La retórica del odio domina la tensa campaña electoral
División. Los comicios del 6 de noviembre agudizaron la rivalidad política. Trump la incentiva con ataques verbales.
La ola intimidatoria con paquetesbombas a reconocidos demócratas se produce en un momento de gran agitación y fanáticas tensiones en Estados Unidos, agudizada por la campaña electoral de las legislativas del 6 de noviembre, consideradas un “referéndum” sobre las medidas conservadoras de Donald Trump y del gobernante Partido Republicano.
Hillary Clinton, una de las víctimas de estas amenazas, aludió ayer a esta “grieta” que está creando peligrosas fricciones. “Estos son momentos difíciles. Es una época de divisiones profundas y tenemos que hacer lo que podamos para unir a nuestro país”, advirtió la ex candidata presidencial.
Más tarde, dos importantes políticos demócratas acusaron directamente al presidente Donald Trump de llevar al país a esta crítica situación. “El presidente ha consentido la violencia física y ha dividido a los estadounidenses con sus palabras y con sus acciones”, señalaron la líder de la minoría demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y el representante de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer.
Con su particular estilo beligerante, Trump viene recorriendo el país para conquistar votos bajo la consigna “Make America Great Again” (“Haz que América sea grande otra vez”). El mandatario está viajando hasta cuatro veces por semanas al interior para galvanizar su base de seguidores y así evitar perder bancas en ambas Cámaras, en un marco político donde la oposición demócrata le está presentando un duro desafío.
Su campaña tiene ejes muy precisos. Habla de los “logros” de su gestión, de que Estados Unidos “está ganando como nunca antes” en virtud de la posición económica que logró a nivel global y de expulsar a “la gente mala” (léase inmigrantes) de la frontera con México.
Pero su mensaje siempre es más enfático cuando lanza ataques verbales contra los demócratas. El sábado pasado en Elko, Nevada, obtuvo una ovación de sus simpatizantes cuando describió a los rivales políticos como “una mafia enfadada, despiadada y desquiciada”, que quiere aumentar los impuestos e “imponer el socialismo” en el país.
Tampoco tiene problemas en utilizar términos que muchas veces expresan posiciones racistas e injuriantes. Especialmente lo hace con los que tienen mejores posibilidades de conseguir una banca. Al senador independiente Bernie Sanders, por ejemplo, lo calificó de “el loco Bernie”. A la senadora Elizabeth Warren, quien reivindicó su ascendencia indígena, la llamó “Pocahontas”.
Con quien más se ensañó ultimamente fue con el ex vicepresidente Joe Biden, que según las encuestas es quien está mejor posicionado para recuperar el voto de la clase trabajadora blanca de Trump. “El loco Joe Biden está tratando de actuar como un tipo duro. En realidad es débil, tanto mental como físicamente”, tuiteó.
Otro de sus blancos es George Soros, el empresario y filántropo que apoyó a Hillary Clinton en las anteriores elecciones. El martes pasado la fundación de Soros, Open Society, había condenado la “retórica de odio que domina la política en EE.UU”. “En este clima de miedo, falsedad y aumento del autoritarismo, expresar sus opiniones puede generar amenazas de muerte”, dijo. El lunes Soros recibió un paquete bomba. ■