La Corte Suprema de Brasil sale al cruce de declaraciones del hijo de Bolsonaro
Eduardo, diputado electo, dijo que podría cerrar el máximo tribunal. Dura reacción de sus miembros.
El presidente de la Corte Suprema de Justicia de Brasil, José Antonio Dias Toffoli, detuvo en seco las declaraciones del diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del candidato Jair Messias y uno de los hombres claves en la campaña del presidenciable. El parlamentario de 34 años había dicho que, si el Supremo Tribunal Federal llegara a impugnar la asunción de su padre, entonces esa máxima instancia judicial podrá ser clausurada. Añadió, para mayor ofensa de los jueces, que el cierre podría realizarse “sin necesidad de enviar un jeep, apenas con un soldado y un cabo”.
Para Dias Toffoli semejante pronunciamiento conspira contra uno de los tres poderes en los que se basan regímenes democráticos. “El STF es una institución centenaria y esencial para el estado democrático de derecho. No hay democracia sin un Poder Judicial independiente y autónomo”, dijo a través de una nota que hizo circular su asesoría de prensa. El magistrado subrayó que “Brasil cuenta con instituciones sólidas y todas las autoridades deben respetar la Constitución. Atacar al Poder Judicial es atacar a la democracia”.
Bolsonaro junior, recién elegido legislador el 7 de octubre último, es un “pibe” según su padre Jair, que “ya fue reprendido y desautorizado”. Las disculpas del padre no logran sin embargo borrar el impacto que produjeron las palabras de Eduardo. No sólo porque dijo que la Corte puede ser cerrada sin inconvenientes, apenas con un soldado y un cabo. También porque evaluó que se podría detener un ministro del STF “y no habrá manifestación popular para pedir su liberación”. El hombre, como muchos del entorno del candidato, han desplegado en distintas ocasiones un estilo que no condice con la naturaleza de la clase política brasileña. Hace 10 días, el grupo bolsonarista del Congreso dijo que iban a “imponer” a Eduardo como el futuro presidente de la Cámara. Los diputados y senadores se pusieron rojos de rabia, especialmente los partidos de centro que suelen definir quién liderará ese cuerpo. Como ocurrió con Toffoli, la tarde de este lunes, los parlamentarios del “centrón” le pusieron un freno abrupto, al sugerir que Bolsonaro padre no podrá gobernar sin ellos.
Marco Aurelio Mello, también ministro del STF, se lamentó por estas ex- presiones. Revelan, dijo, que “vivimos tiempos sombríos”. El decano de los magistrados del Supremo Tribunal, Celso de Mello, fue más rotundo: “La declaración es golpista”, sentenció. Añadió que el hecho de que Bolsonaro tenga una gran votación en estas elecciones “no legitima la embestida contra el orden jurídico y político”.
El candidato de la ultraderecha negó, a través de Twitter, cualquier posibilidad de clausura de la Corte Suprema. “Si alguien habló de cerrarla, entonces precisa consultar un siquiatra”. Más excéntricas todavía sonaron las disculpas del general Hamilton Mourao, que acompaña a Jair como vice. Para él, las definiciones de Eduardo no son otra cosa que “un arrebato juvenil”. Sostuvo que esta hipótesis de cerrar el STF “no existe”. Indicó que para cerrarlo “precisaría de las Fuerzas Armadas que jamás apoyarían eso. El riesgo es cero”.
Fernando Henrique Cardoso juzgó: “No apoyo las chicanas contra alguien que puede vencer. Pero esto cruzó la línea y huele a fascismo”. Su rival del PT, Fernando Haddad, aprovechó el traspié de la campaña bolsonarista para atacar al diputado del Partido Social Liberal. “Es una amenaza contra la democracia”, sostuvo. Luego manifestó que esta clase de declaraciones “provocan miedo a la violencia por parte de Bolsonaro y su tropa. Es tan impresionante lo que dijo que uno llega a supo- ner que hablan sin antes pensar lo que van a decir”.
En cuanto a Bolsonaro padre, este lunes por la tarde mostró muy poca preocupación por el conflicto generado por su hijo. No se pronunció sobre las reacciones enconadas del Poder Judicial. Prefirió en cambio, hablar de la violencia en Brasil. Coherente con línea programática, sostuvo que es preciso “cambiar la cultura de los derechos humanos”, ya que la “violencia en Brasil pasó de la línea del absurdo hace mucho tiempo. Y los delincuentes avanzan”. ■