No siempre piensan en el mercado
Quienes tienen la opción de ir a la universidad no necesariamente eligen una carrera mediante la evaluación subjetiva de los costos y los beneficios que definan la posible utilidad percibida en cada opción según lo que ofrece el mercado.
Pensemos que la elección de una carrera es para muchos jóvenes un momento bisagra en donde se preguntan cuestiones centrales, en especial sobre qué proyecto de vida quieren seguir. En ese sentido, en la elección de una carrera operan muchos aspectos que incluyen percepciones respecto del futuro del país y de la profesión elegida.
Estas percepciones a veces son elaboradas en torno a información incompleta o mitos, como por ejemplo que bibliotecología es una carrera “del pasado”, más allá de que actualmente la salida laboral de los bibliotecólogos es muy buena.
Otro aspecto son las posibilidades materiales. Pensemos, por ejemplo, que en ciertas provincias donde hay una opción de universidad y las opciones de carreras son más limitadas. Otras veces en la elección de las carreras operan tendencias coyunturales (llamémosle “modas”); redes sociales que les permitan tener acceso a trabajos en relación a una carrera en particular (por ejemplo, si vengo de una familia de abogados, tengo más posibilidades de conseguir un empleo en ese ámbito) y, por supuesto, la pregunta sobre si el ejercicio de la profesión elegida les va a presentar desafíos y si les será placentera.
Entonces, la pregunta de ¿por qué los y las jóvenes no estudian las carreras que demanda el mercado de trabajo? es una pregunta interesante, pero hace el eje en las expectativas y lo que ofrece el mercado de trabajo, y eso no es lo único que se pone en juego en la elección de una carrera. ¿Por qué no nos preguntamos qué hace el mercado para ofrecer opciones laborales desafiantes y placenteras con información precisa sobre lo que implican esos trabajos?
No se puede reducir el problema a “malas decisiones” o “falta de información”. Lo que está en juego también es un proceso social más profundo que involucra la dificultad de las personas para construir expectativas estables con respecto al futuro y que se traduce en elecciones que ponderan más otros aspectos más allá de la garantía de un trabajo que no se sabe si será necesario en un futuro. ■