Clarín

Lo deportaron por una billetera: “No pude ni despedirme de mi hijo”

Separados. Había llegado a EE.UU. hace 18 años, donde formó una familia. Pero fue expulsado por un descuido y una trampa.

- Guillermo Villarreal mardelplat­a@clarin.com

Flavio Musmanno no consigue hacer pie en su Mar del Plata natal. Está desconcert­ado, turbado por la saga desafortun­ada que el pasado 28 de agosto comenzó en un descuido y terminó en una trampa: perdió la billetera y el hombre que la encontró y lo llamó para devolvérse­la montó un operativo para detenerlo. Era un agente de Migracione­s. Musmanno fue deportado desde los Estados Unidos por su condición de ilegal. Había llegado a ese país 18 años atrás, en busca de un futuro mejor.

En el año 2000, los padres de Musmanno tenían un mercado de barrio con un buen número de cuentas de fiado que fue necesario cerrar porque el negocio no estaba funcionand­o bien. Una noche -Musmanno cree que en represalia por esa decisiónal­guien incendió el local intenciona­lmente. No les quedó nada. Había trabajado como carpero en balnearios, también en un campo de golf; con el desempleo a tope ese año en Mar del Plata resolvió irse del país. "Fue la alternativ­a que encontré para ayudarlos a mis padres". Tenía 26 años.

Llegó a Miami y consiguió su primer empleo en una fábrica de ropa. Allí conoció a Fabiana, hoy su esposa, cordobesa. "Un tiempo después estábamos viviendo juntos, pero ella no estaba bien. Yo veía que algo le pasaba, y un día le pregunté: me contó que en Córdoba habían quedado sus tres hijas", recuerda.

Las nenas tenían entonces 6, 12 y 15 años, y Musmanno emprendió una campaña que dio resultado. Entre argentinos y uruguayos que trabajaban en la fábrica, incluidos los dueños cubanos, hicieron un pozo con el que pagaron los pasajes de las chicas y de su suegra para llevarlas a Miami. Fueron días de emociones fuertes aunque difíciles también. Nació Francisco, el hijo de ambos, que el 18 de octubre cumplió 16 años.

Fabiana es masajista terapéutic­a, todos sus hijos son estudiante­s, y Flavio hace trabajos de remodelaci­ón en obras. El 28 de agosto, después de la jornada de trabajo en la construcci­ón de un mercado, él y su compañero venezolano se detuvieron a comer en un parador de la ruta.

Al retomar la ruta recibió un llamado. "¿Estoy hablando con Flavio Musmanno? Porque tengo su cartera, la he encontrado en...", oyó en perfecto español. "'Todavía hay gente buena', pensé, y arreglé con esa persona para encontrarn­os en el mismo lugar", recuerda. Cuando llegó, Musmanno fue emboscado, el hombre que lo había llamado era un agente de Migracione­s y lo acompañaba un Policía. Cuatro horas después, fue trasladado a la cárcel del condado de Seneca, en Ohio, donde pasó un mes y medio.

Le permitiero­n hacer una llamada a su familia, que enseguida comenzó los tramites para sacarlo de allí. "Pero una abogada, tras cobrar U$S 2.500, nos estafó, no hizo nada", explica. Musmanno no tiene antecedent­es, su mujer e hijo son ciudadanos estadounid­enses y él es sostén de familia. Nada fue tomado en cuenta.

"Fue terrible la última semana, cuando ya sabía que me deportaban; lloré mucho, no dormí, me arrancaban de mi familia. No me dejaron ni siquiera despedirme de mi hijo: fue con un teléfono y con un vidrio de por medio. Como si fuera un delincuent­e", se lamenta. El trámite para regresar legalmente puede llevarle dos años y costarle unos U$S 15.000, hay una campaña en el sitio "gofundme" (gf.me/u/mid4nh) que lleva reunidos U$S 3.600. "No me puedo quebrar, no me acomodo, sueño con mi hijo, con mis nietos, y con llegar al aeropuerto de Miami y ver ahí a toda mi familia esperándom­e. Sueño con ese abrazo", se lamenta. ■

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GASTIARENA En Mar del Plata. Flavio era el principal sostén de su familia.

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