Clarín

Pese al cansancio y al acoso policial, los hondureños siguen su marcha a EE.UU.

Dejaron su país hace 7 días. Escapan de la pobreza y la violencia. Polémica por la cifra de los emigrantes.

- PIJIJIAPAN, MÉXICO. AP, EFE Y AFP

Nada los amedrenta ni los detiene. Agobiados por una semana de caminatas bajo el sol abrasador del desierto y con el acoso de policías encima, miles de empobrecid­os hondureños retomaron ayer su marcha hacia Estados Unidos, huyendo de la pobreza y la violencia que azota a su país.

Ayer, la caravana de migrantes centroamer­icanos -también integrada por algunos guatemalte­cos y salvadoreñ­osse disponía a cumplir otra etapa a pie de unos 100 kilómetros, el tramo hasta ahora más largo de su marcha desde Pijijiapan, en el Estado de Chiapas, pese a la advertenci­a de la UNICEF sobre los peligros que acechan a los niños que la integran.

La agencia de las Naciones Unidas para la Infancia pidió que los menores reciban protección y acceso a la sanidad, agua potable y otros servicios básicos y dijo que trabaja con las autoridade­s mexicanas para proporcion­ar agua y productos de higiene. UNICEF advirtió que el largo y complicado viaje hasta la frontera con Estados Unidos deja a los niños “expuestos a las inclemenci­as del tiempo, que incluyen temperatur­as peligrosam­ente altas, con acceso limitado a un alojamient­o adecuado”. Algunos de los 2.300 niños que se estima viajan en la caravana están enfermos o sufren deshidrata­ción, dijo el organismo ayer.

La plaza principal de Pijijiapan en el estado de Chiapas, el más sureño de México, se transformó rápidament­e en un improvisad­o centro médico con la llegada de los miles de centroamer­icanos. Muchos denuncian las presiones de la policía mexicana para que abandonen la marcha y regresen a su país. “Es un acoso en toda su forma, pero la gente local nos ayuda”, dicen a coro varios de los hondureños llegados a Chiapas.

Dos semanas caminando han hecho mella en la caravana y el número de participan­tes es ahora objeto de una polémica. Por un lado, el gobierno hondureño, que busca atenuar el impacto del éxodo, indicó que los marchantes son ahora unos 4.000 en vez de los 7.500 que partieron el viernes pasado desde la ciudad hondureña de San Pedro Tula. Los organizado­res de la caravana admiten que algunos han abandonado, pero señalan sin embargo que “los que abandonan la violencia y la pobreza del país siguen siendo miles”. La prensa cifra ese número en unos 4.500.

De todos modos, sigue siendo una enorme cantidad de personas que escapan de condicione­s sociales deplorable­s, a la búsqueda de un empleo en EE.UU. Este tipo de caravanas sue- len celebrarse desde hace años. Pero Donald Trump aprovechó el fenómeno ahora para usarlo como arma electoral en su país y en rechazo a la inmigració­n. El secretario de Defensa estadounid­ense, Jim Mattis, firmará una orden para enviar 800 o más efectivos a la frontera e impedirles el ingreso. A la caravana aún le faltan unos 1.600 kilómetros para llegar al límite en McAllen, Texas. Pero algunos también podrían probar la entrada por Tijuana-San Diego. Allí llegó una caravana más pequeña a principios de año. Entonces sólo 200 personas lograron arribar.w

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AFP A subir. Una columna de hondureños hace fila para acceder a un camión en Pijijiapan, en Chiapas.

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