“Inseguridad: faltan leyes acordes a los reclamos de la sociedad”
No es ninguna novedad decir que los niveles de inseguridad que padecemos a diario resultan ya insoportables. Por los modos, por las formas, por la impunidad, por la obscenidad y por las consecuencias que dichos actos acarrean a las víctimas. En lo personal, los he sufrido en distintos grados, incluyendo un secuestro extorsivo. Es comprensible que la reacción inmediata de la víctima sea expresar que “no había ni un policía cerca”, “nadie nos protege”.
Entiendo que pasado el traumático momento tenemos que, de una vez por todas, asumir que la inseguridad -como todos los problemas argentinos- es de raíz cultural. Algunos se encargaron de convencernos que la existencia de victimarios es responsabilidad de las víctimas, y ahora vemos y sufrimos las consecuencias de dichas corrientes de pensamiento. No pretendamos que en cada lugar que sucede un hecho haya en ese preciso momento un agente o un móvil policial, ya que ello resulta física y materialmente imposible; sin contar que el delincuente se asegura que la vigilancia esté lo más alejada posible.
No podemos ni debemos permitir que la inseguridad resulte un hecho natural del que alguien “nos tiene que proteger”. No es posible pensar que para ir a trabajar, a estudiar o a pasear el perro necesitemos literalmente un custodio. La protección tiene que derivar primero que nada de los valores de respeto hacia el otro que una sociedad vivible debe tener. Para ello no hay mejor protección que una educación de excelencia en cantidad, calidad y al alcance de todos, unida a una legislación que establezca de una vez por todas un plexo de castigos acorde a los reclamos que el consenso social exige. Que, por cierto, están muy lejos del garantismo y similares teorías.