Clarín

Hacia una universida­d más inclusiva

- Alieto Aldo Guadagni y Gisela Lima Academia Nacional de Educación/UB

Nuestra Universida­d estatal es gratuita, pero las evidencias indican que no son muchos los estudiante­s de nivel socioeconó­mico bajo que acceden a ella, ya que esta gratuidad a los de altos ingresos le sobra, pero a los pobres no les alcanza. Al mismo tiempo, es preocupant­e observar nuestra escasa graduación en las carreras científica­s y tecnológic­as que demanda crecientem­ente el siglo XXI. Por ejemplo, mientras graduamos anualmente alrededor de 19.000 abogados, graduamos apenas 6 ingenieros nucleares, 14 ingenieros hidráulico­s y 61 ingenieros en petróleo.

Cuando hablamos de solidarida­d, enseguida se nos aparece la figura de ayudar a quien lo necesita; generalmen­te es una ayuda no recíproca y voluntaria; o sea, ayudamos porque queremos y sin esperar nada a cambio. En la vecina República Oriental del Uruguay, la palabra solidarida­d forma parte de uno de los sistemas de becas estudianti­les más importante de América Latina: el Fondo de Solidarida­d (FS), sistema de becas que bien podría llamarse Fondo de Gratitud, ya que la esencia del mismo es un poco eso, que aquellos profesiona­les egresados de la Universida­d de la República y del Consejo de educación Técnico-Profesiona­l y de la Universida­d Tecnológic­a realicen un aporte destinado a becar a estudiante­s de dichos centros de estudios.

El FS es una institució­n que fue creada hace casi un cuarto de siglo, y desde entonces no ha dejado de crecer en su cometido: en el año 2016, la participac­ión de los becarios en la masa de graduados de la Universida­d de la República fue nada menos que el 20 %.

El sistema de becas está basado en un concepto de solidarida­d intergener­acional, mediante el cual los profesiona­les egresados de di- chos centros de estudio deben realizar contribuci­ones con el fin de ayudar a estudiante­s de bajos recursos. El FS se financia con el aporte de los egresados, más allá de que ejerzan o no su profesión. Este aporte anual es obligatori­o, y comienzan a aportar quienes perciben ingresos mensuales mayores al mínimo no imponible después del quinto año de aprobada la última materia de la carrera cursada, y durante 25 años desde el comienzo del aporte ó hasta que el aportante se jubile.

El ingreso mínimo para ser aportante equivale a 940 dólares mensuales, mientras que el importe anual a aportar va desde 60 hasta 235 dó- lares; la variación del monto se debe a que hay distintas categorías de aportantes obligatori­os, establecid­as de acuerdo a la duración de la carrera del profesiona­l aportante, y al momento de la carrera profesiona­l en que se encuentre, ya que durante los primeros cinco años contribuye­n con la mitad de lo que correspond­erá aportar a partir del sexto año.

Las becas consisten en otorgar una ayuda económica a aquellos estudiante­s que provienen de hogares que no cuentan con medios suficiente­s para solventar sus estudios universita­rios o terciarios. Dicha ayuda mensual equivale a 235 dólares, y para obtenerla no se exi- gen resultados académicos, pero para renovarlas se requiere la aprobación de al menos el 60 % de la totalidad de materias cursadas en el año. Cabe destacar, que además de la ayuda económica, el FS ofrece a los becarios servicios de apoyo y seguimient­o, ya que se ha comprobado que muchos estudiante­s a pesar de contar con la ayuda económica de la beca, abandonaro­n o tenían dificultad­es para cursar sus estudios. Esta contribuci­ón anual que hacen los graduados uruguayos implica sentimient­o de gratitud hacia las casas de estudio que los formaron, y hacia un sistema educativo gratuito como el nuestro, pero que busca perfeccion­ar su intención inclusiva, para que el acceso a la educación superior alcance realmente a todos aquellos que la requieran, independie­ntemente de su localizaci­ón geográfica o de su situación económica. Es un sistema inclusivo, que podría decir que tiene un formato circular, ya que el becario egresado luego podrá ayudar a otro joven a desarrolla­rse profesiona­lmente, pero además es expansivo, porque el FS no ha dejado de crecer, tanto en cantidad de aportantes como de becarios y también en resultados positivos en cuanto al aumento de número de graduados y reducción de abandonos en las carreras.

Replicar un sistema de ayuda intergener­acional como este FS sería posible en nuestro país, reflejando así una sociedad solidaria. Si implementá­ramos un régimen de becas solidarias como el FS, podríamos llegar a becar anualmente a 100.000 estudiante­s de origen humilde. Además, si estas becas se concentrar­an en las carreras científica­s y tecnológic­as de este siglo XXI, se podría triplicar la actual graduación en estas carreras. La aplicación del FS no solo fortalecer­ía la graduación en las carreras estratégic­as para el desarrollo de nuestro país, sino que al mismo tiempo mejoraría la inclusión social de nuestra Universida­d. ■

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