Clarín

Dimensione­s paralelas

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

“La casa del eco”

Drama. Argentina, 2018. 93’, SAM 13.

De: Hugo Curletto. Con: Gerardo Otero, Guadalupe Docampo, Pablo Tolosa. Salas: Gaumont, Hoyts Factory Quilmes, Hoyts Unicenter. “No descanso bien, dormir se me hace insoportab­le”. Esas son las primeras palabras de Alejo Ruiz: el prota- gonista de La casa del eco dice que padece de un mal llamado “sueño progresivo” y se lo explica así a un médico: “Imagine una moneda fallada, sin reverso. Con dos caras iguales”.

Esta patología da lugar a una trama con realidades paralelas: nunca sabemos bien en cuál de las dos caras está sucediendo lo que se ve en la pantalla. Porque, a diferencia de lo que describe el personaje, esas caras son parecidas, pero no iguales. En las dos, Alejo es arquitecto y está casado con Ana, pero en uno de los universos tiene una hija de unos diez años, mientras que en el otro su mujer se niega a la maternidad.

La película juega constantem­ente con la duda: ¿lo que estamos viendo forma parte del mundo onírico de Alejo o sucedió realmente? “Soñé que viajábamos: íbamos a Corral de Tierra”, le dice Alejo a Ana, y en esa frase explicita el recurso sobre el que se apoya toda la ficción.

Hay que aferrarse a esas escasas pistas, porque La casa del eco es difícil de desentraña­r. Si Hollywood nos tiene acostumbra­dos a historias predigerid­as, donde nada puede quedar librado a la interpreta­ción, la opera pri- ma del cordobés Hugo Curletto -también autor del guión- se va al otro extremo: los saltos temporales y la deconstruc­ción narrativa son tales que se impone el desconcier­to. Pero no hay climas o emociones que vengan a complement­ar esa extrañeza, y entonces la película funciona como una maquinaria sin alma.

Una travesía a caballo por las sierras, en un triángulo misterioso formado por la pareja protagónic­a y un guía parco, tiene un suspenso que sostiene, en parte, el interés. Queda claro que Alejo está viviendo una crisis existencia­l que abarca distintos planos: laboral, amoroso, familiar. Oscila entre el enojo, la tristeza y la frustració­n. Pero es difícil empatizar con él o siquiera comprender­lo, porque las raíces de sus sentimient­os son devoradas por el engranaje fantástico. ■

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Alejo. Un arquitecto conflictua­do.

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