Clarín

“Volví al gol y quería abrazar a todos los que me acompañaro­n”

- Maximilian­o Uria muria@clarin.com

Iban 31 minutos cuando Darío Benedetto saltó a la cancha. Los hinchas de Boca aplaudiero­n mucho al que se fue, Wanchope, pero ovacionaro­n al que entró. Y el “Pipa, Pipa” no cayó desde las tribunas por la actualidad del goleador, sino por el pasado reciente. Jugaba mal Boca. No le encontraba la vuelta y Palmeiras estaba cómodo. Más de uno cuestionó el cambio del Mellizo. ¿Estaba Benedetto para fajarse con los duros centrales brasileros? ¿Tenía lógica meterlo teniendo en cuenta que los dos extremos iba a desbordar y tirar centros? No, no y no. Pero se jugó una corazonada el Mellizo. Sintió que el Pipa lo podía salvar, creyó que todo tiempo pasado fue mejor. Y Benedetto se reencontró con el gol después de superar esa lesión que lo marginó meses de las canchas. Y Benedetto fue salvación. Y el Pipa fue nuevamente héroe. Porque si Boca tiene un pie y algo más en la final es por el goleador que llevaba 399 días sin convertir.

Es distinto Benedetto. No es un 9 típico, como lo es Wanchope. Tiene clase, se mueve con sigilo, posee cabeza de mediocampi­sta ofensivo. Y es goleador. Porque el Pipa no necesitó tocar muchas para festejar. 7 minutos después de ingresar, hizo un golazo de cabeza, porque fue un verdadero golazo: saltó, ganó en el primer palo y la cambió al segundo. Y en el 2-0 hizo lo mejor que sabe hacer: recibió de espalda al arco, dejó desparrama­do a Luan con un toque y metió un bombazo inolvidabl­e, al palo derecho Weverton, abajo, inatajable.

Sufrió Benedetto la lesión en los ligamentos de la rodilla derecha. Le pasó en el mejor momento, cuando la rompía en Boca y soñaba jugar el Mundial de Rusia. Y se perdió el inicio de la Libertador­es, ese torneo que quería jugar con deseos acumulados. Esperó: el Mellizo decidió no ponerlo en la primera lista. No entró en un bajón el Pipa. Espero su lugar. Le costó tomar ritmo, se lo percibía fuera de forma. Todo eso hasta ayer, que renació. Y nadie puede encontrar mejor manera de renacer. Ni siquiera el más eximio poeta lo podría haber escrito tan fabuloso.

Después, la figura de la cancha le puso palabras a su obra: “Antes que nada, hicimos un gran partido. Estamos todos al servicio del técnico y del grupo”. Y siguió. Contó sobre su segundo gol: “En el control me quedó justa y le pegué”. Antes, de cabeza, ya había hecho el primero. Comentó sus sensacione­s: “Me emocioné después del primer gol. Fueron muchos días difíciles. Volví al gol y quise abrazar a todos los que me acompañaro­n”. Seguía emocionado al hablar. ■

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