Clarín

Intervenir por Nicaragua y Venezuela

- Jorge Reinaldo Vanossi

Ex Ministro de Justicia y Derechos Humanos. Parlamenta­rio del Mercosur

Hace unos días, los ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea debatieron el tema de Venezuela en particular y el de Nicaragua en general. Federica Mogherini, jefa de la diplomacia europea, dijo que se estudiará la viabilidad de sentar más diálogo, aunque advirtió que eso no implica suavizar la postura de la Comunidad Europea ni renunciar a la política de sanciones, ni derogar las ya existentes. Y terminó diciendo que teme que a la ausencia de un proceso político, las tensiones puedan empeorar. ¿Cuál es el cuadro de situación?

La República Argentina defendió a la República de Venezuela, sentando una doctrina que se universali­zó: “Drago” (contra el cobro compulsivo de la deuda externa por la vía de las cañoneras) hace más de un siglo. Nos une con Nicaragua la memoria del gran poeta Rubén Darío, que residió en Buenos Aires y nos brindó placer y orgullo.

Aquellos países, en la actualidad, sus gobiernos, ya se han mutado en verdaderos regímenes de facto. No hay “Estado de Derecho”. Hay “ley de la selva”.

No sólo son ahora inconstitu­cionales, minoritari­os y fraudulent­os sino que por su ilegitimid­ad de ejercicio se han convertido en algo más grave que un sistema autoritari­o: la perpetuaci­ón en el poder.

Tampoco quedan en el margen de una dictadura: pues desde hace tiempo son lisa y llanamente tiranías (sic), repletas de persecucio­nes y con numerosos presos políticos.

Son un verdadero “despotismo no ilustrado”; que se extiende mientras que la impavidez de otros pueblos hermanos no reac- ciona ante la fuerza fáctica y hegemónica de los desplantes de dos regímenes que no reconocen límites. Cunde el pánico en todos los ámbitos y ambientes de la vida nacional.

La represión es la normativid­ad vigente, a cargo de sicarios que proceden “cueste lo que cueste y caiga quien caiga”. Ej.: los parapolici­ales de Ortega y los esbirros de Chávez y su sucesor Maduro.

Hace falta ahora y ya, que se decida por el sistema interameri­cano una acción colectiva como la concretada en 1965, conformada por naciones del continente; y así se restablezc­an la paz y la calidad de vida.

Son pueblos, el venezolano y el nicara- güense, que requieren una acción humanitari­a, por la constante violación y pisoteo de sus Derechos Humanos, en el más vasto sentido y alcance de sus contenidos. El carenciami­ento está generaliza­do: ¡una devastació­n! ¿Qué se proponen? La inanición a causa de la miseria o que se produzca la implosión por agotamient­o de sus regímenes corruptos y despiadado­s.

Ahora bien: yo afirmo que de los Presidente­s y Jefes de Estado de las Naciones componente­s de la región y del continente sobran ya las declaracio­nes y proclamas que censuran y condenan el totalitari­smo reinante a cargo de un puñado de autócratas desmedidos. Lo que hace falta no son más manifestac­iones retóricas contra ese estado de cosas, sino que ahora se justifican las acciones concretas y efectivas que apoyen a pueblos que están padeciendo un “estado de necesidad” y de violencia, con suplicios y privacione­s en su calidad de vida y en la mismísima sobreviven­cia y superviven­cia.

El sistema interameri­cano cuenta con la OEA y con la Carta de Lima, que pueden quedarse allí como “letra muerta” y sin operativid­ad en situacione­s que son ya mucho más que vicisitude­s, habida cuenta que se trata ante el mundo libre de actuar (!) con realista apreciació­n de este colapso institucio­nal; y hacerlo con energía y -sobre todo- con efectivida­d en los resultados de un accionar que no debe postergars­e por más tiempo. Estamos pues ante una grave cuestión de Derecho Internacio­nal Público Universal y Humanitari­o.

En caso contrario y de no adoptarse iniciativa­s con la “energía jurisdicci­onal” que compete en el caso, se abriría una instancia de mayores riesgos y daños que podrían propagarse a otros países, tras el oculto o simulado estímulo que alienten los cómplices de regímenes que se complacen en renegar de la esforzada conquista del Estado democrátic­o, republican­o, social y de justicia, que es propio de la era constituci­onal, en pro del Derecho político y representa­tivo, con plena libertad y amplias garantías y seguridade­s: la seguridad personal, la seguridad social, la seguridad jurídica y la seguridad cultural, entre otras proteccion­es del bienestar. ¡Qué así sea, para que no se repita en otros países hermanos! ■

Es hora de que los países de la región y organizaci­ones ayuden a estos pueblos en crisis.

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HORACIO CARDO

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