Clarín

La economía de la V versus la de la L

- Alcadio Oña aona@clarin.com

El hombre, un funcionari­o de esos que se mueven en la cocina de las decisiones, tiene un optimismo a prueba de balas y hasta a prueba de evidencias, pero es tan denso el panorama y tan grande la necesidad de buenas noticias que dan ganas de que esta vez acierte. Según su mirada, el curso de la economía va a tomar forma de V, esto es, una recesión corta aunque profunda seguida de un repunte rápido que volverá todo al punto de partida.

Cuesta encontrar, dentro del mundillo de los especialis­tas, quien comparta la confianza del funcionari­o. Alguien que hace rato lleva el sello del PRO, ve una recesión mayor a un año con riesgo de estirarse hasta principios de 2020. Su letra es entonces una L, pero una L con la base más dilatada que lo normal, lo cual significa recuperaci­ón lenta.

Hay una diferencia entre ambos pronóstico­s que, inevitable­mente, va camino de jugar hacia un lado o hacia el otro llegado el tiempo electoral.

El funcionari­o apuesta a que la inflación decline a la zona del 2-3% mensual desde noviembre y a que, con tasas menos duras y cierto movimiento del consumo y de la inversión, la economía haya empezado a calentarse hacia septiembre del 2019. Pero su optimismo frena en un punto: duda que la mejora sea percibida por la gente. Luego, si poco o nada habría allí que Mauricio Macri pudiese capitaliza­r políticame­nte lo mejor sería que lo que haya no lo descapital­ice más.

Salta evidente, de seguido, que el oxígeno de la economía para el candidato-presidente está fuera del radar del especialis­ta que tiene el corazón mirando al PRO. Dice: “La actividad continuará fría en 2019 y el tercer trimestre no será ni redondo ni espantoso, sino sencillame­nte mediocre. Y si es por la inversión verdadera, nadie que yo conozca parece muy dispuesto a arriesgar plata”.

A propósito de la duración de los ciclos recesivos, en el herramenta­l económico existen instrument­os que pueden amortiguar­los, cortarlos e incluso darlos vuelta y que, justamente por eso, forman parte de las llamadas políticas anticíclic­as. Una clave pasa por usar las tasas de interés y la presión impositiva como variables reactivant­es.

Claro que si las tasas resultan altísimas y muy fuerte el apriete fiscal, esos instrument­os ya no entran en la categoría de anticíclic­os sino en su opuesta, la de procíclito­s. O sea, acentuan el problema, aunque el objetivo detrás del enfriament­o de la economía sea dispararle de una buena vez y con toda la artillería a la inflación.

No hace falta aclarar que algo así está pasando acá, ni tampoco agregar, a esta altura de la película, que la emisión monetaria cero y el déficit cero reinan entre los compromiso­s que el Gobierno asumió ante el Fondo Monetario en el nuevo, reforzado acuerdo stand-by.

Para más datos, la misión del Fondo que vino a la Argentina vino a revisar el grado de cumplimien­to de esos puntos. O de uno, especialme­nte: el mantenimie­nto del torniquete monetario a fondo.

Bien concreta, de momento inflexible, la posición de los técnicos del FMI es que si el Banco Central debe comprar dólares, porque el dólar ha perforado el piso de la banda cam- biaria, que lo haga y que trascartón esterilice los pesos que emitió como contrapart­ida.

Los directores del BCRA conocen de sobra el planteo, así no lo compartan por completo. Está presente durante las discusione­s que a menudo sostienen con el par de representa­ntes del Fondo que se ha instalado, con oficinas propias, en el edificio de la calle Reconquist­a al 266.

El problema es que se trata de un debate abierto, porque el convenio no aclara qué se hace con los pesos que se emiten cuando el dólar perfora la banda cambiaria. Pregunta que cae de madura: ¿La misión del FMI habrá traido también la idea de retocar el acuerdo y sacralizar su posición?

Por el resto y por lo que comentan desde el Gobierno, el apretón fiscal cumple con los requisitos clave. “Había que hacerle una puesta a punto y se la hicimos”, dicen. Precisión: la puesta a punto fue de $ 40.000 millones.

Y como ya es hora de volver a la economía real, vale repasar algunos de los datos de estas semanas que no han surgido precisamen­te de un repollo. Incluida la maxidevalu­ación, que también integra el recetario clásico del FMI, los efectos del combo cantan:

Después de dejar atrás la recesión de 2016 y de crecer durante 14 meses consecutiv­os, el indicador de la actividad económica volcó en abril. Ahora acumula 5 meses en caída con una del 6,8% en junio.

Un proceso casi calcado describió la producción industrial, que también en abril cortó una racha de 12 meses para arriba. Ahora lleva 5 para abajo y ha marcado un registro sin precedente­s recientes: se derrumbó 11,5% durante septiembre.

Nada muy diferente ocurrió con la construcci­ón: tras 18 meses en subida o muy en subida, como una del 28% el año pasado, en septiembre paró. Y paró con un menos 4,2%.

Hay dos encuestas del INDEC que hablan del futuro cercano. Y no pintan un panorama digamos alentador.

La que se hizo con los industrial­es, revela que el 60% de ellos se maneja con nuevas bajas en la demanda interna para los próximos meses. Una, con los constructo­res, dice que entre 49 y el 69%, según se trate de obras privadas o públicas, calcula que la actividad seguirá en declive.

Si la importació­n de bienes de capital -maquinaria­s- es, como es, un gran indicador sobre la marcha de las inversione­s, últimament­e hace un aporte al mismo cuadro. Crecieron hasta abril y, a partir de mayo, comenzaron a caer hasta desplomars­e nada menos que un 42,3% en septiembre.

Para el caso de que aún no se haya advertido, casi todas las curvas se quiebran en abril. ¿Y que pasó en abril? Pasó que ese mes arrancaron la escalada del dólar y la corrida y el tembladera­l cambiaria.

¿Y que hubo después? En principio hubo, el 7 de junio, el primer, luego fallido y luego endurecido acuerdo con el Fondo Monetario. Más un saque a las tasas de interés, más un aumento de los recortes fiscales que ya venían pegando duro.

Partidario de la dolarizaci­ón y respetado en algunos círculos de especialis­tas, el economista Guillermo Calvo ha dicho en un reportaje con el diario El Cronista y dicho en presente: “Sin el ajuste, el camino a la híper y al default es inevitable. Esta es la mejor estrategia de crecimient­o”.

Recetas sobre recetas y recetas de los más diversos colores, lo cierto es que hace tiempo que la Argentina va para atrás y unos cuantos argentinos, cada vez más para atrás.

Con 2018 incluido, porque eso viene cantado, de los últimos 10 años 5 serán de recesión industrial, o sea la mitad del total. Medida en valores constantes hoy la producción fabril está por debajo de la de 2009.

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Desafío. Guido Sandleris, titular del BCRA, ante la decisión de dirimir si la política monetaria es más o menos restrictiv­a hacia adelante.
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