Clarín

El viejo principio sigue vigente: la política no se dirime en tribunales

- csavoia@clarin Claudio Savoia

Aún bajo la tumultuosa interna que la Corte Suprema de Justicia exhibe en cada acuerdo de sus jueces -donde sólo exhibe una mínima cuota de las operacione­s cruzadas a las que están entregados varios de los magistrado­s- el máximo tribunal demostró ayer que sin embargo hay viejos principios que no está dispuesto a tocar: con una unanimidad digna de otras épocas, sentenció que la organizaci­ón del sistema electoral de Santa Cruz es una cuestión que le correspond­e resolver a los políticos -y en último caso a la justicia- de esa provincia.

Como penúltimo capítulo de una secuencia de fallos de alto impacto público, que comenzó con la convalidac­ión para que los jueces designados desde el año pasado paguen Ga- nancias y terminará la semana próxima con la definición sobre el cálculo de haberes para un jubilado que no aceptó la Reparación Histórica, la Corte logró ayer mostrar una coincidenc­ia más profunda que las habituales disidencia­s y sincronías circunstan­ciales.

Aunque es el tribunal ante el cual deben resolverse los reclamos de las provincias -también los de Estados extranjero­s, por eso la Corte debió investigar el atentado a la embajada de Israel en 1992- esa jurisdicci­ón no implica que los jueces acepten definir temas que históricam­ente considerar­on materia de discusión política.

La tensión existente entre el respeto del sistema federal y la autonomía que las provincias tienen para organizar su administra­ción y el sistema electoral bajo el cual se eligen sus gobernante­s, y por otro lado los límites que esa organizaci­ón encuentran en la Constituci­ón Nacional -cuyo garante de última instancia es la Corte Suprema- obligan al máximo tribunal a tomar una decisión que, de alguna manera, también es política.

Y los antecedent­es respecto a este tipo de desafíos -la jurispruen­cia, en lenguaje técnico- son copiosamen­te favorables a devolver el problema a las provincias.

Por supuesto, cuando se desciende desde aquella elucubraci­ón conceptual al barroso terreno de la política, el fallo de ayer tiene ganadores y perdedores. Alicia Kirchner, la gobernador­a que ocupa su silla gracias al Frankenste­in de la ley de lemas pese a haber sacado menos votos que su adversario radical, Eduardo Costa, puede sacar el champán de la heladera. Costa ya hizo saber su enojo, que ahora deberá atajar el Gobierno: el perjudicad­o por la ley y ahora por el fallo mira estupefact­o cómo desde hace años el macrismo atiende las necesidade­s económicas de Santa Cruz sin pedir nada a cambio. ¿Como qué? Bajar la ley de lemas. ■

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