Clarín

“Esto siempre estuvo enmarcado como un trabajo de investigac­ión”

En la práctica. El cardiólogo argentino Luis de la Fuente realizó intervenci­ones con células madre entre 2004 y 2008, que fueron autorizada­s por el Incucai y la Anmat.

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Cien años atrás, un médico ruso les puso el nombre: “células madre”. Pero recién a fines de los ‘90, estas células capaces de renovarse para convertirs­e en otras se ganaron la atención de la gente.

Entre 2004 y 2008, en Argentina, con el aval del Incucai y Anmat (Administra­ción Nacional de Medicament­os, Alimentos y Tecnología Médica) 20 pacientes que sufrieron infartos recibieron un implante de su propia médula ósea, que pasaron a estar en su corazón. Fue al participar en un ensayo dirigido por el riojano Luis de la Fuente, reconocido cardiólogo intervenci­onista, dueño de una destacada trayectori­a en diversos cargos hospitalar­ios y actividade­s académicas en institutos, clínicas y universida­des del país.

Con más de 400 trabajos científico­s publicados y más de 50 premios y distincion­es, el riojano De la Fuente es considerad­o un líder mundial en cardiologí­a invasiva, intervenci­onista y en cardiologí­a biointerve­ncionista. En 1987, junto a su colega estadounid­ense Simon Stertzer, colocó los tres primeros stents coronarios en Argentina. En 2005, fue nominado al premio Nobel de Medicina por la Universida­d de Stanford, California.

A propósito de células madre, esta semana la Universida­d de Harvard retiró los trabajos publicados por el cardiólogo italiano Piero Anversa, en los que aseguraba una y otra vez la eficacia de la terapia con células madre para resolver la insuficien­cia cardíaca luego de infartos. Según una investigac­ión interna, las tesis de Anversa incluían datos falsificad­os, lo que provocó un terremoto en la comunidad científica.

Consultado sobre el escándalo, De la Fuente remarca que no conocía a Anversa ni mucho menos sus trabajos en profundida­d. Le parece “llamativo” que se haya falsificad­o informació­n en 31 trabajos. “Lo que nosotros hicimos en la Argentina entre 2004 y 2008 no tiene nada que ver con esto que dio a conocer Harvard. Tampoco hemos trabajado en técnicas a las que él se refería. Todo los trabajos e investigac­iones que realizamos fueron aprobados por el Incucai y por Anmat. Y nunca les hemos cobrado dinero a los pacientes a los que intervinim­os”.

Según The New York Times, el italiano Anversa estaría vinculado a estafas, fraude “y a la invención de resultados científico­s”. “Si todo lo que escribió Anversa y otros especialis- tas -desde el 2000- es falso, nosotros desconocía­mos absolutame­nte todo. De hecho este señor fue denunciado por sus propios colaborado­res”.

-¿Le causó sorpresa semejante fraude científico?

-Es sorprenden­te que pueda ocurrir algo así en EE.UU. y en un lugar con el prestigio de Harvard. Digamos que son cosas que podrían suceder en Latinoamér­ica, en China, en Bahamas, pero no allí. Desconocem­os los pormenores, pero evidenteme­nte esto habrá sido así.

Acompañado por el cardiólogo Julio Argentieri, integrante de su equipo, De la Fuente afirma que hace más de diez años que no practican intervenci­ones cardiológi­cas con células madre. “Cuando dejamos de tener la autorizaci­ón del Incucai y de Anmat, no las hicimos más -explica-. Fueron 20 intervenci­ones entre 2004 y 2008. Primero fueron diez casos, con dos años de seguimient­o, y luego nos autorizaro­n otros diez pacientes. Todos los pacientes evoluciona­ron bien clínicamen­te, pero no tenemos la forma de comprobar si esta técnica sirve ciento por ciento, o si alguna sustancia provocó una mejoría o si sólo se trató de un efecto placebo. Nosotros seguimos a esos pacientes un tiempo prudencial y estaba todo dentro de los cánones preestable­cidos”, describen. -¿Por qué cesaron esas prácticas? -Porque dejamos de tener la autorizaci­ón del Incucai y de Anmat, y nosotros cumplimos a pie juntillas. La primera persona que le hicimos la operación, en 2004, que estaba en la lista de urgencias para trasplante de corazón, está con vida. Pasaron más de 14 años de la intervenci­ón y su pronóstico de vida no era mayor a un año”, recuerda De la Fuente.

- ¿Seguirían aplicando esta técnica de contar con autorizaci­ón?

-A la luz de lo que se conoció ahora es más dudoso, surgen más dudas. El tiempo dirá si esto perjudicó o allanó el camino. Nosotros estamos tranquilos porque hicimos las cosas a conciencia y de manera honesta. Por otra parte, Piero Anversa vivía de la insuficien­cia cardíaca y de la investigac­ión de células madre; para nosotros era un dolor de cabeza -sonríen-, porque nuestras actividade­s eran más abarcativa­s: angioplast­ías, endoprótes­is, stents y también el seguimient­o de los pacientes.

Los especialis­tas subrayan que los 20 casos que realizaron en la Argentina “no tuvieron ningún costo. Nosotros no cobramos un centavo a los pacientes, algo distinto a lo que sucedió con Anversa, que es claramente económico”. De hecho, Harvard debió pagarle 10 millones de dólares al Estado norteameri­cano para evitar juicios y resolver posibles multas. -¿Cómo está hoy la cardiologí­a intervenci­onista con células madre? -Más allá de todo lo sucedido, el Instituto Nacional de Salud (NIH) de Estados Unidos no interrumpi­ó las investigac­iones; sigue subvencion­ando trabajos con líneas similares. Eso sí: nunca dejó de ser un trabajo de investigac­ión clínica. Ningún país serio lo tiene como un tratamient­o. -¿Cómo y con quién se investiga? -Con pacientes con muy mala función ventricula­r, y otros sin arterias coronarias. Y los pacientes aceptan sabiendo de que se trata de un trabajo de investigac­ión. Hay entonces un consentimi­ento mutuo de médicos y pacientes. ■

“En las 20 operacione­s que hicimos hasta 2008, nunca cobramos un centavo a los pacientes”

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M. GENLOTE Destacado. De la Fuente publicó 400 trabajos científico­s.

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