Tributo a Pink Floyd, y política
El músico hizo un profundo repaso de su obra histórica y sólo tocó cuatro temas de su último trabajo.
Antagonísmos. Desde Donald Trump hasta León Gieco. La figura de Roger Waters puede darse el lujo de apuntar sus cañones y lengua filosa al presidente de los Estados Unidos o pasar a través de su teléfono celular un fragmento de La memoria, obra del solista santafesino.
Una simbólica representación de El Mal vs el Bien aterrizó anteayer en el Estadio Único de La Plata (repite este sábado) bajo un mega sistema de sonido cuadrafónico embebido en un espectáculo tan cinematográfico como lo fue su última visita en Nuñez, tributando al disco The Wall (1979).
El comienzo espacial con Breathe, de Dark Side of The Moon, es un viaje estelar hacia otras épocas, con el gran soporte vocal de las coristas Jess Hole y Holly Laessig y el segundo guitarrista Jonathan Wilson. La aparición de este último complementó la pérdida del caudal vocal de Waters, con un rendimiento a años luz de lo que fueron sus nueve lunas en River.
La hipnotizante figura de Roger, dentro de un espiral temporal, es digna de la estela floydiana que marca una velada en la que sólo habrá lugar para cuatro temas de su carrera so- lista y, por si fuese poco, reducido a su último disco solista: Is This the Life We Really Want?, editado en 2017.
Roger abre los brazos y la gente lo aplaude, porque -sí- todo se le festeja, desde los aciertos hasta las patinadas, sobre todo si le toca hablar de política -algo que aquí no puntualizó a nivel local-, luego de vérsela muy fea en Brasil al criticar a Bolsonaro y comerse una histórica abucheada en San Pablo. Zapatero a tus zapatos.
No faltaría la estampita de odio de la noche: el inefable Donald Trump, al que se lo vio caricaturizado en cuerpo de mujer, bebé y hasta enmascarado como un Ku-Klux-Klan en Pigs (Three Different Ones), y se le dedicó, en pantallas, la frase: “Trump es un cerdo”, con ovación incluida.
El momento duro, granítico de la noche llega con el homenaje a The Wall con The Happiest Days of Our Lives y Another Brick in The Wall (parte 2 y 3), en donde sobre el escenario se ubican una serie de niños en fila con mamelucos naranjas, numerados y encapuchados, con un doble mensa- je: simulando ser los rehenes capturados por el ISIS o bien los prisioneros en la cárcel de Guantánamo.
Resistencia (Resist). Esa sería la palabra elegida para adoctrinar a los presentes con mensajes con alto contenido político e ideológico. Desde “Resistir la malvada alianza entre la Iglesia y el Estado”, hasta proyectar una lista sábana de países en los cuales “el neo-fascismo está en alza".
Los cilindros en forma de humeantes chimeneas (para la recreación de la fábrica de Animals) es brutal, como la represenación de la portada de The Dark Side of the Moon (para Eclipse) a través de un gran juego láser.
Al cierre, mientras varios asistentes abandonan el estadio, Waters cuenta que fue uno de los responsables en trabajar en conjunto por el reconocimiento de soldados del ejercito argentino -aún no identificadoscaídos en la Guerra de Malvinas. “Hoy ya son 102 y quedan unos 20 más, pero los identificaremos”, se ilusiona mientras se emociona y muestra un “poncho gaucho” que le regaló una de las madres de los fallecidos. Se lo calzaría al finalizar la noche.
Luego del homenaje a Gieco, la garganta de Waters se anuda y moquea emocionado, como varios al escuchar el cierre con Mother y Comfortably Numb. Sí, el Bien triunfó otra vez. ■