Clarín

Las “emotividad­es que saltan” y los colegas

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-¿Usted esperaba cuando lo eligieron presidente que el paso siguiente fuera la dispersión en los votos del Tribunal?

-Si uno reflexiona sobre quienes me antecedier­on en este lugar, como Genaro Carrió -para mí el jurista más fino que dio la Argentina- a nadie se le ocurría que él iba a unificar el criterio de los jueces de la Corte. Tenía un rol representa­cional, gerencial, y si podía exhibir una diferencia con el resto era por su autoridad jurídica.Los jueces tienen autoridad, no poder.Para mí los más grandes jueces de la Corte han sido Argibay, Belluscio, Carrió y Bacqué. -Entiendo que esa función de ser “un constructo­r de mayorías” no le gusta mucho...

-Es sanata. A veces estás de acuerdo con una posición, y punto. Hay mecanismos institucio­nales que son mejores para generar mayorías, pero eso es otra cosa. Hay sistemas más centrípeto­s, en los que la gente busca comunes denominado­res en lugar de diferencia­s específica­s. Porque en el derecho lo que vos buscás es asentar reglas de fácil elucidació­n, que puedan servir como guías de conducta autoimpues- tas en la ciudadanía.

-¿Cómo se lleva con sus colegas?

-Maqueda y Rosatti fueron dos personas a quienes yo vi por primera vez en la Convención Constituye­nte de Santa Fe. Yo trabajaba con Alfonsín, y los veía como el nuevo liderazgo político constituci­onal del peronismo. Eran personas muy importante­s para mí. Muy sólidas. Te diría que esa Convención convocó a lo mejor que tenía la Argentina, en términos políticos y constituci­onales. La contribuci­ón que Rosatti y Maqueda hicieron a la Constituci­ón fue súper importante. Y nunca más los vi a ninguno de los dos hasta ahora. La verdad es que para mí es una de las grandes oportunida­des y disfrutes que te da la vida. Ahora estamos en el mismo barco.

-¿Cómo quedó el vínculo con Lorenzetti tras la disputa por el Centro de Informació­n Judicial?

- Con Lorenzetti nos conocemos hace 15 años, nos juntamos a discutir derecho en la mesa de un bar. Yo le tengo mucho respeto y sé que él también me tiene respeto. Nos tenemos simpatía. Esa diferencia fue producto de un momento muy particular en donde las emotividad­es saltaron incontrola­blemente.

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