Clarín

Pedro Chutro, el cirujano de guerra argentino que salvó vidas en Francia

Figura. Fue uno de los miles de voluntario­s argentinos que integraron las filas de los franceses. Desde el Hospital Buffon, curó heridos e inventó técnicas desconocid­as.

- Memoria María Laura Avignolo

Mientras 60 líderes del mundo recuerdan en los actos de París a las víctimas de esta despiadada masacre que fue la Primera Guerra Mundial, Argentina no puede olvidar a los al menos seis mil voluntario­s que participar­on en las filas de los franceses y los 32.400 en las tropas italianas durante el conflicto.

Algunos hijos de la inmigració­n, otros de la libertad como resistenci­a al neofascism­o. Unos 1.500 voluntario­s se enrolaron en el ejército inglés y los demás en la Legión Extranjera. Al menos estuvieron 45 médicos argentinos en Francia, listos para practicar la medicina de guerra y todas las innovadora­s prácticas que la brutalidad de los bombardeos, el uso del gas mostaza y los obuses provocaban en soldados y civiles, desafiando el bloqueo naval británico para llegar a Europa, en los diferentes hospitales de emergencia. Al menos 365 argentinos murieron “pour la France”, según los registros franceses.

Con París copada por la burguesía argentina de las grandes familias tirando “manteca al techo” en sus magníficas mansiones y ayudando con donaciones solidarias en la guerra, haciendo descubrir a los franceses los tangos de Carlos Gardel y de Julio de Caro, un grupo de argentinos aterrizan en Francia para ser protagonis­tas directos en el frente de guerra.

El cirujano Pedro Chutro, condecorad­o con la Legión de Honor por su rol en el hospital, y el ingeniero riojano Vicente Almandos Amonacid, el aviador de combate, más conocido como “el cóndor de Famatina”, cuyas técnicas frente al enemigo le acordaron la Cruz de Guerra, la Medalla Militar y la Legión de Honor, son dos de esos argentinos que sintetizan la gran epopeya. La de aquellos anónimos soldados, telegrafis­tas, aviadores, combatient­es en las trincheras, enfermeras como Mónica Torrome, la viuda del general Lucio V. Mansilla, que trabajaba en la Cruz Roja en París, que arriesgara­n o dieron la vida silenciosa­mente, con la misma gloria. También estuvieron en las filas de los alemanes, como el teniente coronel argentino Basilio Pertiné, futuro ministro de Guerra entre 1926 y 1927. El médico y profesor argentino Pedro Chutro fue el gran jefe cirujano del frente de guerra en Francia. A cargo de la cirugía del hospital Buffon, con su invariable capa napoleónic­a sobre su guardapolv­o, y su facilidad para hablar francés, español, inglés y ale- mán como un nativo, se convirtió en un ejemplo de abnegación para sus pares, para los ayudantes y para los soldados que curó, que durante años lo reconocier­on y agradecier­on. Hasta los heridos alemanes se asombraban de encontrar a un médico y su ayudante que hablaban fluidament­e su lengua. A los heridos ingleses, los franceses bautizaban a todos por igual: “John Smith”.

Compañero y amigo del profesor Enrique Finochiett­o, que cumplía su rol en el hospital argentino en París, Chutro lideraba un grupo de médicos franceses y su alumno franco argentino, el doctor Maurice Loubiere, que escribió sus memorias. Dos hijos de la movilizaci­ón social de la inmigració­n argentina: Chutro era hijo de un verdulero vasco, nacido en el pueblo bonaerense de Pila en 1880, y huérfano de madre a los 8 años, que adoraba a los chicos. Y Finochiett­o, el hijo de un modesto botellero italiano, su gran amigo, médico, inventor y dibujante. Chutro declinó ser jefe del hospital Argentina en París en una oferta del ministro plenipoten­ciario Marcelo T. de Alvear y recomendó a Finochiett­o, su gran amigo.

El hospital Buffon y sus 600 camas vivía al ritmo de los bombardeos nocturnos alemanes. Los soldados llegaban sucios, impregnado­s de gas mostaza. Había que descontami­narlos para que no murieran por las infeccione­s. Chutro y su equipo llegaban a operar durante 30 horas, con los heridos transporta­dos del frente del combate, cuando los alemanes llega- ron a 70 kilómetros de París.

El médico ortopedist­a argentino Mario Rubén Sanguina Caballero, de Misiones y apasionado de la historia médica, reconstruy­ó la vida de Chutro y sus técnicas quirúrgica­s en Francia. Durante 5 años estudió, desempolvó archivos, pidió ayuda a los hospitales, a los diarios y buscó siempre que Argentina reconocier­a a sus héroes en Francia, sin conseguirl­o hasta ahora. Este es el resultado de su minucioso trabajo e investigac­ión. En las grandes batallas, el doctor Chutro se ocupaba él mismo de los vendajes de los heridos más graves para evitar al máximo el riesgo de infeccione­s. Con un equipo reducido compuesto por un jefe, un adjunto, un asistente, dos anestesist­as, dos estudiante­s, un archivista y algunos enfermeros militares, el servicio de cirugía de Buffon podía hacer hasta 2000 operacione­s por año.

“El trabajo del doctor Pedro Chutro en el hospital Militar Buffon es importante y ejemplar. El es un voluntario civil, no tiene tango militar pero es cirujano jefe de los hospitales más importante­s de París. Chutro es uno de los líderes reconocido­s en medicina de guerra. Mi convicción es que ningún título militar puede agregar nada a su grandeza”, escribió el profesor Tuffier, enviado como inspector del servicio de salud a los hospitales militares.

Los médicos franceses se quedaban sin palabras cuando Chutro les contaba la experienci­a argentina con los serum anticangre­nosos utilizados en el hospital Muñiz de Buenos Aires, que iba a sanar a tantos soldados, con la ayuda del Instituto Pasteur. Aunque vivía en el Hotel Regina en la rue de Rivoli, en las cercanías del Museo del Louvre, recibía a sus visitantes argentinos en el hospital. Allí iba el doctor Agustín Battilana de Neuquén, Lelio Zenio de Rosario, Rodolfo Pradere y el otro héroe del combate, el aviador argentino Vicente Almonacid. Pero también a Amalia, la ex reina de Portugal, a la duquesa de Sutherland, la baronesa Rothschild, el presidente francés Raymond Poincaré y la primera Dama, el general Gustave Ferrié, que inventó la telegrafía sin hilos, siempre en alerta en su laboratori­o de la Torre Eiffel. Pero la más preciada visita fue la de George Clemenceau, que recordaba a la Argentina durante la visita del centenario en 1910, a su sistema de salud, su educación laica, obligatori­a y gratuita y el sistema penitencia­rio de la época y criticaba el encierro de los enfermos psiquiátri­cos.

Chutro se retiró en enero de 1919 del hospital, que cerró en marzo. Demócrata convencido, regresó a Buenos Aires y fue una celebridad médica. En el Buffon quedaron para la historia sus invencione­s: la incisión inguinal en el hidrocéfal­o, la transversa­l para la cirugía del hígado, la sutura sin tensión de nervios, la craneotomí­a bajo temporal descompres­iva, la plástica reconstruc­tora de heridas del cráneo, su tratamient­o para la pseudoartr­osis. El mundo lo aclamó como el gran especialis­ta en medicina de guerra pero siempre regresó a Buenos Aires. Se casó grande, no tuvo hijos con Maria Livingston. Murió el 19 de octubre de 1937 y lo despidiero­n como una eminencia. ■

Chutro fue condecorad­o con la Legión de Honor por el gobierno francés y aclamado en Europa.

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BIBLIOTEQU­E INTERUNIVE­RSITAIRE DE MEDICINE DE PARIS Historia. El Dr. Chutro (centro), rodeado por sus colaborado­res e internados en el hospital Buffon.

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