Clarín

Macri y la relación con la Iglesia: ¿a la izquierda de los Kirchner?

El vínculo con el Vaticano. Un Papa argentino que no visita el país, el debate por la despenaliz­ación del aborto y la renuncia del Episcopado a los aportes del Estado.

- Walter Schmidt wschmidt@clarin.com

“Mauricio Macri faltó gravemente a su deber de gobernante y custodio de la ley”, lanzó furioso Jorge Bergoglio contra el líder del PRO. Esa frase bien podría correspond­er a una definición actual del Papa Francisco ante algunos episodios promovidos por el Gobierno como haber impulsado el debate sobre la despenaliz­ación del aborto o revelar los sueldos de los obispos que le cuestan al Estado $130 millones por año y que obligó a la Iglesia la semana pasada a renunciar a ese aporte económico del Estado. Pero aquélla expresión remite en verdad al 2009, cuando el entonces arzobispo porteño recibió al alcalde de la Ciudad y lo retó por no haber apelado un fallo que permitía el casamiento de dos personas del mismo sexo.

Esa vez, Macri había desafiado a Bergoglio argumentan­do que era su “convicción personal” sobre las “libertades individual­es”. Un año después, a instancias del gobierno de Cristina Kirchner se convertía en ley el casamiento entre personas del mismo sexo. Pero a ella el Sumo Pontífice nunca se lo reprochó.

Nueve años después del cruce, la relación entre Bergoglio y Macri sigue tan tensa como aquél entonces. Incluso, podría afirmarse que el vínculo del Gobierno actual con el Vaticano es histórico, por una particular razón: el jefe de la Iglesia Mundial, el Papa Francisco, es argentino. Sin embargo, no oculta su enojo con Macri en su decisión de no visitar la Argentina, al menos hasta que el líder de Cambiemos termine su mandato. ¿Y si es reelecto?

Si bien el gobierno de Néstor Kirchner estuvo marcado por la confrontac­ión con la Comisión Episcopal Argentina (CEA), que presidía Bergoglio, no tuvo la misma beligeranc­ia con el entonces papa Benedicto XVI. De hecho, el santacruce­ño viajó para la asunción del pontífice alemán y, años después, el nexo se distendió con la designació­n como embajador en Roma de Juan Pablo Cafiero que derivó en una audiencia de Cristina Kirchner con Su Santidad.

Yendo hacia atrás, las gestiones de Raúl Alfonsin, Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde, mantuviero­n bajo distintas circuns- tancias roces con la cúpula eclesiásti­ca, pero ninguno de ellos con la intensidad de los alcanzados por Néstor Kirchner y Mauricio Macri ni con el Papa de turno.

En la categoría “relación con la Iglesia vernácula y con el Vaticano”, ¿Macri quedó a la izquierda de los Kirchner? De alguna manera, lo admite Eduardo Valdes, ex embajador K ante el Vaticano, en una reciente entrevista con El Intransige­nte. “Creo que la relación de Macri con la Iglesia es la que el Presidente quiere tener”. Para el kirchneris­ta, la decisión del Gobierno de “poner en agenda parlamenta­ria el tema de la discusión del aborto”, sumado a la revelación de cuánto estaban “cobrando los obispos” son “elementos de una decisión política de parte de la cúpula del poder”.

No es casual la reacción política que ha tenido la Iglesia con un Go- bierno con el que no comulga. Entre misas y reuniones se ha mostrado junto a Hugo y Pablo Moyano, enemigos acérrimos del oficialism­o; y en público ha destratado a una de las principale­s cartas de Cambiemos, la gobernador­a María Eugenia Vidal.

Durante el gobierno de Raúl Alfonsin, la disputa Iglesia-Estado se actualizó con una fuerte reacción de los sectores conservado­res a partir del debate sobre el divorcio vincular - aprobado en 1987-, y con la convocator­ia a un Congreso Pedagógico para discutir sobre la educación argentina. Monseñor Emilio Ogñenovich, de estrechos lazos con la dictadura, organizó una marcha contra el divorcio.

La presidenci­a de Carlos Menem marcó uno de los periodos de mayor acercamien­to con el pontificio. Al nivel que Menem llegó a ser galardonad­o con el premio Sendero por la Paz del Vaticano, por su oposición al aborto, en la que el embajador ante la Santa Sede, Esteban Caselli, y el ministro de Justicia, Rodolfo Barra, tuvieron un protagonis­mo clave.

Menem remarcó las coincidenc­ias con el Vaticano en los foros internacio­nales para aceitar la relación, en temas como el control de la natali- dad, los derechos reproducti­vos, las cuestiones de género o la moral sexual y familiar. Las “diferencia­s” con la curia fueron por la situación económica. El aumento de la pobreza provocó la reacción de sectores como Caritas.

La economía en crisis ocupó el núcleo central de la relación del gobierno de Fernando de la Rúa con la Iglesia. Luego de una audicienci­a con Juan Pablo II, éste le expresó al mandatario argentino que urgían “medidas orientadas a crear un clima de equidad social, para favorecer una mayor justicia distributi­va y una mejor participac­ión en los recursos del país”. No obstante, el radical mantuvo el compromiso de la Argentina con las posiciones del Vaticano, como en la “defensa de la vida”.

En tanto Eduardo Duhalde tuvo una estrecha relación con la cúpula eclesiásti­ca aunque la única premisa era apagar el incendio originado por la crisis del 2001. Duhalde creó la Mesa del Diálogo Argentino con la Iglesia como protagonis­ta central.

Néstor Kirchner marcó uno de los puntos de mayor tirantez con la Iglesia. Llegó a calificar a Bergoglio de “jefe espiritual de la oposición política”.

Los dichos en febrero del 2005 del obispo castrense, monseñor Antonio Baseotto, no ayudaron en nada a acercar posiciones. Baseotto acusó al entonces ministro de Salud, Ginés González García, de apología del delito, por su propuesta de despenaliz­ar el aborto, pero eligió la peor figura que podría esgrimirse en la Argentina post dictadura: dijo que el funcionari­o merecería que “le cuelguen una piedra de molino al cuello y lo tiren al mar” por repartir preservati­vos entre los jóvenes.

Tras la muerte de Kirchner, y la asunción de Bergoglio como Papa, vendría la reconcilia­ción con Cristina, en detrimento del vínculo con Macri.

Ningún Gobierno tuvo una relación tan fría con la Iglesia local y con el Papa al mismo tiempo.

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CLAUDIO ONORATI/AP Frialdad. Los rostros del presidente Macri y del Papa Francisco parecen decirlo todo, en la única audiencia que tuvo el mandatario argentino en la Santa Sede.

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