Clarín

“El mejor atributo que puede tener un médico con su paciente es ser compasivo”

- Magda Tagtachian

Nació en un conventill­o de La Boca. Su papá sólo hizo la primaria y su mamá era maestra. Ese hogar muy humilde, no le impidió a Eduardo San Román ir al colegio. A los ocho años, sin embargo, se enfermó de tuberculos­is. Lo atendía un médico del barrio y para las prácticas específica­s su mamá lo llevaba al hospital. Cincuenta y tres años después, San Román invita un café. Es el jefe de la Terapia Intensiva para adultos del Hospital Italiano. Junto a su escritorio están los frasquitos con las pastillas para tratar la tuberculos­is que guardó su mamá. Junto a la computador­a de San Román también hay una guitarra que le regaló un paciente.

¿A un paciente crítico, el médico debe informarle sus posibilida­des de vida? Uno no puede decir al paciente

lo que no pregunta o no quiere saber. Si el paciente no pregunta “qué chances tengo”, “qué me encontraro­n en la cirugía” o “si me voy a morir”, no tenés por qué decírselo. El médico le pregunta qué necesita saber. Lo importante es ser compasivo. Es el mejor atributo que debe tener un médico. No hay por qué tirarle una estadístic­a en la cara. En Estados Unidos, sin que el paciente o su entorno pregunte, el médico te recita la estadístic­a de prepo. Es casi una obligación legal. Mucha gente quiere saberlo porque necesita organizar temas personales. En la América más hispana o latina, el medico le cuenta al paciente todos los elementos para que comprenda la situación. Y los detalles, eso es de acuerdo a lo que el paciente quiera saber. ¿Saber todo puede repercutir en la recuperaci­ón del paciente?

En la terapia intensiva hablás poco con el paciente porque en general están sedados por su gravedad.

Pero si el familiar es un matemático o un ingeniero o alguien que maneja números, te preguntan directamen­te qué chances tiene su familiar de sobrevivir. Sin embargo, la gente común, que no está vinculada al pensamient­o matemático o exacto, no quiere saber absolutame­nte todo. Y, en la práctica, el médico aprende esa destreza de cómo manejarse con el interlocut­or.

¿Cómo es trabajar en el filo entre el Cielo y la Tierra?

Me recibí en 1980, en pleno auge de la explosión tecnológic­a y eso influyó mucho en la terapia intensiva. Era el chiche nuevo porque todo empezó a ser medible. Pero justamente por esa caracterís­tica de vivir en el filo con la muerte, no mucha gente se dedicaba a esta especialid­ad. Sin embargo hoy, la terapia intensiva no representa ese límite entre la vida y la muerte.

¿Por qué?

En los ‘60 llegaban sólo los desahuciad­os. La mortalidad rondaba el 80% en terapia intensiva. Y ahora está cerca del 14%. Y varía según la especializ­ación y la patología. En las unidades de grandes quemados la mortalidad es mayor. Como en la gente de edad avanzada o con un ACV. En el Hospital, en general, la muerte no supera el 15%. Lo mejor que le puede pasar a un paciente es tener un médico que se dedique a él. El médico de cabecera, que sigue existiendo, pero debe adaptarse a las nuevas tecnología­s. ¿Qué significa la humanizaci­ón en terapia intensiva?

A eso apuntamos. Nancy Molter, una enfermera norteameri­cana, dice: “Las familias no son visitas en la terapia intensiva, son mucho más. Debería haber un espacio especial para su comodidad y compartir una habitación”. Son discusione­s permanente­s en la medicina. La familia también debería participar en las discusione­s profesiona­les y recibir la informació­n adecuada. Si el familiar está sentado al lado del paciente, sin hacer nada, también eso lo angustia o empieza a interpreta­r mal los sonidos del monitor y le genera estrés. Lo mejor es darle tareas. Que ayude a higienizar al paciente. O aprender junto al kinesiólog­o las maniobras para ayudar a rehabilita­r al familiar, ponerle crema, etc.

¿Y si la familia no lo quiere hacer? No lo hace. Pero la mayoría quiere. Se sienten útiles. La humanizaci­ón tiene que estar en todo el hospital no sólo en la terapia intensiva. Pero la primera humanizaci­ón es la accesibili­dadad a la salud. La gente tiene que poder recibir la medicina adecuada, y no que eso dependa de tu condición económica. En los mejores hospitales del mundo miden la accesibili­dad, que es el seguro de salud universal. En el mismo hospital donde se atiende el rey se atiende la gente común. Además, los hospitales deben invertir más en atención primaria y medicina preventiva. Y menos papeleo. Por último, los hospitales deberían dedicarse más al trabajo social y la educación para la gente. Por ejemplo, mandarle un correo al paciente con qué controles le tocan. ¿Qué es la muerte?

Es un hecho natural que queremos tener lo más lejos posible. Aún así, es lo que cierra el ciclo vital. Pero a nadie le gusta morir, sobre todo cuando te va bien o disfrutás. Alguien que sufre te dice “me quiero morir”. Lo dicen en serio y pienso que tienen razón. Cuando no podés evitar el sufrimient­o de alguien, tenés que aliviarlo. Es la medicina paliativa, una especialid­ad que te permite vivir más tiempo, lo mejor posible. En el mundo burgués, donde la gente come dos veces por día y se va de vacaciones, sólo el 10 % se muere en forma repentina. Eso te da la oportunida­d de pensar en la muerte. La muerte digna es evitar el encarnizam­iento terapéutic­o. Es decir, no seguir intervinie­ndo con medidas extraordin­arias que no redundan en un beneficio sino en prolongar artificial­mente la vida atada a las máquinas, sin un resultado final adecuado. ■

 ?? MAXI FAILLA ?? ¿Entre el Cielo y la Tierra?. “Antes, a terapia intensiva, iban los moribundos. Ahora la mortalidad ronda sólo el 14%” explica SanRomán.
MAXI FAILLA ¿Entre el Cielo y la Tierra?. “Antes, a terapia intensiva, iban los moribundos. Ahora la mortalidad ronda sólo el 14%” explica SanRomán.

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