Voces, reclamos y esperas de jubilados
• Como todos los días regreso del trabajo a mi casa en el Transporte Automotor La Plata (338) y siempre me llamó la atención un señor mayor que vuelve dormido y agotado. Pero no es un pasajero más, es el Dr. Santander, médico clínico que atiende a pacientes de PAMI en su consultorio. ¡Tiene 92 años! En diciembre, a pesar que sus pacientes no quieren, dejará de atender. Ha visto a cuatro generaciones de familias enteras. Se quedaba en el consultorio de noche y ha atendido hasta partos de urgencia. No se queda más por la edad y porque lo asaltaron 18 veces. Y uno habla con él y siente qué orgullo de hombre. Él, todo humor, cuanta sabiduría y humildad. Es luz entre tanta oscuridad... • Así como apoyo y aplaudo todos los avances y cambios que implementó el PRO desde el comienzo de su gestión en la Ciudad de Buenos Aires, no dejo de poner mi crítica en aquello que considero equivocado como la ANSeS y los jubilados.
La actitud de la ANSeS no ha cambiado con Cambiemos con respecto a las conductas de quien nos llamó “caranchos” por reclamar nuestros derechos. En mi caso y en otros similares que conozco, el organismo dice “no apelar”. Puede ser verídico, pero no cumple con las sentencias firmes e inapelables. Dos años y medio sin cumplir, obligándome a gastar dinero y tiempo en reclamos. De esa forma consiguen demorar algunos meses el pago con los perjuicios y costas que implica no sólo al jubilado sino también al Estado.
En el caso de las maestras jubiladas por Ley 24016 de la Ciudad que cobran 82% móvil, deben hacer varios periplos muy demandantes de tiempo y esfuerzo físico, inconvenientes para su edad, cada vez que las paritarias otorgan aumentos a las docentes activas, para conseguir y presentar a la ANSeS un certificado de la Ciudad aclarando el nuevo salario de un docente de su categoría y antigüedad. ANSeS y Ciudad parecen no tener la capacidad de comunicarse mutuamente a través de sus sistemas informáticos para transmitirse esos datos. • Quienes le proveen al Presidente datos de encuestas sobre el humor de los votantes o sobre cómo sube o baja su imagen no tienen en cuenta que dentro de esos cálculos de posibilidades electorales que ensayan hay 5 millones de jubilados que se sienten estafados por las promesas incumplidas. Porque ellos cumplieron con ese tácito contrato de buena fe al entregarle el voto de confianza.
A fines de 2017 el Gobierno les sacó un 14% al haber cambiado la fórmula de cálculo omitiendo el último cuatrimestre. Este 2018 el haber jubilatorio terminará con una pérdida cercana al 20% (respecto a la inflación proyectada). Con sólo adelantar para diciembre el aumento que corresponderá en marzo de 2019 (que ya se conoce), de alguna manera se estaría compensando y remedando tal injusticia.
Nadie duda de que los números sincerados que arrojó el Presupuesto votado en el Congreso se ajustan a la realidad y apuntan a un déficit cero que mejorará el andar de la economía. Lo lamentable es que nadie duda, tampoco, de que a los únicos que se les dice la verdad “sin anestesia” es siempre a los mismos: a los jubilados. Ellos no tienen ni la fuerza ni el ánimo para cortar la 9 de Julio o llenar una Plaza de Mayo recla-