Del productor al almacenero y de ahí, al consumidor
Cuando cumplíamos nuestra misión de cadete/mandadero, hace ya muchos años, nuestras madres nos enviaban al almacén con una lista de lo que necesitaban. Algunos llevaban la libreta, donde el comerciante anotaba el valor de la compra. Eso se saldaba a fin de mes.
Los tiempos fueron cambiando y el servicio del almacén fue a domicilio, lo que nos dejó sin “trabajo”. Por la mañana temprano venía el “gallego” y tomaba el pedido. Luego, a media mañana, los traía. Los listados variaban según la “contadora”: 200g de yerba, medio kilo de azúcar, un corned beef y 200g de jamón crudo, entre otras cosas. Pero ya casi hemos olvidado lo maravilloso que era ver al “galaico” envolver los productos. Como si tocara el piano, sus dedos arrollaban los bordes y luego le daba vueltas en el aire, apareciendo dos orejas en el paquete.
Pero luego se cortó de raíz la venta fraccionada de productos. Hoy, “es lo que hay” en el tamaño que otros quieren y no según nuestras necesidades. Debemos changar, desde el supermercado a la casa, bolsas que contaminan. Pero eso es saludable... para los bolsillos de unos pocos. ¿Qué mal hay que el productor, vía almacenero, nos venda los productos que necesitamos? Los precios hoy los fija un negociante que hace subir los precios en más del 500%, entre el productor y el consumidor. ¿Quiénes han perdido? Como siempre, el de abajo. La “intermediación parasitaria” no disminuye sino que avanza cada vez más. Nos ponen el precio que quieren y “minga” de beneficiarnos. John W Shaw shaw.johnwilliam@yahoo.com