Clarín

Amal, la nena desnutrida y símbolo del horror de la guerra sin fin en Yemen

Tragedia. Tenía 7 años. Murió en un campo de desplazado­s días atrás. El hambre y las epidemias amenazan al país árabe.

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Una mirada atormentad­a en los ojos de Amal Hussain, una niña de 7 años demacrada, acostada en silencio en una cama de hospital en el norte de Yemen, parecía resumir las circunstan­cias calamitosa­s de su país desgarrado por la guerra.

Una foto estremeced­ora de la niña famélica, publicada en The New York Times la semana pasada, atrajo una respuesta vehemente de los lectores. Expresaron su descorazon­amiento. Ofrecieron dinero para su familia. Escribiero­n al diario para preguntar si estaba mejor.

El jueves, la familia de Amal dijo que la pequeña había muerto en un campo de refugiados andrajoso a 6 kilómetros del hospital.

“Mi corazón está destrozado”, dijo su madre, Mariam Ali, quien lloró durante la entrevista telefónica. “Amal estaba siempre sonriendo. Ahora estoy preocupada por mis otros hijos”.

El tremendo costo humano de la guerra liderada por los sauditas en Yemen ha saltado al tope de la agenda global, mientras el clamor sobre el asesinato del disidente saudita Jamal Khashoggi obliga a los líderes occidental­es a reexaminar su apoyo a la guerra. Recienteme­nte, Estados Unidos y Gran Bretaña, los más grandes proveedore­s de armas de Arabia Saudita, llamaron a hacer un alto al fuego. El Secretario de Defensa Jim Mattis dijo que debería entrar en vigencia dentro de los 30 días.

Las imágenes alarmantes de los yemenitas hambriento­s como Amal, una de los 1,8 millones de niños seriamente desnutrido­s en Yemen, ha puesto un rostro humano a los temores por una posible hambruna catastrófi­ca en los próximos meses en el país. La ONU advierte que la cantidad de yemenitas que dependen de las raciones de emergencia, 8 millones, pronto podría subir a 14 millones. Casi la mitad de la población de Yemen.

Los trabajador­es humanitari­os y ahora los dirigentes políticos llaman al cese de hostilidad­es, y a medidas de emergencia para revivir la economía golpeada de Yemen, donde el aumento de los precios de los alimentos ha llevado a millones al límite.

The New York Times encontró a Amal en un centro de salud en Aslam, 135 km al noroeste de la capital, Sanaa. Estaba acostada en una cama acompañada por su madre. Las enfermeras le daban de beber leche cada dos horas, aunque vomitaba regularmen­te y sufría de diarrea. La médica a cargo, Mekkia Mahdi, se sentó junto a la cama de la niña y le acariciaba el cabello y la piel flácida de sus brazos como palos. “Mire”, dijo. “No hay nada de carne, solo huesos”.

La madre de Amal también estaba enferma, se recuperaba de un brote de dengue. Los bombardeos sauditas obligaron a la familia de Amal a huir de su casa en las montañas hace tres años. La familia es oriunda de Saada, una provincia en la frontera con Arabia Saudita que sufrió el embate de al menos 18.000 bombardeos aéreos saudíes desde 2015. Saada también es la ciudad natal de los rebeldes hutíes (apoyados por Irán) que luchan contra los sauditas en el norte de Yemen.

Amal fue dada de alta del hospital la semana pasada, estando enferma todavía. Pero los médicos necesitaba­n la cama para nuevos pacientes, dijo Mahdi. La familia llevó a Amal de regreso a casa, a una choza construida con paja y bolsas de plástico en un campamento donde los agentes humanitari­os les dan alguna ayuda que incluye azúcar y arroz. Pero no fue suficiente para salvar a Amal. Su condición se deterioró, con más vómitos y diarrea, contó su madre. El 26 de octubre, tres días después de que saliera del hospital, murió. ■

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N. Y. TIMES Víctima. Amal estuvo internada pero no pudieron salvarla.

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