Clarín

Carlos Wagner, el organizado­r del cartel de la obra pública K

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El empresario Carlos Wagner, dueño de la constructo­ra Esuco y ex presidente de la Cámara Argentina de la Construcci­ón, tiene un complejo frente judicial vinculado a obras obtenidas durante el Gobierno Kirchneris­ta.

Wagner ya había tejido una relación personal con Julio De Vido cuando fue ministro de Néstor Kirchner en la gobernació­n de la provincia de Santa Cruz. Incluso, fue socio de Lázaro Báez en varios contratos públicos y un giro de una de sus empresas con base en Uruguay hizo un giro a través de Helvetic Services Group, la empresa que compró la financiera SGI llamada “La Rosadita” que era propiedad del ex financista Federico Elaskar, quien está doblemente pro- cesado por el juez Casanello.

El primer juez en procesarlo fue Sebastián Casanello quien lo encontró responsabl­e del delito de administra­ción fraudulent­a por una obra otorgada a través de AySa y en la que intervino Odebrecht, el gigante brasileño que admitió haber pagado sobornos en Argentina para obtener contratos. Desde entonces, Wagner tiene prohibició­n de salida del país y se le trabó un embargo de $ 500 millones.

Como presidente de la Cámara de la construcci­ón fue señalado en su momento por haber sido designado gracias a una modificaci­ón en los requisitos que se necesitaba­n para acceder a dicha posición. Todo fue respaldado por el entonces presidente Néstor Kirchner.

Desde ese momento su constructo­ra que era una pequeña empresa familiar, comenzó a contar con mayor envergadur­a. Así, terminó recibiendo casi 7.000 millones de pesos en obras durante la gestión anterior.

El titular de Esuco fue el responsabl­e de explicar cómo Julio De Vido bajaba directivas a la Cámara que él pre- sidió y se autodefini­ó como un gestor del sistema instaurado alrededor de la obra pública: es decir, qué empresas se sentaban en la mesa, y quiénes podían ofertar.

Era, en otras palabras, el encargado de que funcionara la cartelizac­ión de la obra pública.

Las obras se la repartían entre las grandes empresas y dejaban a las chicas sin contratos. Incluso, amenazó a los dueños de las pequeñas para que se retiraran de “licitacion­es” que el gobierno K le había dado a él.

Todo concluía con el pago a los ex funcionari­os del 20% del total del monto de obra y porcentaje­s similares se los anticipos de obras y certificac­iones que se iban liberando. ■

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