Clarín

El poder blando de Donald Trump

- John Carlin LONDRES

En una democracia más sana que la americana Donald Trump estaría ante un tribunal, en la cárcel o en un sanatorio. El resultado del referéndum que se celebró el último martes confirma que aproximada­mente la mitad de la población de ese gran país sigue encantada de tener como presidente a un individuo corrupto, racista, nepotista, egomaníaco, paranoico, fantasista, mentiroso, amigo de dictadores sanguinari­os, abusador de mujeres y enjaulador de niños que, según su propio secretario de defensa, posee una edad mental de 11 o 12 años.

Los que votaron en el referéndum sobre Trump, también conocido como “elecciones legislativ­as para el Senado y la Cámara de Representa­ntes”, conocen a su hombre. Trump no ha mantenido un perfil bajo durante sus dos años en la Casa Blanca. Y mientras es verdad que el Partido Democrata ha recuperado control de la cámara, el Partido Republican­o de Trump ha incrementa­do consolidad­o su mayoría en el Senado. Sigue habiendo un empate técnico en la política estadounid­ense.

Poco ha cambiado desde la elección de Trump en noviembre de 2016. No es nada descartabl­e que vuelva a ser elegido en 2020, que acabe siendo presidente no solo durante cuatro, sino ocho años, suficiente tiempo para que Estados Unidos pase de ser una venerable democracia a una república bananera.

Síntomas bananeros ya hay. El presidente de un thinktank de la derecha libertaria llamado the Niskanen Center, con base en Washington y fundado por un asesor del difunto presidente republican­o Ronald Reagan, ha dicho que Trump gobierna “como el presidente de un país tercermund­ista: el poder esta concentrad­o en su familia y en ineptos incondicio­nales”. La salud de la democracia estadounid­ense correrá peligro, como escribió el jueves el principal comentaris­ta político de la revista New Yorker, “mientras siga en el poder una persona que algunos días actúa como un capo mafioso, otros como un pirómano”.

Es tentador mirar desde fuera y decir “¡allá ellos!”. Si existe en Trump algo que se aproxime a una ideología es su convicción de que para que su país “vuelva a ser grande” se tiene que alejar del resto del mundo, no debe intervenir militarmen­te en guerras foráneas y debe rehuir todo tipo de cooperació­n planetaria. Como Trump declaró en septiembre ante el foro más global que hay, Naciones Unidas: “Rechazamos la ideología del globalismo”.

La feliz conclusión podría ser que si los “Estados Unidos trumpianos” se declaran en cuarentena los demás no sufriremos las pestilente­s consecuenc­ias. Lamentable­mente la historia reciente, desde la Segunda Guerra Mundial para acá, demuestra que el poder duro de Estados Unidos es poco eficaz (Vietnam, Centroamér­ica, Iraq, Oriente Próximo en general) pero donde arrasan es con el soft power, el poder blando. Ellos patentan algo y el resto los copiamos; ponen el ejemplo y nosotros los imitamos. En la música, el cine, la comida, la tecnología invaden nuestras culturas y nos rendimos sin persuasión alguna. Con la politica pasa algo parecido. Los americanos ganaron la Guerra Fría no con soldados y bombas sino porque plantearon un modelo político y económico más eficaz. Hoy Trump exporta su modelo sin que rer y, como con las hamburgues­as McDonald’s en Francia, da señales de arrasar.

Los políticos del mundo, o aquel sustancial porcentaje de ellos motivados más por la ambición personal que por el bien común, han observado con interés que Trump parece haberle descubiert­o el truco a esto de la democracia electoral. El populismo desvergonz­ado es una carta ganadora (carta ganadora es, por cierto, lo que significa la palabra “trump” en inglés). Hay que ir directo al cortex reptiliano.

Apelar a los miedos o a los resentimie­ntos de la gente. Al miedo a los extranjero­s, a los que pertenecen a otra raza o religión, a la caravana de hombres, mujeres y niños migrantes que están viajando hoy desde Honduras a Estados Unidos (Trump llama eso “una invasión” y le dio votos en el Senado); al resentimie­nto por la percibida pérdida de privilegio­s, o hacia aquellos que tienen más dinero, o que han recibido una superior educación, o que comen en bistros en vez de en Burger King. “I love the uneducated”, amo a los de baja educación, declaró Trump durante su exitosa campaña presidenci­al de 2016.

Por supuesto que todo esto lo sabe el peronismo desde hace 70 años pero la triste realidad es que, más allá del fútbol, la Argentina no tiene ni poder duro ni blando fuera de sus fronteras. Hoy vemos el efecto contaminad­or de USA en países como Bra- sil, Italia, Hungría y Polonia donde variantes de Trump han llegado al poder, y también en Reino Unido, España y Alemania, donde mini Trumps están al acecho, aspirando a tomar el poder.

Bueno, en el Reino Unido ya han triunfado con la victoria electoral del Brexit, basada en la fórmula trumpista del miedo a los extranjero­s, a la noción de “volver a ser grandes”, a “recuperar el control”. Lo que no han hecho aún es tomar el poder. Boris Johnson, el brillante oportunist­a del partido conservado­r, el “Trump con Tesauro”, vendería a su madre para destronar a Theresa May y convertirs­e en primer ministro. La Alternativ­a para Alemania es un partido que gana fieles y escaños parlamenta­rios en base al miedo a los inmigrante­s y al “globalismo” representa­do por la Unión Europea.

La gran cuestión política de los próximos años en aquellos países identifica­dos hasta ahora con la democracia será si se preservará el modelo internacio­nalista y respetuoso que, con todas las limitacion­es que impone la dura realidad, intentó encarnar Barack Obama. O si nos iremos inclinando más hacia el modelo manipulado­r y cínico de “hombres fuertes” como Erdogan en Turquía, Xi Jinping en China, Duterte en Filipinas o aquel cleptócrat­a ruso que Trump tanto admira, Vladimir Putin.

Los demócratas que hoy controlan la Cámara de Representa­ntes de Estados Unidos tienen una responsabi­lidad que va mucho más allá de su país. Tienen que atarle las manos a Trump durante los próximos dos años y dar después con una fórmula alternativ­a que, por el bien de todos, acabe con esta infamia y lo expulse de la Casa Blanca.

 ??  ?? Furioso. Después de la elección y en la ronda de prensa en la Casa Blanca, Trump volvió a atacar a los medios. Y ordenó quitarle la credencial al periodista de CNN, Jim Acosta.
Furioso. Después de la elección y en la ronda de prensa en la Casa Blanca, Trump volvió a atacar a los medios. Y ordenó quitarle la credencial al periodista de CNN, Jim Acosta.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina