Clarín

El chico que sobrevivió para escribirlo

- Mariana Iglesias miglesias@clarin.com

Cinco meses de gestación, 770 gramos de peso, 30 centímetro­s de largo. Llegó tan de repente que ni nombre tenía. Las enfermeras le pusieron Juan.

Fisura de bolsa, poco líquido, un embarazo riesgoso y un parto provocado. Su madre pujó doce horas y así salió. Entraba en las palmas de una mano. Los pulmones sin terminar. Era 9 de mayo de 1995. Siguieron tres meses de incubadora, operacione­s, cuidados extremos. El 11 de agosto pudo ir a su casa con su hermana, su mamá, su papá. Pesaba un kilo ochociento­s gramos. Le pusieron Michael. Se pronuncia Mikael. “16:04 pm. Acabo de nacer. No me sale llorar. Intento gritar. Me duele todo el cuerpo. No sé dónde estoy; nadie me dio la bienvenida. Estoy mojado. Giro mi cabeza. Hay mucha gente… Al lado mío, un hombre. Exhausto. Sonriente. Inmóvil. Apenas abro mis ojos. ‘¡Muchas felicidade­s!’, escucho. ‘Vamos a hacer todo lo posible’. Cierro los ojos”.

Lo posible ocurrió. Michael Josch hoy tiene 22 años, ojos bien grandes y lo que se dice una vida normal. Acaba de publicar su primer libro en el que vuelve para atrás, al instante en el que una bacteria entró al cuerpo de su madre para cambiarles la vida a todos.

“Cincomesin­o” se iba a llamar el libro. Al final le puso “770” gramos. No es una autobiogra­fía convencion­al. Es una novela de ficción en la que el protagonis­ta es un bebé prematuro que casualment­e se llama Michael. El bebé es quien habla. Su ingenuidad es graciosa. Antes fueron blogs. Hace varios años que la escritura es su método de descarga. “Siempre me gustó escribir y la idea del libro surgió en un taller literario”, dice Michael Josch a Clarín.

Cuenta que Luis Mey, su profesor –autor de “Diario de un librero”,“La pregunta de mi madre”, “Las garras del niño inútil”, entre otros libros-, le dio como ejercicio escribir en primera persona el relato de cómo había nacido. “Le entregué una página y le encantó el tono narrativo. Me dijo que tenía que publicarlo, yo ni lo había pensado, lo único que quería era escribir”, dice Josch.

También cita a Stephen King: “Las novelas se cuecen a fuego lento en la cabeza”. Tal vez, reflexiona, la idea del libro estuvo siempre. “Escribir es un alivio, es reparador, es un camino de sanación”.

Los doctores de La Trinidad, el sanatorio del barrio de Palermo donde nació, no pensaron que sobrevivir­ía. Sus pulmones no estaban desarrolla­dos. A los 25 días lo operaron: cerraron el ductus para que la sangre llegara mejor al corazón y al pulmón. Lo abrieron del lado izquierdo. Entonces fue un corte ínfimo. Hoy la cicatriz cruza la mitad de su espalda. Verla reflejada en el espejo de una tienda, por casualidad al probarse una remera, lo enfrentó a su prematurez. Quedaban marcas de aquella fragilidad.

Cuando tenía 3 años, la directora del jardín le dijo a sus padres que podía ir a la sala de 2, con los nenes más chiquitos, así no se sentía tan mal con los de su edad. Era demasiado pequeño. Sus padres no quisieron. Lo mandaron con los de su edad, enormes para él. “Agradezco tanto esa decisión, muchas veces la sobre protección te perjudica”, dice Michael. Hoy, esos grandotes del colegio son sus mejores amigos.

Tampoco fue tan fácil. No era bueno para los deportes, no jugaba bien a la pelota, se cansaba, se agitaba. Su crecimient­o fue muy lento, con controles periódicos hasta los seis años. “Si bien fue durísimo, hoy estoy sano cien por ciento, vivo contento y no quiero quedarme en la queja. Me gusta el humor”. Michael lo dice por el bebé de su libro. Fue su recurso para hacer sonreír a pesar de las incubadora­s oscuras, los cables en el cuerpo, las operacione­s y los medicament­os para sostener la vida.

“No entiendo mucho cuántos doctores hay. A Ceci la veo casi siempre: viene, me habla, sonríe. A veces. Las chicas de azul ya son varias. Me pinchan y me hacen cosas en el cuerpo, algunas me duelen y otras que me gustan. A mis papás los veo también, siempre vestidos de verde. Vienen y se van. ¿Pero a dónde? Yo me quiero ir con ellos”.

“Un bebé no entiende demasiado. Usé un absurdo verosímil. El humor siempre descomprim­e”, dice. Para escribir su libro Michael volvió a La Trinidad, a aquella sala de prematu- ros donde “las mamás siempre lloran”. Habló con muchas. Con la suya también. Horas y horas. Supo que su madre dejó de llevar a su hermanita mayor -entonces de 3 años- al jardín para quedarse con él. Que el papá lo visitaba a las seis de la mañana porque después tenía que trabajar, y que volvía a la noche tarde. No sólo fue la angustia. Las rutinas familiares también volaron por el aire.

“Cuando te pasa algo así, es como una señal, y te preguntás qué podés hacer para mejorar las cosas, ayudar a los demás, que sirva de algo. Y por eso creo que también escribí el libro”. Michael cuenta con cierto pudor que hay días que se siente un súper héroe. Que le escriben padres y madres con bebés internados, pegados a la incubadora. Le cuentan lo bien que les hace verlo así, con sus ojos tan grandes a los 22 años. Le preguntan si en serio pesaba 770 gramos. El peso como batalla y obsesión.

Michael responde con su novela. “Y eso que nacer con 770 gramos en el 95 no era lo mismo que ahora, que hay otra tecnología más moderna”, explica. Pero entonces bastó. Y las “chicas de azul” como llama el bebé a las enfermeras que lo atendieron 24 horas por más de tres meses, hicieron lo suyo. Como los doctores, que vestían de blanco.

Michael estudió publicidad en la Escuela Superior de Creativos Publicitar­ios, trabajó en dos agencias y ahora tiene su propio emprendimi­ento de marketing digital. Vive con sus padres por Palermo, aunque ya no en la casa donde pasó sus primeros años. Allí, en una pared, quedaron las marcas del crecimient­o, centímetro a centímetro. Acaso eso ya no importe. Mide 1,70, como Messi, más que Maradona.

 ?? LUCIA MERLE ?? La novela de un autor precoz. Michael pesó 770 gramos al nacer. Nadie creyó que viviría. Pero lo hizo y escribió un libro.
LUCIA MERLE La novela de un autor precoz. Michael pesó 770 gramos al nacer. Nadie creyó que viviría. Pero lo hizo y escribió un libro.
 ??  ?? Así de chiquitito. Llegó tan de repente que ni nombre tenía. Las enfermeras le pusieron Juan. Aún conserva el peluche de aquellos días.
Así de chiquitito. Llegó tan de repente que ni nombre tenía. Las enfermeras le pusieron Juan. Aún conserva el peluche de aquellos días.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina