Clarín

La pizza argentina llegó al Guinness de los récords

Se hicieron 11.287 unidades en 12 horas, al pie del Obelisco.

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Junto al Obelisco, la pizza argentina se convirtió este domingo en récord mundial. La hazaña representa un logro inédito para nuestra cocina local y llegó de la mano del Guinness World Records, que mandó a Buenos Aires sus jueces y además supervisó a través de cámaras todo el desarrollo desde el exterior.

El récord es por el "mayor número de pizzas preparadas en 12 horas por un equipo". Antes, Italia era quien llevaba el título, con poco más de 10 mil unidades, hechas en Roma en junio de 2017. Para superarla, los maestros pizzeros argentinos elaboraron 11.287 pizzas en medio día. Y también se el récord de "mayor número de empanadas servidas en ocho horas".

El desafío lo llevó adelante la Asociación de Propietari­os de Pizzerías y Casas de Empanadas (Appyce), y significó una gestión operativa sin precedente­s. Desde las 14 del sábado se cortó Diagonal Norte y Carlos Pellegrini para empezar el armado. Tres camiones hicieron más de 40 viajes para transporta­r la infraestru­ctura de cocción y los utensilios. También se instalaron carpas que responderí­an a la alerta meteorológ­ica que rigió en la Ciudad.

Además, detrás del récord de once mil pizzas se necesitaro­n materias primas. Las habituales, pero en cantidades enormes: 3.000 kilos de hari-

na, 2.000 litros de agua, 1.100 litros de salsa de tomate, 2.700 kilos de muzzarella, 1.080 kilos de jamón, 220 litros de aceite de oliva y 100 kilos de sal. Cantidad semejante sólo podía ser manipulada por un ejército: 250 profesiona­les y estudiante­s de Appyce, y 150 voluntario­s de la Asociación Síndrome de Down de la República Argentina (ASDRA) y de la Fundación Leandro Olmos. Todo lo recaudado por la venta de las pizzas y las empanadas fue destinado a esas entidades sociales.

Este domingo a la mañana, Daiana, de 26 años, vio un despliegue que la sorprendió. Trabaja en atención al cliente sobre la avenida Corrientes, a tres cuadras. "Llegué al trabajo y mis compañeros me comentaron que era a beneficio de dos fundacione­s. Me pareció lindo pasar a la salida", dijo a Clarín. Estaba junto a su novio Pablo, de 29, quien la había pasado a buscar, y tenía en sus manos una caja de pizza (cada una se vendía a $100) y una docena de empanadas ($ 150).

Sobre Diagonal Norte, entre Suipacha y Esmeralda, se montó un patio pizzero para disfrutar de las preparacio­nes sentado a una mesa. Ahí estaban Guadalupe y su familia. También, sus compañeras de posgrado. "Salí

temprano a pasear con nuestra hija por avenida Corrientes. Como ella (por su esposa) salió temprano del posgrado, nos reunimos todos acá", sintetizó Fernando, el marido. La familia es de Catamarca y está en Capital acompañand­o a Guadalupe, médica en sus estudios académicos. "Nunca imaginé sentarme en una avenida a comer, viendo el Obelisco,

muy chevere, y la pizza muy rica", dijo Guadalupe, una de sus compañeras, que es ecuatorian­a.

Todo el día se vieron padres de la mano de sus hijos, grupos avanzando con mochilas y cochecitos de bebé, abuelos junto a sus nietos. En Sarmiento y Diagonal Norte había una familia de cinco. Adelante, a los pies del Obelisco, cinco estaciones de trabajo con sus respectivo­s hornos funcionaba­n en continuado. En el medio de ellos, caminando de una punta a la otra, estaba Javier Labaké, director de la escuela de Appyce. "Vamos, hace cuatro años estamos con este sueño y ya falta menos para cumplirlo",

arengaba al grupo. No había dormido, desde las 12 del sábado estaba ahí. "Emocionalm­ente es muy intenso. Estamos posicionan­do a Argentina en un lugar que no tenía", reconoció. A unos metros, una jueza del Guinness World Records daba indicacion­es a 17 testigos que supervisab­an las tareas. Hacia Suipacha, bajo una carpa, tres hombres se reunían detrás de pantallas de computador­as. Eran los encargados del conteo. Uno tan estricto que obligó a los organizado­res a diseñar una caja en la que estaba marcado el diámetro de la pizza. Si no lo alcanzaba, esa pizza no era contabiliz­ada. Pero a pesar de la tormenta, el Superclási­co y las exigencias del Guinness, los pizzeros argentinos pudieron y se alzaron con el premio mayor: convertirs­e en récord.

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GERMÁN GARCÍA ADRASTI En equipo. Bajo una carpa, por la lluvia, los maestros pizzeros trabajaron desde temprano para lograr la marca.

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