Aira y una coherencia artística nunca vista desde Borges
Aira es el escritor que más ha aportado a la narrativa en los últimos cuarenta años. Esto no es ajeno a la cantidad de libros, cien o más, que escribió, aunque haya sido tomado como motivo de broma por los distraídos; en realidad, se trata de una armonía no preestablecida, pero enunciada como programa desde el vamos, entre el proyecto y la proporción. Los libros exponen un método y un sistema; observados con perspectiva, adquieren una coherencia artística nunca observada en nuestras letras desde Borges (temo supersticiosamente, al invocar este nombre, alejar a Aira del Nobel). En Borges, sin embargo, la coherencia está observada acaso de manera más categórica, con una custodia crítica no ajena a las contradicciones de la edad.
Tratados individualmente los libros de Aira muestran diferencias de grado, factura y calidad (y hasta de opinión), claro. Operan y gravitan en conjunto como una obra de extrema consistencia, que puede ser leída, consultada, estudiada, y en la que se concentran, aunque cambie de géneros, temas como el tiempo, el amor la política, la sexualidad, el arte, la moda y la muerte; prevalecen valores formales o estéticos que no se dejan definir de antemano, como en Duchamp. De manera muy singular, siempre, sin falsa solemnidad, sin, sobre todo, “profundiotismo”, mal argentino por antonomasia.
Mi investigación o, mejor dicho, mi pesquisa se resigna a la literatura en castellano. Para alcanzar una objetividad que otros apreciarán mejor, arriesgo sin ánimo de eclipse, un nombre, un exponente más convencional, previsible, y cuya labor como traductor resulta igualmente sólida: Javier Marías.
Sin suficiencia ni fanatismo, creo no equivocarme con Aira. Puede ser que en otra literatura nacional se aloje alguien parecido, alguien a la vez tan paradójicamente poderoso y frágil, pero no lo conozco.