Clarín

Lo clásico con ropas pop

Con un show compacto y prolijo en su primera noche, la británica presentó su nuevo trabajo, “Hymn”.

- Gonzalo Saldívar

“Hymn”

Artista: Sarah Brightman. Grupo soporte invitado: Seibo. Sala: Teatro Colón, sábado 8 de diciembre. Repite hoy, lunes. Especial para Clarín Diva indiscutid­a del classical crossover, género que entrelaza la música académica con el pop, Sarah Brightman ofreció el sábado el primero de sus dos shows en el Teatro Colón. Con entradas casi agotadas, la cantante británica llegó a ese escenario en el marco de la gira sudamerica­na de presentaci­ón de su trabajo discográfi­co más reciente, Hymn.

Más allá de que la sola presencia de la artista bastaba para hacer delirar a sus seguidores, el formato del show que presentó fue compacto y prolijo, y contó con el soporte de una banda propia más un ensamble instrument­al y gran coro de artistas locales, todos de actuación impecable. Con una cámara negra y luces por toda escenograf­ía, el espectácul­o resultó por momentos tan estático como un concierto sinfónico-coral.

A los 58 años, Brightman mantiene intacto su registro de soprano, de inconfundi­ble timbre blanco, y su afinación es impecable. Pero su presencia impacta más por belleza -una belleza distante- que por carisma. A lo largo de las dos horas y media de show, que incluyeron casi treinta temas, la cantante tuvo bastantes más cambios de vestuario que instancias de diálogo con el público, con el que su interacció­n resultó algo mecánica y premeditad­a. Además de temas de Hymn, que incluye adaptacion­es al pop de melodías de Georges Bizet en Sogni (el aria de la flor de Carmen y el dúo de Zurga y Nadir de Los pescadores de perlas) o de Händel en Già nel seno (el arioso homónimo de la cantata Lucrezia), desfilaron por la voz de Brightman clásicos de su repertorio, en soledad o con dos cantantes invitados: el tenor Mario Frangoulis -que además interpretó solo un poco feliz cover de E lucevan le stelle- y el asombroso sopranista Narcis Ianau, que se llevó una de las ovaciones de la noche con su versión de Caruso.

Como era lógico, no faltó la música del compositor de quien Brightman fue musa y esposa: Andrew Lloyd Webber. El delirio llegó, por supuesto, con el dúo de El fantasma de la ópera, el famoso musical cuyo protagónic­o femenino fue escrito para ella, y antes con el hit Time to Say Goodbye, en el que Brightman se sentó por única vez al piano. A lo largo del concierto, versiones pop del Adagio de Albinoni (en realidad una creación de Remo Giazotto) y de músicas de autores como Beethoven, Schubert, Léhar, Borodin o Morricone formaron parte del menú.

El aperitivo fue una verdadera exquisitez. Como grupo soporte, el cuarteto vocal Seibo (integrado por Gustavo Marega, Pablo Zartmann, Diego Pietropaol­o y Martín Caltabiano, con el apoyo del piano de Laura Jodara) ofreció, sin amplificac­ión, un ramillete de obras de Guastavino, Ginastera, Boero y Piazzolla, con una honestidad artística que tuvo un contraste notorio con la poca espontanei­dad del show de Brightman. ■

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Ovación. Hoy, la soprano realiza su segunda presentaci­ón en el Colón.

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