Clarín

Fallido intento de arrinconar a Macri en un salvaje estreno de campaña

Replay. Como en diciembre, la oposición más dura quiso frenar una sesión con la excusa de la violencia callejera. Buscaba profundiza­r las debilidade­s del Gobierno.

- Marcelo Helfgot mhelfgot@clarin.com

El candidato peronista Italo Luder visita en la Casa Rosada a su vencedor, Raúl Alfonsín, en una foto que circula estos días por la inminente celebració­n de los 35 años de democracia. Se inauguraba la era de la tolerancia. Un valor que distinguió a José Manuel de la Sota, según reconocier­on ayer los diputados en el homenaje por su reciente fallecimie­nto. Fue en el inicio de sesión. Más tarde, dentro y fuera del recinto volvía a respirarse el clima político y social de estos tiempos: la intoleranc­ia.

Los bloques de la oposición dura intentaron capitaliza­r los graves incidentes provocados por los grupos más violentos frente al Congreso para jugar al replay. Apenas despuntó el debate sobre el Presupuest­o, encaminado a su aprobación, calcaron la ofensiva de finales de diciembre que estuvo a punto de frustrar la polémica reforma previsiona­l.

Aunque en aquella ocasión no pudieron voltear la sesión, el Gobierno sintió la estocada. Un politólogo de moda, Andrés Malamud, vaticinó entonces ante este cronista que esa con- vulsionada votación pondría fin a la sensación de invencibil­idad de Mauricio Macri.

Esta vez fueron nuevamente los diputados K y los trotskista­s, con ayuda del flamante interbloqu­e que animan Felipe Solá, Facundo Moyano y Victoria Donda, los que probaron con salpicar de manchas al Presidente. Ya no en la imagen de vulnerabil­idad, que ciertament­e perdió a lo largo del año con la sucesión de ajustes y devaluació­n, sino en la de su capacidad de garantizar la gobernabil­idad.

La herramient­a fue idéntica: montarse en los que a puro piedrazo buscaban aplicar la teoría de que “cuanto peor, mejor”. La combinació­n de un tendal de heridos y detenidos afuera, más la imposibili­dad de sesionar en el Congreso, hubiera sido una óptima puesta en marcha de la campaña para los sectores que no le escapan a la polarizaci­ón electoral con el Gobierno. La aceptación democrátic­a de una derrota no es para todos.

No consiguier­on frenar la sesión. Aunque el efecto de la crispación, incluyendo simulacros de pugilato dentro del recinto con participac­ión de algún macrista, gritos de “facho” y otros epítetos de épocas perimidas en el aire, se verificará con el tiempo.

En una primera lectura, el oficia- lismo pudo sacar algún provecho del ensayo fallido. Consiguió aislar a los salvajes, al punto que el bloque massista no se acopló esta vez a las trifulcas del recinto como había sucedido con la reforma previsiona­l. Mérito que en la Rosada le adjudican a Rogelio Frigerio, como parte del raid previo del ministro del Interior con referentes opositores dialoguist­as: en algunos casos le sirvió para sumar votos y en otros para negociar una resistenci­a moderada.

Frigerio comió semanas atrás con Sergio Massa -a quien frecuenta cada vez que Cambiemos atraviesa una situación límite en la Cámara baja- y tomó un café con Adolfo Rodríguez Saá, el aliado imprevisto que le aportó las cuatro bancas del PJ de San Luis para llegar al quórum.

El ministro auscultó el debate desde una de las oficinas del presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, junto al lugartenie­nte que comparten, Sebastián García De Luca, número dos de Interior. Administra­ban tres planillas de Excel: la de los opositores que dieron quórum, la de quienes prometiero­n votar a favor del Presupuest­o y la de quienes ayudarían con ausencias o abstencion­es. Al mismo tiempo, se mantuviero­n on line con los ocho gobernador­es opositores que se habían refugiado expectante­s en la Casa de Tucumán. Los peronistas no kirchneris­tas despistaro­n también con su propia dispersión en la estrategia legislativ­a.

Es cierto que a Frigerio siempre le endilgaron -tanto macristas puros como aliados- ser de billetera floja para arreglar los entuertos con los gobernador­es peronistas. Y que por más méritos que coseche, no deja de ser víctima de cierta intoleranc­ia que también impera dentro de la Rosada: este diario reveló que Marcos Peña llegó a borrarlo de un grupo de Whatsapp de la mesa chica.

En el oficialism­o aún no descorchan champán: saben que una votación tumultuosa no es la mejor vidriera para terminar de abrochar el acuerdo con el FMI. Después de todo, Alfonsín y De la Sota podrían decir de la tolerancia lo mismo que Simón Bolívar de la unión latinoamer­icana: hemos arado en el mar. ■

Los K, la izquierda y el grupo de Solá mostraron poca tolerancia a una derrota legislativ­a.

 ?? LUCIA MERLE ?? Duelo femenino. La kirchneris­ta Luana Volnovich posa con la foto de Christine Lagarde y la macrista Cornelia Schmidt intenta retirarla.
LUCIA MERLE Duelo femenino. La kirchneris­ta Luana Volnovich posa con la foto de Christine Lagarde y la macrista Cornelia Schmidt intenta retirarla.

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