Cuando dedicarse a lo que nos gusta nos deja de gustar tanto
Soy un estudiante de tercer año y me encuentro atravesando un dilema que la mayoría de los otros adolescentes también experimentan. Nuestros padres siempre nos alientan a poder elegir nuestro futuro y que, “mientras nos haga felices”, seamos lo que se nos antoje de grandes. Pero, ¿de verdad es lo mejor para nosotros?
Año tras año, una vasta cantidad de jóvenes egresan de la universidad. Componen una nueva generación de profesionales que buscan trabajo y, poco a poco, pasan a formar parte de la población económicamente activa. Abogados, licenciados en administración de empresas, profesores, ingenieros, médicos... Al dar término a su etapa universitaria deben buscar empleo, salida laboral. Justamente en ese momento es cuando dedicarse a lo que nos gusta nos deja de gustar tanto.
“¿Y ahora qué?”. Uno de joven, negligente, ilu- so, toma decisiones siguiendo su primer instinto. Llegamos a conclusiones sin darles un segundo pensamiento y quedamos, así, condenados por los impulsos e imprudencias.
De esta forma los chicos se convierten en víctimas de una falacia. Una falacia difundida por nuestros padres, conocidos, profesores. A lo largo de nuestras vidas escogemos, pero debemos hacerlo pensando en el futuro que nos depara. Desafortunadamente es así cómo funciona el sistema en el que vivimos. No es crueldad; es realismo puro.