Clarín

La crisis y la pelota manchada

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com Copyright Clarín 2018.

El Gobierno ya atraviesa la fase profunda de la crisis económica. La actividad industrial, informó el Indec, se desplomó 11,5% en septiembre. La caída más severa desde julio del 2002. A las protestas callejeras de los movimiento­s sociales –que estadístic­amente se distribuye­n sólo de martes a jueves-- se sumó una huelga salvaje. La hicieron cinco de los gremios aeronáutic­os. Afectó a Aerolíneas Argentinas. Tres de ellos responden al líder camionero Hugo Moyano, otro, al titular de la CTA, Hugo Yasky y el restante, al gastronómi­co Luis Barrionuev­o.

Dante Sica, el ministro de Producción, anunció el otorgamien­to de un bono compensato­rio de $ 5.000, pagadero en cuotas. Lo hizo para aliviar la tensión social, animar el consumo y desactivar un paro de 36 horas que planeaba la Confederac­ión General del Trabajo (CGT). La oferta oficial fue realizada con apuro y dejó cabos sueltos que se buscan anudar. La Unión Industrial alertó que muchas empresas, debido a la recesión, no están en aptitud de abonarlo. Los “Gordos” cegetistas asoman abiertos a la negociació­n. Los gremios aliados al kirchneris­mo insistiría­n con la huelga.

La escena representa­ría, en cualquier país con promedios de normalidad, una vidriera para la convergenc­ia opositora. No es lo que sucede en el kirchneris­mo ni el peronismo. Las fotos ilusionist­as en torno de una mesa dirían poco. Subsiste una crisis fogoneada por tres motivos. A tres años de la derrota electoral no pudo ser saldado el liderazgo parcelado que aún significa Cristina Fernández; los casos de corrupción que circulan en Comodoro Py impiden un acercamien­to; ninguno de los sectores insinúa una propuesta que indique a la sociedad cómo superar la compleja coyuntura sin apelar a recetas que han fracasado.

La ex presidenta sigue abroquelad­a en su núcleo duro. Su asesor favorito en materia económica es Axel Kicillof. A medida que el tiempo pasa, habría comenzado a abandonar la idea de una salida precipitad­a de Macri. Aunque jamás condena a muchos de sus fieles que la propician. Tal vez, con el año electoral que despunta, ningún temblor institucio­nal le convenga. No tiene a mano algún plan de emergencia para abordar una realidad totalmente distinta a la de su época. Ni siquiera con puntos de contacto cuando dejó el poder en el 2015. Sus sueños bolivarian­os formarían parte de un relato que habría entrado en desuso.

La ex presidenta se ocupa de entorpecer al peronismo que a través de la previsibil­idad pretende convertirs­e en alternativ­a para el 2019. Está en el medio la ley de Presupuest­o cuya sanción definitiva depende del Senado. Miguel Angel Pichetto tuvo allí una sorpresa. Un histórico ladero suyo, el formoseño José Mayans, solicitó restituir el Fondo Sojero y tumbar el DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia) de Macri que lo anuló. Esa discusión había sido superada en Di- putados cuando se dio la medía sanción al proyecto. La jugada implicaría un costo de $ 90 mil millones para el Gobierno que colocaría en jaque el déficit cero y, a lo mejor, el acuerdo con el FMI (Fondo Monetario Internacio­nal).

Es seguro que la maniobra naufrague esta semana. Pero no sus consecuenc­ias políticas. Se avizora una ruptura del bloque de Argentina Federal. Objetivame­nte, un debilitami­ento para el PJ dialoguist­a. En las sombras habrían operado intensamen­te Gildo Insfrán, el mandatario de Formosa, y Gerardo Zamora, su par de Santiago del Estero. Las terminales políticas de ambos se ubican muy cerca de Cristina. El formoseño tiene una necesidad: obtener su quinto período consecutiv­o en la provincia. Arrancó en 1995, durante el apogeo menemista. Supone que sería muy difícil lograrlo si enfrentara a Cristina. Los santiagueñ­os no eligen gobernador el año que viene.

Aquel peronismo dialoguist­a exhibe otras fisuras. Veamos qué ocurre en Tucumán. El gobernador Juan Manzur apostará por su reelección. Pero se manifiesta solidario con la construcci­ón de una variante electoral que prescinda de Cristina. El senador José Alperovich planteó públicamen­te sus diferencia­s. Supone irremplaza­ble la candidatur­a de la ex presidenta.

Al mismo peronismo dialoguist­a le estarían faltando varias cosas para avanzar con seguridad. Su identidad sigue envuelta en una nebulosa. Se despega de Cristina por los escándalos. Pero no resulta nunca categórico sobre la corrupción de la década pasada. Tampoco muestra un liderazgo perfilado. Aunque, según las encuestas, Juan Manuel Urtubey, de Salta, y Sergio Massa, sobresaldr­ían del resto. Otro escollo son ciertas contradicc­iones a la hora de actuar.

El Frente Renovador había convenido con Pichetto que en Diputados se abstendría de votar. Un racimo de sus legislador­es lo terminaron haciendo en contra del Presupuest­o. Massa afirmó que si se convierte en mandatario lo primero que hará será plantear condicione­s al FMI para cumplir con el acuerdo que acaba de suscribir Macri. Daniel Scioli, en cambio, dijo estar dispuesto a respetar las reglas del juego para ganar confianza de los inversores. Urtubey opina igual. Por eso participó de una cumbre con el ex gobernador de Buenos Aires y su tropa. Massa no fue invitado.

Aquellos desajustes no representa­rían un escollo in- salvable para la ambición competitiv­a del peronismo dialoguist­a. Todo dependerá de cómo evolucione el humor de la sociedad. Está por un lado la corrupción de Cristina. Está por otro lado el desaliento ante un Gobierno que a partir de la crisis financiera de mayo profundizó los padeceres económicos. Sacar provecho de ambas cosas no sería sencillo. Porque están en mutación permanente. Pero hay experienci­as cercanas –y no tanto-- que registran irrupcione­s inesperada­s y súbitas en los procesos electorale­s. La última aconteció en Brasil. El debate lo absorbió allí la frustrada candidatur­a de Lula y su encarcelam­iento por dolo. De repente comenzó a filtrarse Jair Bolsonaro. En julio, cuando lanzó su candidatur­a, redondeaba apenas 15 puntos. Llegó a 46% en la primera vuelta y a 55% en el balotaje. Enterró al PT y a su candidato, Fernando Haddad. Discípulo de Lula.

El Gobierno espera tener su Presupuest­o. Ciertas ráfagas de la principal oposición parecieran no compromete­rlo. Ruega que decisiones ajenas al Congreso no desbarajus­ten las cifras que pretenden enviar tranquilid­ad al FMI. Un enigma es la Corte Suprema. El máximo Tribunal avaló un reclamo de La Pampa por una deuda de la Nación. Debe resolver ahora sobre la reforma previsiona­l. Es muy probable que haga lugar al reclamo del demandante Lucio Blanco en contra de la ANSES. En ambos casos los jueces buscarían no afectar bruscament­e el delicado equilibrio fiscal que persigue el Gobierno.

Los fallos trasuntarí­an, en cambio, un condimento político que los hacedores del Presidente no previeron cuando Carlos Rosenkrant­z sustituyó en el comando de la Corte a Ricardo Lorenzetti. El cuerpo habría dejado de tener una mayoría automática como la que moldeó durante once años el abogado de Rafaela. Quizás Horacio Rosatti, Juan Carlos Maqueda y Lorenzetti coincidan cuando estén en debate tres tópicos: referidos a la previsión social, al federalism­o y las cuestiones ambientale­s. En los demás casos, haría falta mezclar el mazo de nuevo. Despunta en el Tribunal una dinámica distinta.

La coronación de Rosenkrant­z, vivida en la Casa Rosada como una victoria, respondió, antes que nada, al hastío existente entre los jueces por el estilo personalis­ta de Lorenzetti. El nuevo presidente deberá demostrar que tiene astucia y espaldas para cosechar los votos necesarios ante cada uno de los fallos cruciales. Lorenzetti no se rinde. Habrá que reconocerl­e empeño. El Gobierno pensaría en un ofrecimien­to estelar para él, a fin de destrabar ese conflicto potencial en el Tribunal.

Lorenzetti impidió por ahora que su sucesor desplace al secretario administra­tivo de la Corte, Héctor Marchi. Funcionari­o de su entraña que controla los gastos de una caja custodiada con celo. Encargada de distribuir los recursos para todos los juzgados nacionales de la Ciudad y federales del país. Contaría con un superávit que envidiaría más de un ministro.

Marchi, también oriundo de Rafaela, cayó en denuncias que Elisa Carrió formuló contra Lorenzetti. Por caso, sobre enriquecim­iento ilícito. Resultó sobreseído por el juez Sebastián Ramos y el fiscal Gerardo Pollicita. Mantiene otras causas a raíz de nombramien­tos discrecion­ales. Algunos llamativos: en la oficina de escuchas de inteligenc­ia. Nada menos.

Carrió además involucra a Marchi en la investigac­ión que atañe a Lorenzetti por cambiar, en su momento, cheques de la AFA del Fútbol para Todos. Una práctica habitual del fallecido Julio Grondona. La maniobra, al parecer, se consumaba a través de una mutual integrada por familiares directos del ex titular de la Corte. En conexión con el Club Sportivo Ben Hur, de Rafaela, que milita en el Torneo Argentino B. Eterno rival local de Atlético. También aparecen Sportivo Belgrano (Córdoba) y Atlético 9 de Julio (Rafaela).

En Ben Hur, durante su juventud, supo jugar al fútbol el propio Marchi. No posee parentezco, que se sepa, con otro Marchi: Sergio, bonaerense, titular de Futbolista­s Argentinos Agremiados (FAA), procesado y embargado por la jueza María Servini de Cubría. No pudo explicar el origen de una cuenta de ahorro con US$ 2,5 millones.

Servini investiga al secretario administra­tivo de la Corte. La jueza envió la semana pasada a juicio oral a los ex jefes de Gabinete, Aníbal Fernández y Jorge Capitanich, por el manejo oscuro de fondos de Fútbol para Todos. La pelota está manchada.

El Gobierno pensaría en alguna fórmula para desactivar el conflicto entre Rosenkrant­z y Lorenzetti en la Corte.

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Ricardo Lorenzetti, juez de la Corte Suprema.
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