Clarín

Renovar el vestuario tiene sus costos

- Miguel Jurado mjurado@clarin.com

El primer síntoma fue darse cuenta de que el pantalón azul de verano, ese que le gustaba tanto, estaba viejo. Pensó en cuántas temporadas lo había usado y empezó a separar la ropa abrigada de la que podía usar ahora que empezó el calor. El segundo síntoma fue asumir que nada de lo que tenía le gustaba ni combinaba, todo estaba pasado de moda y, en muchos casos, demasiado gastado como para ponérselo y sentirse feliz. Estaba sufriendo un ataque de SCT (Síndrome de Comienzo de Temporada). Como hubiera hecho cualquiera, el tratamient­o que se autoimpuso fue renovar el guardarrop­as. Hacer cirugía mayor.

Imaginó cinco “equipos” completos para vestirse a nuevo de pies a cabeza. Un par bien coloridos para romper la rutina, uno negro que sirviera para las noches. Unos “básicos” para el día a día de la semana, y algo canchero y descontrac­turado para el finde. Separó lo que estaba para regalar con actitud generosa y optimista hasta que notó que sólo le quedaban tres perchas con ropa “rescatable”.

Un repentino sentido de realidad le hizo cambiar la cirugía por un tratamient­o menos “invasivo”. Eligió cinco pilchas más de entre las que ya había descartado y analizó qué necesitarí­a para completar algunos “equipos” mas o menos decentes. Un par de remeras aquí, un jean, unas camisitas allá, unos zapatos y algo para salir, elegante pero lo más neutro posible. Se preguntó por los colores, dudó, comparó y se decidió por el blanco y el negro porque van con todo.

Analizó costos y recursos. Volvió al placard. Tal vez, por el momento, lo mejor sería aplicar un tratamient­o homeopátic­o. ■

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