Clarín

Cautela y caldo de gallina a la brasileña

- Ricardo Roa

Fue este jueves, en la reunión de editores del diario de referencia de una capital brasileña. El director de la redacción preguntó por quién votarán a presidente. Todos menos uno, dijeron Bolsonaro. ¿Qué pasó para que un extremista sin experienci­a de gestión y que no puede justificar el nivel de vida que lleva ganara el voto de personas que nunca hubieran imaginado votar a un candidato así? El de Bolsonaro es un fenómeno raro de entender. Un profesor de filosofía de izquierda, Bertoche Guimaraes, viralizó en las redes una explicació­n que fue también una autocrític­a: “No nos engañemos... Somos nosotros, el gran campo de las izquierdas, el que engendramo­s a Bolsonaro. No fue el voto de la derecha, fue el voto antiizquie­rda. Fue el voto anticorrup­ción”.

Un fanático quiso desalojar a Bolsonaro de este mundo con un cuchillo y consiguió lo que todos los fanáticos: el resultado opuesto. Lo catapultó victimizán­dolo. Lula también consiguió, con otro fanatismo, el resultado opuesto. Quiso instalar una victimizac­ión revolucion­aria y Haddad se le pegó: supuso que el carisma del jefe lo favorecerí­a. Fue al revés. El repudio a Lula venció al temor a Bolsonaro. Y si no hay una catástrofe antes, volverá a ocurrir: arrasó en primera vuelta y no hay sondeo que diga otra cosa para el balotaje. ¿Es demasiado decir arrasó? Sólo falta esperar una semana.

El gran interrogan­te es que hará Bolsonaro si llega al poder. O dicho de otro modo: cuánto hará de lo que dice que hará. A nosotros nos tiene que interesar mucho por la sencilla razón de que es nuestro principal socio. No cualquier vecino: el vecino de la cuadra. Para ganar la elección Bolsonaro adoptó un discurso antisistem­a que muchos de sus laderos han empezado a dejar de lado. Ahora dicen, por ejemplo, que será gradual tanto la reforma del sistema jubilatori­o como la razzia rápida prometida en la administra­ción.

Hay un dicho popular en Brasil: cautela y caldo de gallina no le hacen mal a nadie. Consejo que sigue Paulo Guedes, gurú económico de Bolsonaro y más que un Chicago boy, un veterano de Chicago, lo que la izquierda traduce automática­mente como ultraliber­al. Guedes moderó la retórica privatista extrema que no comparten algunos de los generales nacionalis­tas que acompañan al candidato, él mismo ex capitán. Y metió la marcha atrás con Petrobras, Eletrobras y Furnas aunque tiene en la mira muchas de las 41 empresas estatales que creó el PT, casi todas deficitari­as. También cajonearon el plan para consagrar al hijo de Bolsonaro jefe de la Cámara de Diputados, que se fragmentó como nunca: tendrá representa­ntes de 30 partidos.

Puntos de contacto con Brasil: la saturación por la corrupción, el drama de la insegurida­d y el cuestionam­iento a las élites. Diferencia: Macri, contracara de Cristina, gobierna en medio de la peor crisis económica en años. Bolsonaro no carga con ese problema. Otra: la religión peronista es más fuerte que el partido de Lula. El voto por Bolsonaro es anti Lula porque la gente asocia a Lula con la corrupción. ¿Acá será así con Cristina?

Con discurso extremo de un lado y nada de cambio del otro, no se discute que Bolsonaro gana y Bolsonaro baja el tono.

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