Historias de la ciudad que buscó desde el día 1 al submarino y lo tenía a 500 km
Comodoro Rivadavia. Su puerto fue la base de operaciones. Los vecinos hicieron de intérpretes de los marines, ayudaron a familiares y cumplieron “pedidos imposibles”.
Si existe un fondo en las ironías del destino está en Comodoro Rivadavia. Precisamente, a 500 kilómetros de esa costa de Chubut y a 907 metros de profundidad. Donde el sábado, un año y dos días después de su desaparición, se conoció que está el submarino ARA San Juan. Que siempre estuvo ahí.
El hallazgo no aplacó las anécdotas, leyendas y personajes de una elipsis que empieza y termina en Comodoro. Una ciudad petrolera que buscó el San Juan desde el día 1 hasta el final.
"A Erling Aarbakke, el ' captain' del Seabed Constructor, la última vez que zarpó lo vi confiado. En su cara tenía el gesto de que iban a cumplir con la misión", cuenta a Clarín Favio Cambareri, presidente del Consejo Portuario de Comodoro Rivadavia. El puerto fue base de operaciones de la búsqueda. Habla del 1° de noviembre , cuando el capitán noruego y Oliver Plunkett -CEO de Ocean Infinity- le indicaban "las zonas de búsqueda en una sala donde se procesaba la información extraída por los vehículos autónomos no tripulados".
"Ese día me emocioné mucho también cuando los cuatro familiares de los tripulantes que iban en el Seabed, al zarpar me gritaban '¡Favio! ¡Favio, gracias por todo!' Es el mejor agradecimiento que podía haber tenido", relata.
"El año pasado, en este mismo feriado, las ferreterías industriales estaban cerradas. Y los expertos del buque nos pedían materiales, que de casualidad los teníamos por nuestra industria (petrolera). Los conseguimos. Abrieron por nosotros", detalla Diego Segovia, el inspector en soldadura que estuvo a cargo de la cuadrilla que adaptó el buque Sophie Siem de los Estados Unidos para poder llevar un minisubmarino.
Fernando Mercado es el arquitecto que se convirtió en intérprete en inglés de los navy seals, la tropa de elite de la Marina estadounidense. Durante un mes, también sin dormir, su traducción fue clave. "Pedían cosas que no teníamos, desde una barritas de cereal específicas para darles a los tripulantes si los hallaban, hasta insumos de logística para el ensamblaje del brazo hidráulico a colocarse en el Sophie Siem. Tuve que aprender todo el vocabulario de lo que pedían desde el plan A y B hasta el C", detalla a Clarín.
Gabriela Simunovic es parte de la dirección del Hospital Regional local. Recuerda que al segundo día búsqueda llegaron los dos médicos de los marines. Le hicieron "pedidos imposibles", como "tubos de oxígeno ultralivianos para el minisubmarino". En el hospital había "tubos de 10 kilos", de hierro. "Fue muy engorroso conseguirlos", dice Gabriela. Pero lo consiguieron. Así apuntalaron una esperanza tecnológica que terminó el 30 de noviembre, un año atrás, cuando el Sophie Siem tuvo la orden de volver al lugar de origen de esta elipsis: Comodoro Rivadavia. El minisubmarino nunca llegó al ARA San Juan. A los 500 kilómetros de la costa y 907 metros de profundidad donde ahora toda la ciudad ya sabe que está. ■