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Fracasó la cumbre por el Brexit y la UE atraviesa la mayor crisis de su historia

El dilema del Brexit. Podrían estirarse los plazos de la transición a la espera de un nuevo gobierno británico La premier Theresa May no ofreció ninguna propuesta que resuelva el problema de la frontera con Irlanda, el mayor escollo. Bruselas analiza un p

- Idafe Martin elmundo@clarin.com

La premier británica Theresa May no presentó una propuesta creíble para el resto de los miembros del bloque, que resuelva los problemas de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Bruselas analiza un plan preventivo para una separación sin acuerdo.

El ‘Brexit’, la salida británica de la Unión Europea, primera de un país miembro, se acerca con menos de seis meses por delante, pero el acuerdo del divorcio se aleja por la impotencia de la premier británica. La cumbre de anoche en Bruselas volvió a dejar claro que los europeos tienen todas las cartas de la baraja y que Theresa May sigue entre la espada de Bruselas y la pared que sostienen los halcones de su partido conservado­r, que querrían romper por las bravas con la UE para “retomar el control”.

Es una pura ficción de recuperaci­ón de soberanía en pleno siglo XXI, una vuelta a la grandeza del Imperio Británico que no se sostiene ante el gigantismo de potencias como EE.UU. o China. Decía hace años en una entrevista a Clarín el ex premier ministro italiano Enrico Letta: “En Europa hay dos tipos de países: los pequeños y los que todavía no saben que son pequeños”.

May llegó ayer a Bruselas avisada. El fracaso de la cumbre era inevitable. Es la mayor crisis en el marco de las negociacio­nes. El martes, el jefe del Consejo Europeo, Donald Tusk, le había pedido que presentara “propuestas constructi­vas”, le había dicho que la buena voluntad ya no era suficiente y que, más de dos años después del referéndum del ‘Brexit’, el tiempo se acaba.

May no presentó ningún plan. Repitió que “un acuerdo es posible”, pero su plan fue rechazado en septiembre y aceptar el de los europeos le supondría una rebelión interna. La mayor parte del acuerdo está hecho. La ‘factura’ de salida que deberá pagar el Reino Unido está acordada en la forma. Los números no se sabrán hasta dentro de varias décadas, pero rondaría los 60.000 millones de euros. Que Londres deberá pagar en euros y que la caída de la libra esterlina desde el referéndum (un 15% acumulado) encarece mes a mes.

Nadie duda ya de que se respetarán los derechos de los más de tres millones de europeos residentes en el Reino y del más de un millón de británicos que viven en otros países del bloque. Pero la hoy inexistent­e frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte sigue bloqueando la negociació­n. Europa propone dos fórmulas:

** La primera sería que el Reino Unido se mantuviera en la unión aduanera europea, pero sin poder -como prometiero­n los flautistas de Hamelín que apoyaron el ‘Brexit-’, firmar sus propios acuerdos comerciale­s con otros países.

** La segunda es aún más dolorosa para Londres. Irlanda del Norte seguiría en la unión aduanera mientras el resto del Reino Unido sale de ella. Eso conllevarí­a controles aduaneros dentro de territorio británico, algo que Londres ve como una injerencia inaceptabl­e en su soberanía.

Los europeos adelantaro­n esta semana la idea de que el período transitori­o desde la fecha de salida (29 de marzo de 2019) hasta la salida definitiva (31 de diciembre de 2020) se alargue un año. A nadie escapa que eso busca que sea otro el gobierno británico que asuma la negociació­n.

May se habría mostrado dispuesta a estudiar esa posibilida­d, otra humillació­n para los euroescépt­icos de su gobierno que temen que alargar los plazos paralice al Brexit. Europa no se mueve de ahí y May ve cómo pasa el tiempo. Su estrategia de intentar saltarse al negociador europeo, el ex canciller francés Michel Barnier, para negociar directamen­te con las capitales, se llevó ayer otra negativa.

Los otros 27 repitieron que quien negocia es Barnier y dieron al francés la prerrogati­va de decidir si hay avances para convocar otra cumbre en noviembre o va a su tradiciona­l cita antes de Navidad a prepararse para una ruptura abrupta. No apareció en las conferenci­as de prensa oficiales pero lo confirmó el primer ministro holandés Mark Rutte.

Algunos dirigentes empiezan a cansarse de reuniones vacías. Y de fracasos. El luxemburgu­és Xavier Bettel dijo ayer que está disponible “para volver aquí con tanta frecuencia como sea necesario si es para encontrar una solución, pero no para tomar café”. Bettel atacó a May donde más le duele, en la rebelión interna que intenta parar entre los miembros más nacionalis­tas de los conservado­res: “Incluso si aquí alcanzamos un acuerdo no hay garantías de que sea aprobado en Londres”.

La lituana Dalya Grybauskai­te dijo: “No sabemos qué quieren los británicos y, lo que es peor, ni siquiera ellos lo saben”. Las institucio­nes europeas son una máquina lenta, pero imparable cuando se pone en marcha.

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, explicó a los 27 (sin la presencia de May) los planes del brazo ejecutivo de la UE para que el bloque esté preparado, sobre todo en el plano económico, para una ruptura sin acuerdos. Los 27 pidieron a Juncker que acelerara esos preparativ­os. ■

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AFP Cumbre vacía. Theresa May, en Bruselas. El fracaso de la cumbre torna imprevisib­le el destino del Brexit.

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