La ciencia, conmovida por el médico que resultó ser un gran falsificador
Sus investigaciones dieron esperanzas sobre tratamientos para insuficiencias cardíacas. Fue un fraude.
Hace poco cumplió 80 años. Aunque buena parte de su vida fue agasajado con los laureles de la ciencia, desde 2013 transita un lento y doloroso proceso de rechazo de parte del ámbito académico. Por eso, ahora que se confirmaron las sospechas de que había mentido en los datos de al menos 31 papers que profundizaban en un esperanzador procedimiento con células madre para la cura de deficiencias cardíacas, Piero Anversa atraviesa sus peores días. Porque aunque había tenido que dejar su puesto en la Universidad de Harvard en 2015, la prestigiosa casa de estudios -se supo esta semana- inició una batalla para que las revistas científicas que publicaron las investigaciones de Anversa se “retracten” de esos textos.
Pero, ¿quién es Piero Anversa? Todavía viven en la Web algunos pocos datos de su perfil. De hecho, pueden hallarse en la página del que hasta hace dos años fue su principal lugar de trabajo: el Instituto de Investigación Regenerativa Integrada de la Universidad Estatal de San Diego.
Ahí se dice que que nació en Parma, Italia, donde se recibió de médico, hasta que se mudó a EE.UU. Hizo carrera en instituciones de alto prestigio como el New York Medical College (NYAC), donde dirigió su Instituto de Investigaciones Cardiovasculares, y en la Harvard Medical School, puntualmente en el Instituto de Medicina Regenerativa del Brigham and Women’s, todas casas de altos estudios que ahora le dan la espalda.
La descripción plasmada con esmero optimista en la página de la Universidad de San Diego sin dudas ignora las fuertes acusaciones contra Anversa que se conocieron ahora: “Ha sido honrado como un científico distinguido y con un premio por logros en sus investigaciones por la American Heart Association”.
Y continúa: “Su investigación se ha centrado en la muerte, el crecimiento y la regeneración del miocardio en condiciones fisiológicas y fisiopatológicas. Ha identificado el papel crítico que tienen las células madre cardíacas residentes y las células madre hematopoyéticas en la reparación del corazón defectuoso”.
Así lo describía, en junio, una nota del diario español El País: “El nombre de Piero Anversa es ya un referente en la investigación del infarto y la insuficiencia cardíaca. Su mérito es haber sido uno de los primeros en observar que el co- razón conserva cierta capacidad de regeneración. Para este investigador (...) el corazón posee una plasticidad que ya no admite dudas porque sus células mueren, pero también vuelven a nacer”.
En una publicación del NYAC, el propio Anversa se autoelogiaba de este modo: “Si se reúnen 3.000 cardiólogos para definir la insuficiencia cardíaca se obtendrán 3.000 opiniones diferentes. La mía es sencilla: muerte celular. No hay insuficiencia cardíaca sin muerte ce- lular, y por eso estudio la muerte y el crecimiento de las células, los dos sucesos celulares determinantes de la aparición y la progresión de la insuficiencia cardíaca”. Y agregaba: “Si conseguimos probar la existencia de células madre cardíacas y hacerlas migrar hacia la zona lesionada, podríamos llegar a reparar el músculo cardíaco dañado y reducir la insuficiencia cardíaca”.
Por años, hasta ahora, les hizo creer a todos que así era. ■