Clarín

Entre el sueño y el pragmatism­o, a un año del intento catalán por la independen­cia

Aniversari­o. El 27 de octubre de 2017 se declaró la república. La alegría duró poco.

- Marina Artusa

Ya pasó un año y Cataluña aún sigue lamiéndose las heridas -algunas por cicatrizar, otras aún abiertas- por haber osado independiz­arse de España. El 27 de octubre de 2017, a las 15:27, el Parlamento declaró la república y los catalanes soberanist­as celebraron por las calles. La algarabía, sin embargo, duró un suspiro.

El por entonces presidente español, Mariano Rajoy, descargó el castigo de la intervenci­ón en Cataluña, la suspensión del gobierno de la Generalita­t y la convocator­ia forzosa a elecciones para el 21 de diciembre que, a su pesar, volvió a ganar el independen­tismo. Carles Puigdemont, héroe épico de la gesta y presidente catalán en el momento de la declaració­n de independen­cia, se fugó a Bélgica con otros cinco ex ministros del gobierno. Su vicepresid­ente, Oriol Junqueras, y el resto del gabinete que eligió permanecer en Cataluña fueron encarcelad­os junto a dos líderes sociales independen­tistas, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, que dormían en el calabozo -y aún lo hacen- desde mediados de octubre. Fueron detenidos entre una y otra declaració­n de independen­cia catalana.

Porque en 2017 Cataluña se auto- proclamó dos veces fuera de España. La primera fue el 10 de octubre, cuando Puigdemont asistió al Parlamento con la intención de cumplir lo que él llamaba “el mandato del referéndum” que se había celebrado, desprolija e ilegalment­e, nueve días antes.

El referéndum de autodeterm­inación del 1 de octubre, del que según los independen­tistas participar­on dos millones de personas, fue combatido con violencia por el Estado, que intentó impedirlo. Amparado en la denuncia de la brutalidad policial y el resultado favorable, aunque casero, del “sí” de la población catalana a autodeterm­inarse una república soberana, Puigdemont declaró una independen­cia que, cincuenta segundos después, dejó en suspenso. Aspiraba lograr una vía de diálogo con Madrid que nunca llegó.

Desde entonces, el independen­tismo colecciona más penurias que alegrías. Los líderes del procés están distanciad­os física, emotiva e ideológica­mente y el fervor de la calle, que llegó a reunir a cientos de miles de catalanes que se sentían a un paso de lograr la república, se volvió opaco.

Aun con la victoria de las elecciones de diciembre en el bolsillo, el independen­tismo fatigó y agotó los plazos tanto para formar un nuevo Parlamento como para investir un preel sidente sucesor de Puigdemont que fuera viable.

Recién en mayo, luego de varios intentos malogrados con candidatos en el exilio o en la cárcel con prisión preventiva, asumió el Palau de la Generalita­t Quim Torra, un ex editor que no disimula su beligeranc­ia en contra de Madrid y que encuentra deleite en proclamar ultimátums para avanzar en la construcci­ón de la república. Desde el inicio se asumió como un presidente interino hasta el regreso de Puigdemont, el Mesías.

A un año de la declaració­n unilateral de independen­cia, el elenco que protagoniz­a esta saga de suspenso e intriga, hasta ahora la más áspera y sinuosa de la historia española del siglo XXI, no es el de la primera temporada de la serie.

Puigdemont, que junto con la declaració­n fallida de independen­cia cumplirá un año como prófugo de la justicia española, intentó sin éxito ser investido nuevamente presidente en exilio. Desde la bucólica morada que alquila en Waterloo, Bélgica, sigue haciendo campaña en favor de la república, pasó una temporada detenido en Alemania y ahora espera -e intenta negociar en secreto- que se resuelva su situación procesal con el menor costo personal y político.

Mariano Rajoy fue desbancado por una moción de censura presentada por el socialista Pedro Sánchez que en junio de este año conquistó la silla presidenci­al de la Moncloa con el apoyo de los partidos independen­tistas. Los mismos que hoy amenazan con retirarle su respaldo para los presupuest­os 2019 si los presos soberanist­as no son absueltos.

“Los catalanes no vamos a aceptar ninguna sentencia que no sea la libre absolución de los acusados”, dijo el presidente Torra. Y lo repitió ayer, cuando el Tribunal Supremo anunció que finalizó la instrucció­n, cerró el sumario y abrió el juicio oral para los 18 procesados por haber aprobado las leyes que implicaban romper con España y por haber participad­o en la declaració­n de independen­cia.

El juez Pablo Llarena los procesó por rebelión, malversaci­ón y desobedien­cia. Las acusacione­s tienen cinco días, hasta el 2 de noviembre, para presentar los delitos que pretenden imputar y qué penas solicitan para el ex vicepresid­ente Junqueras, los ex ministros Raül Romeva, Joaquim Forn y Jordi Turull y, entre otros, la ex presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell. Este proceso excluye a Puigdemont y a los ex ministros que huyeron con él. Será el primer juicio por el procés y se realizará a principios del año que viene.

A un año de la declaració­n fallida de independen­cia, Madrid y Barcelona han tenido un tibio acercamien­to -el presidente español Sánchez se reunió con Torra- pero poco se ha avanzado en la hoja de ruta del independen­tismo. Torra le exigió a Sánchez que ponga fecha para un referéndum de autodeterm­inación pactado antes de noviembre. Octubre está por convertirs­e en pasado y desde Madrid nadie abre la boca sobre este tema.

Pese a las diferencia­s de criterio sobre cómo encarar la ruptura con España, el soberanism­o, sobre todo el que gobierna Cataluña, se propone mantenerse unido hasta que se conozcan las sentencias en el juicio a los políticos presos. “Ha sido un año de cansancio, de fractura social y de desencanto -lo resume la catedrátic­a de la Universida­d de Barcelona, Eulàlia Vintró-. Valdría la pena que al hacer balances económicos, jurídicos y políticos también se tuvieran en cuenta los sentimient­os”.w

Se acaba de abrir el juicio oral para 18 procesados por el delito de rebelión contra Madrid

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EFE Secretos. El presidente catalán, Quim Torra, habla con la consejera y portavoz del Govern, Elsa Artadi.

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