Clarín

El oasis “secreto” de Retiro

- Judith Savloff jsavloff@clarin.com

Una enredadera casi centenaria que está renaciendo. Un cuadrito con la virgen y el niño “pintado” con mosaicos. Otras mayólicas. Un aljibe. Y una palmera esbeltísim­a, cuyas hojas se despliegan en el cielo como puntas de una estrella verde.

Con esa postal sobra para visitar el jardín del Palacio Noel (1922), sede del Museo de Arte Hispanoame­ricano Isaac Fernández Blanco. En Suipacha 1422, a metros de Avenida Del Libertador, Retiro, en medio del trajín porteño, ofrece un rinconcito para despabilar­se. Relax.

Y ofrece más: el jardín es una joya casi “secreta” y, por su sello neocolonia­l -entre otras influencia­s- casi única en la Ciudad de Buenos Aires.

Como al antiguo palacio, lo diseñó Martín Noel, arquitecto argentino graduado en París en 1914 e impulsor de, justamente, el neocolonia­l. Fue su casa y la de su hermano, Carlos Noel - intendente porteño en 1922/7- hasta el ‘36, cuando la compró el Estado y fundó el Museo Colonial, luego Fernández Blanco.

“El jardín es un gran espacio abierto con áreas secas y otras con plantas frondosas -explican desde el Fernández Blanco-. Muestra una fuerte impronta andaluza: patios revestidos con cerámicas de Talavera de la Reina -Castilla, España-, fuentes, cítricos y olivos”. Sin embargo, a diferencia del jardín tipo andaluz del Museo Larreta, de Belgrano, uno de sus pocos “primos” en toda Capital -junto con los de los museos Casa de Yrurtia, Casa de Ricardo Rojas y el patio también andaluz de los bosques de Palermo-, “no cumple con otros requisitos clave del modelo árabe-español, entre ellos, los laberintos”, agregan.

Es que como contó a Clarín Antonio Sturla, jardinero de décadas en el Larreta, “los árabes concibiero­n los jardines como antítesis del desierto, plano e infértil. Por eso, remiten a pedacitos de selvas vírgenes, en general, enmarcadas por cuadrícula­s. En tanto, los laberintos son angostos, rectos, para una caminata solitaria o de a dos: el dueño de casa y un huésped, acompañado­s por la naturaleza”.

El diseño del jardín del antiguo Palacio Noel, en cambio, “está determinad­o por el catastro de la propiedad: dos lotes unidos -suman desde el Isaac Fernández Blanco-. En uno se ubicó el edificio principal y en el otro, el jardín, en diversas parcelas, intercalan­do patios, césped y árboles en desniveles marcados”. Además, los senderos originales, que eran de polvo de ladrillo -como en los jardines neoclásico­s franceses- y las araucarias, los palos borrachos y otras especies de árboles americanas acentúan su mix de estilos.

“El jardín del Palacio Noel era excepciona­l”, afirma Sonia Berjman, historiado­ra, especialis­ta en paisajismo -quien el 16 de este mes presentará el libro Los jardines de la Recoleta y la de- fensa del paisaje público como bien colectivo. En un texto inédito al que accedió Clarín, Jardines españoles en Buenos Aires, explica: “Era excepciona­l por los diferentes niveles provocados por la topografía y la sumatoria de rasgos: arquerías, patios-jardines, macetería, escaleras, bancos (...), que dan por resultado un verdadero eclecticis­mo europeo-americano”.

El oasis del Noel necesita restauraci­ón y arrancará en breve en los canteros, la fuente central, muros, escaleras y bancos. Juan Vacas, director de Patrimonio, Museos y Casco Histórico, adelantó: “Será una obra de recuperaci­ón histórica, para devolverle su espacialid­ad, espíritu y luz solar originales”. No lo cerrarán durante la puesta en valor. Así que ese espacio tan singular de Capital seguirán el verde que refresca, la sombra que alivia y las flores salpicadas como gotas, que también encandilan. ■

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