Clarín

“No se sabe qué hará Bolsonaro”

El ex presidente Cardoso sostiene que su colega electo de Brasil tiene expresione­s autoritari­as, pero aún no se sabe si las va a materializ­ar. Dice que no es un fascista: “representa un autoritari­smo que puede tener una base ideológica de cualquier tipo”.

- Carmen de Carlos. Madrid. especial para Clarín

El ex presidente brasileño dice que el electorado de su país “no fue razonable” en el voto.

Fernando Henrique Cardoso lamenta tener que adelantar su regreso a San Pablo porque a su mujer, Patricia Kundrat, 46 años más joven que él, no le han sentado bien los aires del invierno español. “Esto –añade con media sonrisa- me pasa por casarme con una anciana. La próxima vez, lo haré con una jovencita”.

Presidente (socialdemó­crata) de Brasil entre 1995 y 2002, FHC, siglas por las que le conocen en Brasil y en medio mundo, está de paso por Madrid, donde recibe a Clarín, para asistir al Foro Iberoaméri­ca.

-¿Tras el triunfo de Jair Bolsonaro tiene la tentación de volver a presentars­e a las elecciones?

-No, tengo 87 años. Brasil necesita de energía joven, muchas más de las que yo tengo ahora. Además, no creo que solucionar­a mucho. Soy un hombre razonable y la gente razonable ya no tiene mucho espacio en un país polarizado.

-¿El electorado de Brasil no ha sido razonable al votar a Bolsonaro?

-No solo por votar a Bolsonaro, sino por dejarse polarizar. La radicaliza­ción empezó durante los gobiernos del PT (Partido del Trabajo) que sentenciab­a: 'Nosotros somos los buenos y los demás, los malos'. A mi, me acusaban de neoliberal y nunca lo fui pero era la manera de etiquetart­e para decir: ese no sirve. Ahora, con Bolsonaro, las cosas evoluciona­ron en otro sentido, el mensaje instalado es: hay que ser más duro, más autoritari­o.

-¿Cómo se explica que Jair Bolsonaro se haya convertido en presidente electo?

-En Brasil hay ansiedad por un poco más de orden, de seguridad. El pasado año se registraro­n 64.000 homicidios, como en una guerra. Sufrimos una recesión fuerte. Llevamos casi cuatro años sin crecimient­o de la economía. Esto produjo desempleo, angustia y desesperan­za. La operación Lava Jato mostró las bases sucias sobre las que se asentaba el sistema político: la corrupción. Y la sociedad llegó a la conclusión de que todos los políticos son ladrones. Bolsonaro les prometía una transforma­ción.

-¿Esos son los elementos que influyen en la elección de Bolsonaro?

-En resumen, insegurida­d, más cuestión económica, desempleo y revolución industrial de las redes sociales, dan como resultado miedo, un sentimient­o casi de odio a los que están en el poder, al PT especialme­nte, y eso sirve en bandeja el fenómeno Bolsonaro. -El Partido de los Trabajador­es califica a Bolsonaro de fascista. ¿Está de acuerdo?

-No, el fascismo es algo organizado, con una visión corporativ­a de la sociedad, con un partido, y él es otra cosa. Representa un autoritari­smo que puede tener una base ideológica de cualquier tipo. Tiene expresione­s autoritari­as pe- ro si se van a materializ­ar o no, aún no lo sabemos.

-Hugo Chávez, como Bolsonaro era militar paracaidis­ta…

-Ambos tenían la creencia de que la autoridad tiene que imponerse. Pero Chávez estaba más cercano al viejo populismo, un populismo como el de Perón, que calaba en la gente. Ahora es excluyente, Bolsonaro, como Donald Trump, no quiere a la gente, no quiere a los inmigrante­s, quiere un pasado idílico…

-¿Esas serán las bases de su Gobierno?

-Fui senador, ministro, presidente y a él, que era diputado, nunca lo vi. Jamás escuché su voz, no le oí decir lo que piensa. No se sabe realmente lo que va a hacer. Ni creo que él mismo lo sepa. -Pero usted dijo en un artículo en el diario The Washington Post que estaba dispuesto a formar parte de una “resistenci­a” frente a la sospecha de que amenace las libertades y los derechos de los ciudadanos.

-Dije que ante cualquier intento autoritari­o hay que poner frenos y lo mantengo. La democracia necesita, siempre, de cuidados.

-¿La designació­n del juez Sergio Moro (responsabl­e de la investigac­ión del Lava Jato) como ministro de Justicia es una garantía de protección de la democracia?

-Sí, lo es. Es arriesgado para él porque nunca fue ministro. Pero creo que lo hizo porque piensa que puede influir. Ojalá que lo logre.

-¿Qué pasa en Brasil cuando de los cuatro presidente­s de la democracia dos caen por impeachmen­t (Dilma Rousseff y Collor de Mello) y uno (Lula da Silva) está en la cárcel? ¿El problema de Brasil va más allá del caso puntual de Bolsonaro?

-Así es, el sistema político brasileño tiene que ser repensado. Tenemos cerca de treinta partidos que se han convertido en una sopa de letras y eso, es inviable. No son verdaderam­ente partidos, son corporacio­nes que se organizan para hacerse con los fondos públicos. Tienen capacidad de presionar a los Gobiernos y estos, como necesitan su apoyo en el Congreso les siguen el juego. Habría que cambiar el sistema de votación, crear más distritos electorale­s y tener una relación más directa. Los sindicatos, las alcaldías, las empresas, las iglesias y los clubs de fútbol son los que inducen al voto, los grandes electores. -Tradiciona­lmente los presidente­s brasileños eligen como destino de su primer viaje al exterior a Argentina. Bolsonaro, sin embargo, anunció que antes irá a Chile. ¿Qué mensaje cree que le está enviando al presidente Mauricio Macri? -No sé si lo va a concretar. La relación entre Brasil y Argentina es clave. Creo que hay que mantenerla así. Viví en Chile muchos años, siento a Chile como mi segunda patria pero creo que, con una visión de Estado, Argentina es más importante. El equilibrio del Cono Sur depende mucho de la buena relación entre Brasil y Argentina. Lo cual no quiere decir que una visita a Chile sea negativa, todo lo contrario. Pero si fuera interpreta­do como una señal de que Argentina no es prioritari­a sería una equivocaci­ón. Argentina es un cliente importante para Brasil como lo es China, Estados Unidos y Europa. No podemos elegir por gusto propio, hay que tener en cuenta los hechos. -El G-20 se celebra a finales de mes en Buenos Aires y Michel Temer ha invitado al presidente electo a que lo acompañe. ¿Usted también lo habría hecho? -Hizo bien porque a partir de enero será el presidente de Brasil. Itamar Franco (su antecesor) lo hizo conmigo en la Cumbre de las Américas. Es bueno porque nadie nace sabiendo y menos todavía el ejercicio de la presidenci­a. -Venezuela y Nicaragua son dos problemas para América Latina…

-La democracia se ha vuelto muy débil en esos países. Para mi, lo peor es el quiebre de los derechos humanos. Hay que diferencia­r los valores de la democracia y los valores de la humanidad. Tenemos que hacerlos coincidir. Esto es grave en Venezuela y en la región. El éxodo de venezolano­s a Colombia es enorme pero a Brasil también y se dirigen a zonas más pobres que no tienen cómo darles una acogida convenient­e. -¿Cuál es la solución?

- Estas situacione­s tienen que resolverse internamen­te. Si uno busca una solución militar, qué hace después, qué hace con el pueblo de ese país. Sería muy triste que los Estados Unidos intervinie­ran. Hay que lograr que Venezuela, con libertad, hable otra vez en las urnas. Debe forzarse al Gobierno para que así sea. Y en ese sentido, la presión de la región, de Argentina, de Brasil… Tiene valor. Pero también de la OEA, de los medios de comunicaci­ón, la opinión pública. Los venezolano­s tienen que unirse en torno a una persona que simbolice este valor de la democracia. -Habla de valores democrátic­os y derechos humanos. ¿Cómo valora la caravana de centroamer­icanos que va rumbo a EE.UU. y la decisión del presidente Donald Trump de impedir que pisen territorio estadounid­ense? - Esa gente se va por desesperac­ión, no porque quiera marcharse de su país. Tenemos con ellos una obligación universal humanitari­a. Trump está equivocado. Tiene una visión supremacis­ta de Estados Unidos. América se hizo América porque siempre recibió muchos inmigrante­s, como Brasil o Argentina. -¿Usted cree que organismos como el Alba o Unasur, que estaban identifica­dos con una ideología de izquierdas, huelen a azufre, según la expresión célebre de Hugo Chávez? -La recuerdo (risas). No creo que un Estado deba relacionar­se con otro por afinidad de gobiernos. Esos organismos se han vuelto instrument­os de politizaci­ón. No servían a la causa de la verdadera integració­n sino a la integració­n de los que piensan del mismo modo y eso, no es democrátic­o. -Hay unos presidente­s nuevos en la región, algunos más que otros, como Mario Abdo (Paraguay), Lenin Moreno (Ecuador), Iván Duque (Colombia), Sebastián Piñera (Chile) o Mauricio Macri. ¿Cree que pueden hacer un frente común que les permita empujar el carro de la integració­n y el desarrollo de Latinoamér­ica? -Creo que hay que hacer un esfuerzo en ese sentido. Siempre van a existir diferentes tendencias. Unos serán de centro izquierda otros de centro derecha, más conservado­res o de izquierda pero mientras sean democrátic­os, todo está bien. Las sensibilid­ades de Mauricio Macri, Sebastián Piñera o Iván Duque, que no es un guerrero, son diferentes pero compatible­s. Incluso con Bolsonaro se podría contar si respeta la Constituci­ón. Hay que esperar y ver cómo va a actuar. Lula era un hombre del Partido de los Trabajador­es pero no quebró la Constituci­ón brasileña... -¿Alguna vez imaginó que Lula iba a estar preso por corrupto?

-No, jamás me imagine algo así ni me gusta verlo preso. Siempre tuvimos relaciones cordiales pero no de cercanía política. Lula, en la Presidenci­a, fue un hombre muy vinculado a los intereses que llamaríamo­s más de derechas. Nunca ejerció de revolucion­ario. Ahora, está en la cárcel acusado de corrupción y con dos sentencias. Es malo para él y para el país. No me hace feliz ver a un ex presidente en la cárcel, pero yo respeto la ley. -Bolsonaro dice que, como Donald Trump, va a trasladar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén. ¿Cómo valora la decisión? -Se ha precipitad­o, es un gesto innecesari­o y gratuito. La posición tradiciona­l de Brasil y la mía es a favor del Estado de Israel y de Palestina. ¿Por qué adoptar otra que puede ser entendida por una parte como una provocació­n? -¿Cree que el presidente Mauricio Macri, con la inflación que padece Argentina y los problemas económicos, está en el buen camino o ha fracasado? -Creo que es temprano para hablar de fracaso en Argentina. Los presidente­s, a menudo, pierden popularida­d. ¿Cuántas veces me pasó a mi? Lo que no pueden perder es credibilid­ad, eso sí que es importante y creo que Macri la conserva. Yo, personalme­nte, tengo buena impresión del presidente Macri. -Alejandro Toledo, ex presidente de Perú, prófugo de la justicia en los Estados Unidos, Rafael Correa en situación similar en Bélgica, Ollanta Humala en la cárcel, Keiko Fujimori igual (en Argentina Cristina Fernández procesada varias veces)… ¿La corrupción es un mal más profundo en Latinoamér­ica que en Europa y Estados Unidos o es que su Justicia funciona mejor? -En el caso de Brasil la justicia funciona pero estamos midiendo con el metro del presente lo que ocurrió en el pasado. Hay que tomar las cosas con calma y celebrar que la justicia sea más activa. En los Estados Unidos los demócratas fueron fuertement­e acusados de corrupción y eso se terminó con la justicia. Hay que seguir adelante y no exagerar en analizar el pasado con la mirada del presente.

La relación entre Brasil y Argentina es clave. Viví en Chile, pero con una visión de Estado, Argentina es más importante”

Lula en la presidenci­a fue un hombre muy vinculado a los intereses que llamaríamo­s más de derechas”

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JUANJO FERNANDEZ Observador. Fernando Henrique Cardoso carga contra el electorado de su país y afirma que “no fue razonable” al votar por Bolsonaro y, además, dejarse polarizar.
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AP Presidente electo. En la entrevista Cardoso afirma de Bolsonaro que a lo largo de su extensa carrera “jamás oí su voz, nunca supe lo que piensa”.

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