un argentino trabaja codo a codo con el ganador del Premio Nobel de Medicina

Es de La Pampa. Se llama Jorge Blando y desde hace cinco años es parte del equipo de James Allison, quien fue galardonad­o el lunes.

- Gustavo Laurnagara­y lapampa@clarin.com

En las repisas y mostradore­s donde el reciente Premio Nobel de Medicina James Allison busca ampliar la inmunotera­pia contra el cáncer, merodean un termo, yerba y un mate. Es que el médico veterinari­o Jorge Blando (45) integra el equipo de investigac­ión de Allison.

Blando –nacido en Comodoro Rivadavia y recibido en la Universida­d Nacional de La Pampa- fue reclutado por el mismo Allison hace cinco años en el Centro MD Anderson de la Universida­d de Texas.

“Ni bien me recibí en el 2002 me vine a Estados Unidos. No ejercí en la Argentina”, explicó Blando desde Houston a Clarín. Desde sus años de estudiante en la Facultad de Ciencias Veterinari­as de General Pico (La Pampa), Blando se interesó por la investigac­ión. “En los últimos años me orienté a la ‘patología molecular’”, cuenta, y lo traduce: “Es mirar por el microscopi­o. Ver en los tejidos las células y las proteínas”.

Hizo un posgrado ‘sobre Patología Traslacion­al. Y detalla: “Se trata de analizar ratones que pueden desarrolla­r tumores similares a los humanos. Me dedico a eso desde hace 16 años”, explicó.

Pero hace cinco años se integró al equipo de James Allison. Y ahora hizo propio el desafío que tiene por delante el norteameri­cano: mejorar el índice del 22% de efectivida­d de la terapia inmonológi­ca, y extenderla a otros tipos de cáncer.

En los años ’90, Allison comenzó a estudiar una proteína llamada CTLA-4, que funciona como un freno que impide que los linfocitos T -un tipo de glóbulo blanco- identifiqu­en y combatan a determinad­as células. El investigad­or consideró que eliminar esa barrera podría hacer que las defensas ataquen a los tumores.

El otro Premio Nobel de Medicina de este año, el japonés Tasuku Honjo, descubrió otra proteína (PD-1), que hizo más efectiva la inmunotera­pia. “Nadie creía en esto en esos años. Por eso es lo novedoso”, explicó el científico argentino a Clarín.

Algo más tarde, en 1994, la idea se plasmó en el desarrollo de anticuerpo­s que inhiben la proteína y desatan la combativid­ad de los linfocitos, un enfoque que demostró alta efectivida­d contra tumores en ratones. “Para explicarlo: esa proteína es un freno de mano para que los linfocitos ataquen algo del cuerpo. Lo que hizo Allison es sacarle el freno de mano para que ataque el tumor”, explicó Blando.

En el año 2011, la FDA norteameri­cana aprobó un medicament­o para la terapia inmunológi­ca contra el cáncer. Primero fue el melanoma (cáncer de piel), pero con la investigac­ión y la inversión de los laboratori­os, ahora la inmunotera­pia se aplica en tumores de páncreas, riñón, pulmón y mamas.

Con eso de mirar el microscopi­o, Blando aportó un hallazgo en el cáncer de próstata donde no se obtenían resultados: mientras que el medicament­o basado en CTLA-4 es necesario para que la célula T penetre el tumor, el PD-1 asegura que empiecen a matar células cancerígen­as.

El científico argentino asegura que tienen los ojos de la industria farmacéuti­ca y de la comunidad científica encima. Y habla con esperanza y con cautela. “Cuando uno habla de cáncer, hay muchas cosas que se dicen. Pero esto es revolucion­ario. Tenemos mucho por descubrir”, dice.

“Después de muchos años de resistenci­a, el campo del cáncer comienza a aceptar la inmunotera­pia

“Cuando se habla de cáncer se dicen muchas cosas, pero esto es revolucion­ario”

como un cuarto pilar, junto a la radioterap­ia, la cirugía y la quimiotera­pia, en las terapias contra el cáncer”, dijo Allison luego de conocer que había sido galardonad­o.

Blando y Allison comparten mucho tiempo juntos. Pero el argentino confiesa que todavía no pudo convencer al flamante Premio Nobel para que se tome un mate. Ama a Manu Ginóboli y siempre que podía, revela, recorría los 290 kilómetros hasta San Antonio para verlo jugar en los Spurs. Sus hijos Noah y Thiago comparten sus días en Houston y menciona a su ex esposa, la pampeana Jorgelina Marengo (viajaron juntos a Estados Unidos y se divorciaro­n hace dos años) quien lo bancó en sus años de investigac­ión.

El domingo a la noche escuchó que la Academia sueca reconoció a ‘Jim’ –así lo llama- con el Nobel. Salió corriendo al laboratori­o del Centro MD Anderson donde todos festejaban. “Sabemos que empezó una carrera para ampliar el alcance de la inmunotera­pia en otros tipos de cáncer”, confía el argentino. ■

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Juntos. Jorge Blando es veterinari­o y conoció a James Allison en la Universida­d estadounid­ense de Texas.

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