El angelito que cuidaba a gente muy especial
Vito el angelito era un ángel de la guarda. Como todo ángel de la guarda, debía cuidar a la gente durante su paso por este mundo. Pero su verdadero objetivo era ganar el Premio a Mejor Angelito del Año, distinción que se le negaba por distintos motivos.
En cierto aspecto, Vito tenía mala suerte. Tuvo a su cargo a Jimmy Boncks, un texano adicto a las apuestas que solía poner su vida en riesgo. Cierta tarde, y pese a los esfuerzos de Vito, el insensato de Jimmy apostó un puñado de dólares a que podría trepar a una torre de alta tensión con las manos mojadas. Medio estado de Texas se quedó sin suministro eléctrico, y el angelito sin su galardón.
Meses después de semejante infortunio, a Vito le tocó en suerte el señor César Ahumada, un costarricense con ansias de ser famoso. Un día, César escapó a la profesional mirada del angelito y fue al encuentro de su esquiva popularidad: asistió a un programa de televisión y se fumó, en vivo, un cartucho de dinamita. Si bien logró mediana trascendencia en los periódicos locales, Vito perdió la oportunidad de siquiera postularse al premio.
Mucho tiempo le llevó al ángel superar su depresión. Sin embargo, al retomar su actividad, todo pareció encaminarse al éxito. Por fin, tras tantos sinsabores, la persona a su cargo resultó ser racional y pacífica, una garantía. Así llegó diciembre de aquel buen año. El señor comenzó con los arreglos navideños y el angelito tuvo su ansiado premio al alcance de la mano.
La última vez que se lo vio a Vito fue saliendo del Edificio Dakota, acompañando a John Lennon, una noche de diciembre de 1980. ■